Toco mucho el tema del sexismo, pues creo que es, entre otros muchos, uno de los puntos principales que hay que solventar para conseguir una verdadera educación y crianza justas y equitativas. Porque, aunque consigamos la inclusión de personas discapacitadas en nuestro sistema, aunque consigamos la integración de personas extranjeras, aunque consigamos la igualdad de oportunidades entre todos los educandos procedentes de familias con diferentes estatus sociales, etc, mientras exista el sexismo, que diferencia a niños y niñas, a hombres y mujeres, les enmarca en una posición fija y no les permite la verdadera libertad de ser lo que ellos/as realmente quieren y son, no habrá verdadera igualdad.
Mas hoy quiero hablar de otro sistema del cual poco se habla. Quiero abrir los ojos contra otro sistema que da prioridad no de un sexo sobre otro, sino de las personas pertenecientes a una edad más adulta contra los seres más pequeños, los niños y las niñas, y los/as adolescentes y jóvenes. Y este sistema se denomina adultocentrismo.
En la tradición occidental la violencia contra los/as jóvenes y la infancia ha sido constante. La dominación de los varones adultos contra las mujeres y los/as jóvenes está testimoniada en textos filosóficos, artísticos, legislativos y hasta mitológicos.
Ya Platón hablaba del niño como "una bestia a la que hay que domar", en vez de como un ser humano a quien hay que cuidar, amar y respetar. Y pocas personas ilustradas se atrevieron a formular expresiones de humildad hacia el infante, como Jesús de Nazaret, quien dijo "Para entrar en el Reino de los Cielos hay que ser como un niño" o "Dejad que los niños se acerquen a mí", en vez de echarlos a patadas.
En la historia, los y las jóvenes han sido víctimas de violencia sin límite. Han sido la carne de cañón de los ejércitos, todas las prohibiciones se les han aplicado y siempre se les considera descarriados/as por ser "rebeldes". Es la cultura de los machos adultos y viejos tratando de no perder el control a manos de los/as jóvenes. Incluso sigue extendida la idea de que educar es sobre todo un ejercicio de domesticación mediante la violencia física, emocional y psicológica.
Fíjense cuál es mecanismo de crianza de los/as bebés: una mecánica basada en la exclusiva comodidad de quienes les cuidan, aunque esto suponga que el/la bebé deba fastidiarse.
Dejarle llorar, "que si no se va a malcriar"; no dejar que se nos acerque mucho, "no sea que te coja cariño y tengas que andar pendiente de él/ella"; comprarle una máquina que lo acune cuando llore, porque "así podremos no tener que levantarnos del sofá", o darle una bofetada a un niño o una niña cuando se porte mal, pero luego ir enseñándoles que no hay que golpear a la gente, o ver exclusivamente con malos ojos cuando una persona adulta pega a otra también adulta; son ideas fundadas en el adultocentrismo.
Con esto dicho anteriormente no pretendo exponer que si una familia desea poner al bebé en una cuna en vez de practicar el colecho; si una familia emplea leche de fórmula en vez de leche natural (porque así lo precisa la situación); o que si la familia decide enviar a su hijo/a a una guardería, me parezcan malas personas que no aman a su hijo/a. En absoluto. Comentar eso es como argüir que una familia que vive en el campo quiere más que una familia que vive en la ciudad. Yo respeto otras prácticas pedagógicas siempre y cuando no lleven al maltrato infantil. No obstante, creo que hay una serie de pautas que son mejores que otras, que además son más humanas, y que, a menos que se demuestre que son perjudiciales, siempre seguiré y fomentaré.
Antes,
en la escuela tradicional, lo importante era la figura del profesor y la profesora (sobre todo del profesor). Importaba qué decía, hacía, sentía y pensaba éste/a.
No importaban las ideas del alumnado acerca de la materia tratada, ni sus emociones. Si el maestro o la maestra te pegaba, "es que algo malo habrás hecho" o "porque eres tonto/a". Y si sacabas malas calificaciones, nunca podía ser que tal vez el/la docente explicaba mal o precisabas ayuda de algún tipo, sino que siempre, siempre, "eres un/a vago/a y te vas a ir a trabajar inmediatamente" (desgraciadamente, como ya vimos en la entrada anterior "
De un lado al otro...", hoy día las familias caen por lo general en el extremo opuesto: el problema radica siempre en el profesorado).
Hace tiempo, caminando por la calle, vi una especie de mecedora que funcionaba por sí misma. No se trataba de un artilugio que sostiene al bebé, tú te acercas y le acunas, dándote más facilidad para ello (aunque a mí me parece más apropiado coger al bebé en brazos, pues creo que da lugar a un vínculo más fuerte, así como una mejor maduración del sistema sensorial. Parece como si en nuestra sociedad el contacto físico fuese tabú...). No. Era algo peor (en mi opinión). Se trataba de un aparato que acunaba al bebé por sí solo, sin necesidad de que la familia mueva un dedo. Usted puede estar en el sofá viendo la televisión tranquilamente mientras su bebé es acunado por la máquina. (¿?).
¿Qué pretende la sociedad, que los/as bebés se cuiden solos/as? ¿Que salgan con título universitario y se independicen a los dos días? ¿Después qué harán, una máquina que saque a pasear al bebé, que le dé de comer y le lea cuentos? ¿Qué quieren hacer, que padres, madres e hijos/as dejen totalmente de tener contacto? ¡¡Por favor!!
Cierto es que la educación debe ser tal que lleve al individuo hacia la independencia.
Pero
independencia no es sinónimo de ausencia.

Al igual que usted,
un infante tiene derecho y desea ser mimado/a, ser tocado/a, abrazado/a, acariciado/a, besado/a; que se le cuide; que se le atienda; que se le proporcione un trato humano basado en el amor, el respeto y la libertad.
No comparto en absoluto esa mecánica de pensar "mi hijo/a es mío/a y hago con él/ella lo que me dé la gana" (bajo mi punto de vista, cada ser es de sí mismo/a antes que de otra persona). De este modo encontramos a padres y madres que primero, en la niñez, hacen agujeros a sus hijas para que lleves pendientes (digo "hijas" porque, según el sistema sexista, los hombres no han de llevar pendientes), y luego les prohíben que se hagan otro agujero porque quieren llevar piercing; deciden sus creencias, gustos y opiniones; e incluso llegan a decidir qué carrera universitaria deben estudiar (si es que, por el contrario, no llegan a decidir que deben dedicarse a trabajar porque estudiar les parece una idiotez).
Es lógico y completamente comprensible que en ciertas cosas y ocasiones no cuenten con su hijos/a. Por ejemplo, un infante no puede (al menos que yo sepa) discernir en qué Escuela Infantil o en qué colegio es mejor ingresar. Sin embargo, no comparto que en aquellas cosas no inmediatas o en las que los niños y las niñas, y los/as adolescentes y jóvenes, puedan elegir sin problema alguno (qué estudios cursar, qué creencias tener, qué deporte practicar...) también decidan los padres y las madres.
Mas la cosa no acaba en la niñez. El adultocentrismo continúa incluso en la adolescencia y la juventud.
Soy totalmente consciente del desmadre y del despadre (me gusta utilizar también la palabra "despadrarse", porque desmadrarse significa estar sin madre; y considero que emplear solamente "desmadrar" produce un refuerzo inconsciente de que un/a niño/a solamente debe estar con la madre para estar bien criado/a. Emplearé mejor desparentarse, que incluye a ambos sexos), que tienen muchos/as adolescentes y jóvenes. Soy consciente de que falta mucho respeto, y de que los fines de semana hallamos muchas veces las calles llenas de colillas de tabaco, botellas de alcohol y otros restos de basura. Pero la visión que se da al mundo es solamente esa: una adolescencia y juventud desparentada, alocada, que hace lo que le da la gana en todo momento y no tienen respeto por nada ni por nadie.
Empero, en primer lugar, ¡no generalicemos! No todos/as somos así (digo somos porque tengo 22 años y todavía soy joven). Yo salgo de vez en cuando, pero jamás en mi vida he fumado, ni me he drogado, ni he bebido, ni me he orinado en los portales. Y cuando han anunciado conflictos los medios de comunicación, mi grupo de amigos/as, Kxll y yo estábamos en ese momento seguramente dando un paseo por algún parque, practicando algún deporte, viendo una película, estudiando... y otras cosas menos esas.
Y en segundo lugar, fíjense que se da la visión de que los conflictos siempre y solamente los causan la juventud. ¿Y qué ocurre con aquellos gobernantes que, en su adultez, formaron y forman dictaduras? ¿Qué ocurre con los/as dirigentes que originan guerras, como actualmente está haciendo Gadafi? ¿Qué ocurre con aquellos padres y aquellas madres que, reacios/as a un modelo educativo basado en la verdadera y plena igualdad y libertad, educan a sus hijos/as en el sexismo a más no poder, o de un modo extremadamente coercitivo, como ocurre entre las familias de China? ¿Qué ocurre con esas personas adultas que acuden al blog de una compañera a insultarla y amenazarla con violarla, o al mío anunciando que solamente soy un niñato a quienes las/os feministas han lavado el cerebro y que no tengo ni voz ni voto? ¿Acaso estas pesonas, adultas, no crean conflictos también, o no merecerían que se hiciese sobre ellas un reportaje mostrando su mala actitud?
No hace mucho tiempo, buscando información sobre este tema, por si existía alguien que opinase lo mismo que yo y hubiese abierto los ojos ante este sistema, encontré el siguiente texto, que, en mi humilde opinión, dice muchas verdades:
"Decidí soltar unas cuantas palabras para hablar de esos ataques “adultocentricos” que padecemos como jóvenes. Cuando hablo de adultocentrismo me refiero a la praxis de desacreditar o denigrar, por distintos medios, a la juventud por parte de personas adultas. No puedo si no lanzar mis piedras desde mi tribuna. Si los demás han sufrido este mismo mal desde su experiencia cotidiana, no estaría de más apiñar una lista de hechos.
El primer caso, y el más severo (desde mi perspectiva), el adultocentrismo en el mundo laboral. Este tipo de actitudes se reflejan de distintas maneras, primero los que creen que los y las jóvenes somos unos vagos, que no trabajamos o que no queremos trabajar. Estoy particularmente harto de escuchar esta historia, sobretodo cuando viene de adultos profesionales que vivieron la época de los setentas, cuando las personas se graduaban de las Universidades y era más sencillo encontrar un trabajo inmediatamente relacionado con lo que estaban estudiando. A que me refiero con esto, por ejemplo, una persona cercana a mí, una vez salida la universidad tenía su trabajo en la CCSS. Era como un hecho dado, y así fue para sus colegas. Otras personas que conozco inmediatamente aprovecharon las oportunidades del creciente desarrollo del Estado, o se beneficiaron de políticas y préstamos para pequeñas y medianas empresas. Porque cuando los adultos de hoy eran jóvenes profesionales, las cosas eran diferentes.
El segundo hecho es, la juventud “puede” tener salarios bajos, porque son jóvenes. Tremendo error, pero una realidad. Los y las jóvenes entre 15 y 24 años son el grupo de edad con los ingresos más bajos de toda la PEA(Baldares). Saber que piensan los adultos, pero las cosas cuestan lo mismo en el supermercado para alguien de 20, que para alguien de 50. Además, como jóvenes tenemos la esperanza de poder hacer vida, tener independencia, es decir, todas esas cosas para las cuales el único medio es el dinero (¿o hay algo que se puede hacer sin dinero hoy día?). Tenemos pensionados de 2 millones de colones al mes, con toda una vida hecha (muy merecidos) y jóvenes ganando un salario que no da ni para alquilar un cuarto. Hay que mejorar los salarios de los jóvenes; y no, no por que uno es joven, necesita menos dinero, todo cuesta igual, más cuando apenas se comienza a construir lo propio.
También está el adultocentrismo mental. Es decir, todo lo que los jóvenes dicen, piensan o hacen no vale. Entonces además de desacreditarlos, les hacemos la vida imposible. Esto se da sobretodo por mi deformación, la relación con la “academia”, y la gente dedicada a esta área. Tremenda desfachatez que los hace olvidarse que antes de ser Dr., o PhD, fueron Master, o Licenciados, Bachilleres, egresados, de Colegio, Escuela y etc. Nadie nació con su PhD bajo el brazo. Respetamos sus formas de pensar, pero tenemos derecho a tener las nuestras, y a diferir de las suyas. Tenemos derecho a criticar y a cuestionar a quienes están arriba. No por sus posiciones políticas, académicas, o sociales, tenemos que agachar la cabeza ante todo lo que hacen. Como si todo lo que dicen es “verdad”, como si su condición no les permitiera equivocarse, cosa que sucede más frecuentemente de lo que su ego les permite reconocer" (Fuente: malapraxis.org).
Asimismo, sé de casos de compañeros/as que en las oposiciones sacaron una calificación superior al 8, pero que se quedaron sin puesto de trabajo frente a adultos/as que, con un 5, accedieron al puesto, gracias al "enchufe" que disfrutan numerosas personas adultas (sé que también ciertos/as jóvenes), gracias a que le conocen en algunos lugares o centros. Y conozco también el caso de una amiga a quien acompañé al ambulatorio porque tenía un ataque de ansiedad y a la doctora lo mejor que se le ocurrió decir fue: "Lo tuyo es tontería. Cosa de la edad". No le hizo ni caso. ¡Vaya, ahora resulta que por ser joven no tienes derecho ni siquiera a que te atiendan en el hospital en buenas condiciones!
No deseo con esta entrada inducir al exclusivo paidocentrismo, llevándonos al extremo polo opuesto, de tal modo que las personas adultas se fastidien constantemente por los/as niños/as, adolescentes y jóvenes. No obstante, creo que ya es hora de que un/a infante sea visto/a como un ser humano que debe ser tratado como tal, y que demos paso a una sociedad más humana, donde, en cuestión de derechos, no veamos entre hombres y mujeres, entre niños/as y personas adultas, entre inmigrantes y personas pertenecientes a la propia nación; sino que, en su lugar, veamos a personas. Personas que merecen el mismo trato humano que cada uno/a de nosotros/as desearía recibir en todo momento.