viernes, 19 de diciembre de 2014

Evaluar de forma positiva.

Ya en su momento expliqué que estoy en contra de las calificaciones; y también mostré en otra entrada que mi postura es totalmente reacia a los exámenes.

Pero eso no quiere decir que me oponga a la evaluación.

Evaluar es importante. Es algo que hacemos constantemente para verificar si algo está bien o si necesita ser modificado. Por ejemplo, si al finalizar esta entrada la releo para comprobar que no hay faltas de ortografía, o para añadir o quitar algo que no me suena bien... estoy evaluando el trabajo desempeñado.

El problema está en que en nuestro Sistema Educativo tenemos la desgracia de que la evaluación no se utiliza de un modo positivo.

La evaluación, en nuestros centros educativos, se emplea prácticamente para medir y calificar, sin aportar ningún dato de interés y útil para el alumnado. Porque... ¿qué quiere decir un 4, un 5, un 7 o un 10? ¿Que se sabe mucho? ¿Qué se sabe poco? ¿Que se conoce mucho o poco respecto a qué? ¿Que se sabe poco o mucho a juicio de quién? ¿Eso que se sabe por cuánto tiempo se va a seguir conociendo; es decir, el aprendizaje es comprensivo o simplemente memorístico y no tardará en olvidarse? ¿Es realmente necesario conocer lo enseñado en ese preciso momento?

Una nota no dice nada. Bien puede calificarse algo como bueno y ser olvidado a los tres días; o que se haya copiado; o que se haya respondido mecánicamente sin haberse comprendido; de tal modo que la calificación no mide lo que se supone que se trata de medir.

A veces la evaluación se utiliza para corregir. Pero... ¿para corregir el qué? ¿Para corregir la actitud de no meterse de memoria todo un temario, para corregir un "mal pensar" o qué?

También se emplea la evaluación para clasificar. "Tú vales, tú no vales. Tú eres una persona muy inteligente y tú muy idiota. Tú te tragas todo cuanto te digo y tú no. Tú aquí, tú allá, tú más lejos y tú fuera". Vamos, que sirve para acostumbrar al personal a un sistema capitalista y jerárquico donde las personas son constantemente clasificadas y posicionadas en un lugar para mantener un orden burgués y dictatorial.

Asimismo, la evaluación se usa como premio o castigo. La consigna es: si haces lo que te digo, te llevarás un aprobado como premio; si no, un suspenso. Si aprendes lo que queremos que aprendas y reproduces lo que queremos que reproduzcas, se te califica positivamente; en caso contrario, negativamente.

Otro uso de la evaluación es la certificación. Si sigues el sendero correcto, te marcaremos como "persona cualificada en reproducir el orden social" y por ende te damos un título; si no, como "ser paleto y/o rebelde que merece la exclusión social" que carece de titulación.

Ahora bien, la evaluación, en lugar de tener estos usos negativos, debería tener un objetivo positivo. Y ese es el de aprender.

La evaluación, usada de forma positiva, debe ser formativa, es decir, servir para que las personas puedan formarse, puedan aprender.

La evaluación formativa es la evaluación que se desempeña durante el proceso de aprendizaje-enseñanza y sirve para tomar decisiones a la hora de mejorar dicho proceso. Tales decisiones han de ser tomadas, por supuesto, conjuntamente entre el profesorado y el alumnado, tratándose no solo de una evaluación dirigida a los y las estudiantes, sino que además al equipo docente, de tal modo que los y las discentes puedan rendir más y el profesorado cambiar su forma de proceder a fin de que su trabajo llegue mejor a las chicas y los chicos.

La evaluación formativa sirve para eso: para formar; para mejorar. Porque lo importante no es una nota final, no es que se te coloque en un lado u otro, ni premiarte o castigarte. Lo importante es que se pueda aprender.

Si yo al escribir una entrada escribo "veso" en lugar de "beso" y alguien, sin hacerme ver el error y hablar conmigo, deja de leerme automáticamente (a modo de suspenso), habré perdido a un lector o una lectora, pero mi falta de ortografía persistirá en el tiempo.

La esencia de la evaluación debería estar en comprender dónde se está fallando y pensar cómo hay que mejorarlo.

Y mientras sigamos poniendo simples calificaciones; mientras la evaluación no sea más que una herramienta confundida con poner exámenes o pasar tests; mientras evaluar sea un ejercicio de calificar y clasificar; mientras que el amor por el aprendizaje se convierta en un sufrimiento a causa del castigo del suspenso... no nos deberá extrañar que ya desde la niñez haya quienes vean al profesorado, a la escuela y al aprendizaje... como si del coco se tratase.

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