martes, 31 de enero de 2012

Si te agreden, ¡es por tu culpa!

Estoy alucinando. Buscando información y opiniones para un trabajo que estoy haciendo de una asignatura llamada Educación para la Paz, he encontrado este comentario:

"No puede ser que una mujer no pueda librarse de un hombre que le pega... Es su culpa dejarse pegar tanto... Además, la mayoría de las veces la mujer provoca la ira del varón para ser víctimas. No siempre pero la mayoria de las veces.

Y no son chorradas, hasta en Francia son más tontas las mujeres. Ni acá en Paraguay, donde somos casi cavernícolas, matamos tanto a nuestras parejas. Jajaja".

Es decir, que para esta persona, si una mujer es maltratada o asesinada, ¡es por su culpa! Y además es tonta y merece que se rían de ella.

Y lo peor de todo es que este pensamiento, me lo he encontrado en muchas situaciones.

Por ejemplo, recuerdo el caso de una compañera de clase que sufría acoso escolar. ¿Y qué decían los/as docentes y los/as psicólogos/as del centro? Le respondían lo siguiente: "Lo que te pasa es que eres débil, histérica y lo tomas todo de forma muy exagerada".

Vamos, que ya el problema no está en que hay gente violenta, que se pasa la vida haciendo daño a las demás personas. El problema no está en que una mujer maltratada pueda, perfectamente, tener miedo a que su pareja la mate o acabe con la vida de sus hijos/as. No, para nada. Lo que ocurre realmente es que las personas que sufren daños son idiotas, intútiles, débiles y se degan golpear.

El problema no está en que quienes agreden a otras personas tengan que dejar de agredir; el problema está en que las personas que son agredidas tienen que evolucionar y desarrollar una coraza de metal tanto física como psicológicamente.

El problema no está en que los/as nazis matasen a miles y miles de personas durante el holocausto; el problema está en los/as judíos/as se dejaban meter en las cámaras de gas.

El problema no está en que la esclavitud esté mal; el problema está en que las personas de color son perezosas y no les da la gana trabajar forzada y gratuitamente para la raza blanca.

El problema no está en que haya varones que se dediquen a agredir verbalmente por la calle a las mujeres; el problema está en que éstas son todas unas histéricas perdidas y no saben apreciar la belleza que contiene la expresión "ven y agáchate a lamérmelo".

El problema no es que haya personas que secuestren a niños/as para luego utilizarlos como soldados en las guerras; el problema está en que a esos/as niños/as les gusta jugar a las armas y utilizarlas contra su familia bajo amenazas.

El problema no está en que un padre viole a su hija; el problema está en que la hija era demasiado atractiva.

El problema no está en que una madre mate a su bebé a puñaladas porque no soportaba escucharlo llorar; es que el bebé no fue lo suficientemente fuerte como para no soportar diez meses sin comer...

Así que ya sabes, estimado/a lector/a: si te hacen daño, deja de quejarte y no tomes medidas contra tu agresor/a, pues si te agreden, ¡es por tu culpa!

Nota:

1- Para completar esta entrada recomiendo la lectura de esta entrada de Basta de sexismo.

2- Por si acaso, aviso de que no opino que las personas agredidas tengan la culpa de sufrir daños, sino que estoy siendo sarcástico.

lunes, 30 de enero de 2012

Rituales en rebaño.

Soy muy anti-ritualista, la verdad. Bastante. San Valentín, los cumpleaños... No me gustan para nada toda esa serie de rituales sociales, cuya única finalidad es, para mí, hacer que consumas y gastes dinero.

Y, ¿por qué no me gustan?, se preguntarán. Pues porque para mí no significan nada.

Para mí no significa absolutamente nada que una persona a la que apenas ves, una persona que prácticamente no existe en tu vida, aparezca un día por el único motivo de que es tu compleaños y te dé un regalo. Y después, pasada la fiesta, adiós, muy buenas; hasta otro año.

No soportaría tampoco estar con una persona que dice amarme pero que se acuerda de mí tan solamente el día de San Valentín, o que se piensa que por el hecho de darme un objeto material un día cualquiera, da muestras más que suficientes de que me ama. No, para nada me gusta eso. El amor para mí no es algo que se muestra con un objeto regalado un día establecido por la sociedad y las empresas.

"Oh, San Valentín, ¡qué bien! Vamos a demostrar al mundo cuánto nos amamos. Vamos a demostrar al mundo que somos una pareja feliz" ("y de paso vamos a fastidiar a quienes no tienen pareja", porque, según la sociedad, debemos estar en pareja. Si no, como parece ser que no existen más personas a parte de los/as novios/as, eres tonto/a, siempre estarás solo/a, etc, etc).

De hecho, párense a pensar lo siguiente: ¿Han visto alguna vez a alguna persona que invitó a un/a amigo/a a su cumpleaños y se enfadó porque no le trajo ningún regalo? ¿O han conocido a algún varón o a alguna mujer que recibía de vez en cuando detalles de su pareja, pero que se enfadó con ella porque el Día de San Valentín no le regaló nada?

Cuando suceden esas cosas, yo me pregunto: ¿Sucederá esto porque hoy día vivimos en un mundo que da más importancia a los bienes materiales que al cariño, el cuidado, el afecto, el amor de las personas? ¿Sucederá esto porque hoy día hay padres y madres que provienen de familias que no pudieron ofrecerles numerosos regalos, y por eso se pasan la vida dando objetos materiales, más que afecto, dando a entender que lo material es lo más importante? ¿O viene a ser consecuencia de unas situaciones laborales tan desfavorables, que mantienen a las familias casi sin la posibilidad de pasar el tiempo con sus hijos/as, y por ello los padres y las madres, apenados/as, viendo que a sus hijos/as les falta contacto, tratan de compensarlo con regalos?

Una relación con una persona cualquiera no debería basarse en lo que te da o no te da un día específico. Esto me recuerda a los exámenes finales que califican tu rendimiento como discente en función de lo que hiciste bien o mal ese día, en lugar de medir nuestro progreso diario. ¿Se imaginan que les pidesen a ustedes que valorasen a sus parejas, a sus familiares, a sus hijos/as con una nota, según cómo se comportó a una hora de un día determinado? Sería absurdo, ¿verdad?

Para mí una relación con una persona, ni siquiera una relación de pareja, nunca es seria. Ninguna pareja se construye para permanecer junta todos los días de su vida. Yo no he elegido a mi pareja para estar con ella el resto de mi vida, sino que cada día elijo, por algún o algunos motivos, estar con a ella (aunque no siempre sea físicamente). Por tanto, ¿no será más importante ese día a día, que un día señalado por vaya usted a saber quién?

No estoy diciendo que haya que suprimir los rituales, ni que la gente que sigue estas fiestas sea estúpida o que no debería hacerlos (cada cual que haga lo que le guste... o lo que la sociedad le inculca para que le guste). Porque de hecho a mí sí me gustan ciertos rituales, tan sólo que, más que estos rituales en rebaño, como ovejas que siguen al pastor (el consumismo), los que me gustan son los esporádicos, o los que surgen del corazón, no de la norma social; los que eligen las parejas o una persona persona misma, porque le es útil.

Porque para mí un simple regalo no es importante, sino lo que hay detrás: el sentimiento con el que se da. Si yo mañana le doy un beso, una caricia, un abrazo, una sonrisa, un regalo... algo, sea material o no, a mi pareja, lo hago porque la amo, porque deseo hacerlo; pero no lo hago porque debo hacerlo. Y cuando llega un cumpleaños o San Valentín, me da la sensación de que la gente por lo general se regala cosas porque es lo que toca, porque es lo que hay que hacer.

Por ese motivo a mí como regalos siempre me suelen gustar las manualidades realizadas por la persona que me las regala: poemas, cartas, dulces, dibujos... Porque no se tratan de regalos que consisten en pasar por la primera tienda que uno/a ve y compra lo primero que se le ocurre, sino que son regalos que implican un determinado tiempo. Y cuando alguien me regala parte de su tiempo, es como si me estuviese regalando una parte de sí mismo/a. Por tanto, por lo general, a mi entender, son regalos que llevan impresos detrás algo inmaterial: que le importas.

Además, ciertos rituales son importantes, ya que suponen una adaptación a un cambio; suponen una ayuda para dejar atrás algo y adentrarse en una nueva situación.

En el libro El camino de las lágrimas, de Jorge Bucay, el cual acabo de finalizar, se relata la historia de una mujer que tenía por ritual la visita cada domingo de su difunto esposo. Ella decía que tenía que ir, sí o sí, al cementerio a ver a su marido cada domingo porque allí se desahogaba, lloraba, se vaciaba el dolor que tenía dentro, y con ello el resto de la semana se encontraba bien. Sin embargo, de no seguir el ritual, pasaba toda la semana entera llorando.

Son este tipo de rituales los que a mí me gustan y de verdad me importan, pues son algo personal, algo que nos  pertenece, que nos sirve. Son algo que implica unos sentimientos muy profundos, en vez de basarse en el mero materialismo. Son rituales que llevan un contenido emotivo que le otorgan un gran valor.  

jueves, 26 de enero de 2012

La mujer sabia y la cuchara.

Vivimos en un Sistema Educativo en el cual se nos enseña que lo importante no es tanto el aprendizaje mismo, el deseo por saber, como la obtención de una serie de calificaciones y certificados. A causa de esto, los y las estudiantes suelen acabar perdiendo esa hermosa y fascinante motivación por el conocimiento que desarrollamos desde pequeños/as, para, lamentablemente, acabar centrándonos única y exclusivamente en si hemos aprobado o no una asignatura. Y esto se observa cuando los y las discentes optan por entregar trabajos mal elaborados, con información copiada directamente y sin leer desde la web, o cuando hacen trampas para obtener la mejor nota posible, sin haber desarrollado ninguna capacidad y sin haber aprendido nada en todo el curso (también podemos observarlo en la vida personal de algunas personas: Hay gente que hace todo cuanto puede para ligar con alguien y cuando ya son pareja, se relaja totalmente y parece olvidarse de ella. Es decir, que parece ser que lo importante para esas personas es ganar a su pareja como quien gana un trofeo, y no tanto el disfrutar junto a ella).

No voy a negar que el producto final en los estudios y en nuestra vida es importante. Pero bajo mi punto de vista, de nada sirve si llegamos al final sin haber disfrutado del viaje, sin haber contemplado los bellos caminos y paisajes por los que hemos transitado a lo largo del camino. Y eso es algo que nos enseña este cuento (lo leí en alguna parte, pero no sé dónde. Así que no pondré fuente y lo recrearé con mis propias palabras):

Habíase una vez un hombre que deseaba conocer el secreto de la felicidad. Un día se enteró que a lo alto de las montañas de un lugar no muy lejano a su pueblo, habitaba en un palacio una mujer muy sabia que, según decían, conocía cuál era el secreto de la felicidad.

Ilusionado, el hombre partió hacia aquel palacio para hablar con aquella mujer. Cuando llegó, llamó a la puerta y la mujer salió en su encuentro.

-¿Qué desea? -le preguntó.

-Buenas, señora. Discúlpeme las molestias, pero he oído que conoce el secreto de la felicidad y, si no le importa, me gustaría hablar con usted un momento para que me enseñe tal secreto.

La mujer, con una sonrisa, le hizo pasar a su palacio. Por dentro parecía un auténtico museo. Estaba lleno de pinturas, esculturas y objetos bellísimos y de gran valor.

-Para poder conocer el secreto de la felicidad, señor, primero deberá recorrer mi palacio. Pero, antes de hacerlo, tenga aquí una cuchara llena de aceite. Este aceite es muy importante para mí, así que, por favor, procure no derramarlo. Le esperaré aquí en la entrada.

El hombre recorrió la instancia con la mirada siempre fija en la cuchara para que no se derramase el aceite que ésta contenía. 

-Estoy seguro -se dijo en murmullos- de que si se cae el aceite no me dirá el secreto de la felicidad, así que tengo que tener mucho cuidado de que no se caiga.

Cuando terminó de recorrer el palacio, se dirigió a la entrada. Como había dicho, la mujer estaba allí esperándolo.

-Hola de nuevo, buen hombre -dijo ella-. ¿Qué te ha parecido mi palacio? ¿Te han gustado los cuadros y los utensilios que lo decoran?

El hombre, avergonzado, dijo despacio:

-Lo siento, señora, pero estaba tan pendiente de que no se derramase el aceite, que no he contemplado nada de lo que hay en su hogar.

-Pues lo siento mucho, señor, pero para poder contarle el secreto de la felicidad deberá conocer mi casa. No puedo mostrarle una parte de mi conocimiento si primero no conoce mi casa.

Aún con la cuchara en la mano, el hombre recorrió de nuevo el palacio, pero esta vez fijándose en cada cuadro, en cada objeto, en cada escultura, en cada detalle. Y entonces descubrió que el palacio era mucho más hermoso de lo que había pensado al principio; además de que aprendió mucho al contemplarlo.

Llegó de nuevo a la entrada de palacio, donde estaba, al igual que antes, la mujer esperándolo. La mujer se fijó en la cuchara que sostenía el hombre y le preguntó:

-¿Dónde está el aceite? ¡No queda una sola gota en la cuchara!

-¡Lo siento mucho! -exclamó él, avergonzado-. He estado tan pendiente de todo cuanto hay en su palacio que me olvidé del aceite.

La mujer sonrió.

-Ahora puedes conocer el secreto de la felicidad: Hay que tratar de no olvidar derramar el aceite de la cuchara (nuestra meta), sin perdernos la belleza que contiene el palacio (todo aquello que nos muestra y ofrece el camino).

lunes, 23 de enero de 2012

Fomentar la metacognición.

Aún me acuerdo de mi primer campeonato de ajedrez, aunque de eso hace ya varios años, como si fuese ayer.

Recuerdo que la primera partida de aquel campeonato la gané y me alegré bastante. Sin embargo, mi profesor no estaba muy contento con aquella victoria. Había jugado una partida malísima, y mi victoria se debía a un fortuito descuido de mi rival en el último momento, cuando ya me tenía ganado.

-Tienes que centrarte más en la partida -me dijo-. Te has confiado demasiado y casi pierdes.
-¿Qué importa cómo haya jugado? He ganado... -protesté.

Lo que dijo a continuación fue una cita de José Benjamin que hasta la actualidad no he olvidado:

-El que solo busca la salida, no entiende el laberinto; y aunque la encuetre, saldrá sin haberlo entendido (tiempo después supe que me había citado una frase de José Bergamín).

Le miré extrañado, pues no entendí lo que quería decirme.

-Si quieres aprender a jugar -siguió diciendo-, no basta con ganar partidas. Solo con ganar no vas a aprender nada. Tienes que analizar cada jugada, cada detalle, y al final de la partida, tienes que analizarla por completo, viendo en qué has fallado y qué has hecho bien; pensando por qué has realizado tal o cual movimiento; tratando de darte cuenta por qué has jugado como has jugado. Y para esto, por supuesto, tienes que tratar de ir algo más despacio.

Me recomendó que apuntase en un papel las jugadas realizadas en cada partida para al final analizarlas, además de que con ello me pararía algo más antes de mover.

Por aquel entonces, a diferencia de hoy, que soy muy racional y mucho más calculador, era un poco impulsivo y pensaba que aquello que me comentaba mi profesor era una cosa tonta y una pérdida de tiempo. Hoy día, sin embargo, a mis alumnos/as de ajedrez les recomiendo que lleven un cuaderno y un bolígrafo a cada partida para anotar las jugadas.

Resulta muy interesante ir despacito y pensar sobre lo que se ha movido, porque con ello estás analizando cómo fluyen tus ideas, tus estrategias, tus técnicas, tu forma de pensar en cada partida.

Y es que... no se trata sólo de pensar (cognición), sino que hay que llegar a más: pensar sobre el pensamiento. Y a eso se le llama metacognición.

Las estrategias cognitivas nos ayudan a comprender, retener, almacenar y recuperar la información; nos sirven para aprender. Pero con la metacognición, con las estrategias metacognitivas, una persona adquiere conciencia de sus propios procesos mentales y psicológicos (conocimiento del conocimiento), y adquiere la capacidad de controlar sus procesos mentales, organizándolos y dirigiéndolos. Manejando la metacognición, no sólo aprendemos, sino que también aprendemos a aprender.

Por ejemplo, un chico puede pensar ante su ropero: "¿Me pongo el pantalón negro o el pantalón azul?", sin embargo, los chicos no se preguntan: "¿Me pongo el pantalón o la falda? Venga, mejor el pantalón, que me gusta más...".

Pensar si usamos un pantalón negro o un pantalón azul es un proceso cognitivo. Es un pensamiento en sí mismo. Que un chico piense sobre por qué y para qué acaba eligiendo un pantalón u otro, o sobre por qué motivo utiliza un pantalón y no una falda, constituye un pensar sobre el pensamiento, es decir, viene a ser una acción metacognitiva. Y con ese pensamiento sobre el pensamiento, podrá darse cuenta de que no piensa las cosas ni las hace "porque sí", sino por algún motivo (en este caso, se daría cuenta de que emplea un pantalón porque se le ha inculcado que las faldas son una vestimenta perteneciente a las mujeres).

Además, la metacognición al ayudanos a darnos cuenta de los procesos que realizamos de forma automática e inconsciente, nos permite también conocernos, controlarnos y regularnos.

Por ejemplo, desde pequeños/as se nos enseña que todos los hombres sí o sí son más fuertes que todas las mujeres. Por este motivo, por lo general, en una pareja heterosexual suele ser el chico quien acompaña a la chica hasta su casa para que no le ocurra algo malo en el camino, y luego el chico se vuelve solo, y no pasa nada. Si en alguna ocasión ocurre a la inversa, es decir, la chica acompaña al chico hasta su casa y ella se vuelve sola, es bastante probable que ésta regrese asustada, y el chico permanezca en su casa intranquilo. Por este motivo, para evitar esta situación, este conflicto, las parejas heterosexuales siguen por lo general la primera situación: el chico acompaña siempre a la chica.

Si una pareja se da cuenta de esto, podrá pensar: ¿Por qué seguir siempre la norma general? ¿Por qué no actuar a la inversa? ¿Por qué no podría caminar una mujer sola por la calle, aunque sea de noche? ¿Es que a los hombres no pueden ocurrirles problemas en la calle?

Haciéndonos preguntas sobre por qué y para qué hacemos lo que hacemos, si sería mejor o no pensar o actuar de otro modo, etc, podemos darnos cuenta de que a veces pensamos o hacemos cosas ilógicas o que realmente nunca hemos querido hacer o pensar, pero que, por algún motivo siempre acabamos haciendo/pensando.

Desarrollar la metacognición nos ayudará a darnos cuenta de cómo somos, de por qué somos como somos y a deshechar las imposiciones sociales que no queramos acatar. Y esto, por supuesto, nos ayudará desarrollar conocimientos, nuevas ideas, nuevos modos de actuar, nuevos sentimientos.

viernes, 20 de enero de 2012

Poema infantil coeducativo.

Una compañera de clase me ha enviado por correo un poema infantil coeducativo. Aquí lo dejo. Espero que les guste:

¿Sabéis lo que pasa?
El fantasma Antón.
Es amo de casa,
¡trabaja un montón!

Limpia, barre, frota,
friega y saca brillo.
No queda una mota
en todo el castillo.

La dragona Sixta
juega a la pelota.
Es gran futbolista
y hoy estrena botas.

Con mucha destreza
-llueva o haga sol-
le da de cabeza:
¡siempre mete gol!

El lobo Raúl
tiene una muñeca
con el pelo azul,
coletas y pecas.

Al salir la luna
le canta una nana,
la arrulla y la acuna
hasta la mañana.

La vampira Inés,
con casco amarillo,
levanta un chalet
ladrillo a ladrillo.

Desde el mes de abril
tiene un nuevo oficio:
peón albañil
en un edificio.

El brujo Edelmiro
es muy hacendoso:
le ha hecho un vestido,
la mar de gracioso…

…de tela de araña
a su hermana bruja.
¡No lo hay con más maña
dándole a la aguja!

La momia es, desde el invierno,
Presidenta del Gobierno.
Busca día y noche el modo
de hacer felices a todos.

Ella y su amiga Patricia,
que es Ministra de Justicia,
se entregan a la labor
de hacer el mundo mejor.


Este es el hado Avelino,
Quiere ser hado madrino
y hacer los sueños posibles.
¡Es un hado muy sensible!

Famoso por su ternura,
te habla con mucha dulzura.
Tiene el corazón muy blando.
y llora de vez en cuando.

La princesita Ramona
está ya hasta la corona
de esperar, de enero a enero,
a un príncipe azul soltero.

Un día se compra un loro,
se va a buscar un tesoro…
Y ahora es pirata valiente
con levante o con poniente.

No le gusta al coco Roco
jugar al fútbol ni un poco,
porque le aburre un montón
dar patadas al balón.

Es su afición favorita
jugar a las comiditas.
Sueña que en un restaurante
será el chef más importante.

La bruja Maruja espera
convertirse en camionera:
tener un camión violeta
y recorrer el planeta.

Llevar, moviendo el volante,
una vida emocionante.
Conocer a mucha gente
y sitios muy diferentes.

Autora: Carmen Gil
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