martes, 19 de marzo de 2013

¿Cómo hablo de masturbación con mi hijo?

La Pedagoga y Terapeuta Sexual y de Pareja, Mónica Quesada Juan, del blog Modela tu placer, hace poco dejó un interesante artículo en Píkara Magazine. Con su permiso, aquí os lo dejo: 


 “Mi hijo tiene 9 años y de toda la vida tiene la costumbre de estimularse frotándose contra las esquinas de las mesas o las sillas. Lo hace disimuladamente ya sea viendo la tele o incluso en clase. Le he explicado más de una vez que estimularse está bien, pero que en esta sociedad, lo suyo es hacerlo en privado. Pero él dice que a veces no lo puede evitar. No sé qué hacer, me dan ganas de explicarle lo que es hacerse una paja en condiciones, para que cuando se excite se vaya al baño o al cuarto o a donde sea a masturbarse en su intimidad, que eso de frotarse contra una esquina… ¿Me puedes dar alguna pista de qué hacer con esa situación? J”.

Hola J. Es una pregunta interesante porque de ello dependerá lo que venga después. Seguramente nos hayamos cansado de oír aquello de “la sexualidad no se enseña, es algo natural”, “cada quien que aprenda por su cuenta”… Pero es curioso que se evite hablar de algo tan natural, ¿no os parece? La sexualidad es un proceso de aprendizaje que nos acompaña durante toda la vida, así que qué mejor que empezar con una buena base desde el principio. ¿Recuerdas qué educación sexual recibiste en tu infancia? ¿Te pareció suficiente? ¿Cómo te gustaría que hubiese sido?

En este caso has actuado bien explicándole que es una práctica que en esta sociedad se hace en privado, y no estaría de más acompañarlo de las siguientes sugerencias: 

Naturalidad. La primera idea que suele venir a la cabeza cuando hablamos de tener una charla de sexualidad con las hijas/os es una seriedad extrema en la que nos sentamos en una mesa para hablar de ese tema tan importante. Como si el mundo se parase. Y cuando se le da tanta importancia a algo, pueden surgir los miedos. ¿Por qué no hacerlo de manera natural? Tomaos un tiempo para hablar con calma, sin ser necesario parar el mundo. Tal vez el momento idóneo es un paseo por el campo, una comida, al ver alguna imagen en una película, con algún libro (podrás encontrar bibliografía al final del artículo), etc. En definitiva, lo que cada cual considere una situación natural.

Una vez encontrado el ambiente idóneo, explora desde la curiosidad de la que aún no tiene mitos en la cabeza. Tal vez observar la sexualidad desde su mirada te descubra nuevas cosas. Es más, explicar la sexualidad es la oportunidad ideal para replantearnos la visión que tenemos de la misma y si es esa la que nos gustaría transmitir. ¡Tal vez descubras cosas de ti que aún no sabías!

Aprovecha para observar la sexualidad desde su mirada libre de prejuicios. Explicar la sexualidad es la oportunidad ideal para replantearnos la visión que tenemos de la misma. Si sientes vergüenza, reconócelo, y propón investigar juntos. 

Preguntar. Hay gente que se bloquea a la hora de explicar qué es la sexualidad porque lo asocian a tener que proporcionar información que tal vez no se sientan seguras manejando. Lo ideal es comenzar preguntando qué sabe el niño o la niña para poder ajustar la conversación a su edad. Saber de dónde partimos y así poder tener una conversación y no una ponencia sobre sexualidad; siendo conscientes de que la idea adulta de sexualidad (bastante castrada, todo hay que decirlo) no es la misma que la que se tiene en la infancia. De ahí que sea esencial una comunicación bidireccional. ¡Y sobre todo que no se quede en sólo una conversación! La sexualidad es un proceso de aprendizaje, tanto para él como para ti. 

Reconocer. Si sientes vergüenza, dilo. Al hablar con niñas y niños desde nuestro mundo adulto creemos que tenemos que contar todo desde la sabiduría, pero hay personas a las que la sexualidad les incomoda. Reconoce que te da vergüenza, pero no como excusa para no hablar de ello, sino como una oportunidad de crecimiento afrontando el tema. Si hay algo que no sabes, propón investigarlo conjuntamente. 

Explicar. Con respecto a la  masturbación, es muy sano que exploren su cuerpo para conocerlo. Lo hacen desde edades tempranas, puesto que la mentalidad infantil va en la línea de: “Si algo me da gustito, lo hago”. Según crecemos vamos castrando este pensamiento hasta el de: “¡A ver si voy a disfrutar demasiado!”. Tu papel aquí es naturalizar el placer. Contarle que es algo muy natural; es como cuando se tiene hambre, no puedes evitar tenerlo, aunque no siempre se pueda comer. De hecho, si comes con ansia es probable que no lo disfrutes tanto como si te preparas aquello que más te apetece y te lo comes a tu ritmo para disfrutarlo plenamente. No es lo mismo masturbarse disimuladamente que darte un homenaje en toda regla. Pregúntale qué hace cuando tiene hambre y después puedes hacer el paralelismo con la masturbación,  él entenderá mejor que es algo natural… tan natural como comer. Indicar que es un comportamiento privado no es castrar el placer, sino posponerlo para un momento más adecuado.

Cuidado con la creencia de que los impulsos sexuales son incontrolables. Enseñar a responsabilizarse de cómo gestionar el deseo evitará en el futuro el manido “no lo pude evitar” que alegan los agresores.

Nombrarse. Es importante que aprendan a nombrar sus genitales, reconocerlos y saber de qué están formados: el pene, los testículos, el clítoris, los labios externos e internos, la vagina, el meato urinario, el perineo y el ano. Esta información les ayudará a conocer más su cuerpo y poder disfrutarlo desde el conocimiento. 

El placer: ¡Que no se nos olvide el placer! Si una persona aprende a valorar su placer como un todo y no sólo como una explosión momentánea, valorará más su propia seguridad. Se hará más responsable de hacer todo aquello que le proporcione placer sin exponerse a riesgos innecesarios. Así pues, evita centrarte en los riesgos. De lo contrario, partimos de la base de que la sexualidad sólo son relaciones coitales, cuando en realidad la sexualidad es mucho más: desde cómo expresamos nuestro afecto hasta el autocuidado. Gracias a nuestro cuerpo podemos estar hoy aquí; por tanto, si aprendemos a valorarlo y reconocerlo como nuestro, nos será más fácil cuidarlo y disfrutarlo. 

Responsabilizarse. La creencia de que no puede evitarlo va de la mano de la creencia de que los impulsos sexuales son algo animal que no se pueden evitar, siendo por tanto incontrolables. Cuidado con este punto, sobre todo en el caso de los niños, porque se evade la responsabilidad sobre los mismos y hay gente que piensa que esos impulsos son algo que te ataca y por tanto no se pueden gestionar. Lo que tiene el ser humano es que es un ser racional y como racional puede gestionarlos. De no ser así, hay terapias en las que se puede trabajar esa sensación de descontrol. Se puede tener el impulso, pero qué hacer con él es responsabilidad de cada quien. Con un buen aprendizaje en este tema se evitarán situaciones futuras en las que un hombre agrede a una mujer y alega: “No pude evitarlo”.

Así pues, sólo queda aprovechar esta oportunidad para crecer juntos en este tema y no olvidar que la educación sexual en familia existe siempre, incluso cuando no se habla de ella,  puesto que la ausencia de la misma ya es educación. Cada quien decide qué tipo de personas adultas quiere que se conviertan sus hijos e hijas.

Para la bibliografía quería agradecer las recomendaciones de Primera Vocal y Librería Mujeres, que muy amablemente dedicaron su tiempo a mostrarme las novedades literarias.

Bibliografía para Madres, Padres y educadoras/es:

Adolescencia:
Infancia:
  • “Mamá puso un huevo”, Babette Cole. 
  • “Sexo… ¿Qué es?” Robie H. Harris, Michael Emberley.

lunes, 11 de marzo de 2013

Cómo funciona el tratamiento del SAP.

En una entrada anterior mostré cómo el Síndrome de Alienación Parental es un invento.

Un invento cuya terapia es un tanto espeluznante...

Cuando se diagnostica el SAP y se aplica tratamiento, lo que se hace es alejar al niño o la niña de la parte que "está alienando" y por tanto, "lavando el cerebro" (muy generalmente la madre), y se le fuerza a permanecer junto al progenitor rechazado "hasta que supera el trastorno" (o lo que es lo mismo: se realiza un cambio de custodia).

Si la criatura rechaza su cercanía, se considera un síntoma del SAP. Cuanto más se resiste, cuanto más rechaza a tal progenitor "alienado", cuanto más dice que le está maltratando o abusando, más afectada está en teoría.

Pero, ¡oh casualidad!, llega un tiempo en el que el niño o la niña se muestra más sereno/a y comienza a negar los hechos que denunciaba.

Aquí alguien puede comentarme: ¿Cómo puede solucionarse con el tratamiento un síndrome inexistente? ¿No será que el niño o la niña realmente estaba sufriendo SAP y se ha curado? Nada más lejos de la realidad. La criatura niega los hechos por una razón sencilla: por mecanismo de defensa.

Imagínate que eres un niño o una niña, que te da mucho miedo la oscuridad y que tus progenitores te obligan a dormir solo/a en tu habitación. Comienzas a llorar y a llorar y a llorar, pero tu padre y tu madre no te hacen el más mínimo caso. Finalmente, tarde o temprano, llega un día en el que dejas de llorar. ¿Se debe a que han "sanado" tu miedo a la oscuridad? No. Simplemente, sabes que tu reacción no obtiene respuesta, por lo que dejas de llevarla a cabo. Sigues teniendo miedo, pero te sientes solo/a, desatendido/a, y que no te queda más remedio que aguantar y tirar hacia adelante, soportando el pánico que la oscuridad te produce.

Algo así sucede con "las terapias" contra el SAP.

Cuando se abandona a un niño o una niña, cuando se le desampara al no escuchar sus denuncias y se le obliga a permanecer con el progenitor denunciado, su reacción inicial será, obviamente, de rechazo. Montará cualquier drama con tal de deshacerse y alejarse lo máximo posible de quien dice que le maltrata o abusa. Empero tarde o temprano se encontrará en la situación de que no sólo nadie le hace caso, que nadie va a defenderle, sino que además se encuentra en soledad frente a quien comenta que tanto daño le hace. Y de este modo, el agresor o la agresora aprovecha la mayor vulnerabilidad de la criatura para amenazarla con dañarla más fuerte y más a menudo. La idea es clara para el niño o la niña en dicha situación: o retira su denuncia o está perdido/a. Aprende que si quiere volver a ver al progenitor que le defiende, ha de agachar la cabeza y resignarse.

De este modo, al igual que el niño o la niña que deja de llorar aunque sigue padeciendo el miedo a la oscuridad, el ser diagnosticado de SAP no tiene más remedio que admitir que todo "era una mentira" y seguir aguantando las agresiones.

Y de este modo, los defensores y las defensoras del SAP curan una enfermedad que no existe, silenciando a la infancia.

martes, 5 de marzo de 2013

Honrarás a la infancia.

A los padres y a las madres, nuestra cultura patriarcal y adultocentrista les ha regalado un poder casi ilimitado frente a sus hijos e hijas. Un poder que ha ido, afortunadamente, disminuyendo a lo largo del tiempo gracias a la renovación de la moral y de las leyes, pero que igualmente sigue siendo un poder, a mi parecer, exagerado y excesivo.

Los padres y las madres pueden maltratar psicológicamente a sus hijos o hijas, y a eso, algunos y algunas lo llaman "transmisión de valores" y hasta educación.

Seres supuestamente con una mente equilibrada, pueden en nuestras sociedades tener cuantos hijos o hijas les plazca y transmitirles sus miedos, su odio, su desprecio, su cinismo... sin dar explicación alguna a nadie. Él es Padre con mayúscula. Ella es Madre con mayúscula. Y ambas partes son Autoridad. Sus poderes se ostentan sobre su prole cual gobernantes frente a su pueblo. 

El padre y la madre se asemejan a seres superiores provistos de toda luz y de todo conocimiento, de forma mágica y espontánea. Parece como si nunca pudiesen equivocarse, o como si su condición adulta y paternal/maternal, les otorgase el don de la divina sabiduría. Si un padre azota a su hijo/a, "él sabrá por qué lo hace"; si una madre abofetea fuertemente a la criatura en la calle, la gente pasa de largo y casi aplaude, como si pensase que el infante está con ello recibiendo la más valiosa enseñanza del mundo.

Y ojo por parte de los hijos y las hijas con rechazar ese poder u odiarles. La sociedad dicta que hay que amar y adorar a tu padre y a tu madre sobre todas las cosas, aunque se carezca de motivos para hacerlo. El hijo o la hija que se aparta de su padre o su madre será considerado/a como mal/a hijo/a. Tal acción incluso se ha visto y se ve como un pecado. "Honrarás a tu padre y a tu madre", nos muestra la Biblia.  Y quien no les honre, acabará en el Infierno.

Y me parece horrible. Es muy cruel condenar a una persona a amar y adorar a alguien que no corresponde con la misma moneda. Me parece patético condenar a un ser a permanecer junto a alguien a quien no de sea ver sólo porque se considera que así debe ser.

Y es que, al fin y al cabo, tenemos muy claros cuáles son los derechos de los padres y las madres, y cuáles son los deberes de los hijos y las hijas frente a sus progenitores; tenemos muy claro cuál es el modelo del bueno hijo o la buena hija, pero, ¿cuál es el modelo del buen padre y el modelo de la buena madre? Parece no estar del todo claro...

Por supuesto, la respuesta a esa pregunta va más allá de si se colecha o no, de si se da pecho más o menos tiempo o no se da. Y además, la respuesta a esa pregunta no puede quedar vacía y en el aire. Es hora de irla respondiendo, si queremos tener a la infancia protegida. 

La raza humana, desde que abandonó el modelo de la tribu protectora para dar paso a las familias privadas en donde nadie debe meterse, ha generado un modelo de padres y madres en donde casi todo vale. Todo vale mientras ese familiar esté encauzando a la criatura "por el buen sendero" y le lleve "más recto que la vara de un avellano".

Mas para mí, la mejor madre o el mejor padre, sin importar si su ADN, su color de piel o su nacionalidad se corresponden con los del pequeño ser a quien cuida, es aquel varón o aquella mujer que toma como ley lade honrar no a su hijo o hija simplemente, sino a la infancia al completo, y la cumple honestamente.

¿Y por qué un "honrarás a la infancia" y no simplemente "honrarás a tu hijo o hija"? Pues porque para mí, quien sólo cuida (bien) de su hijo/a, ve en la criatura nada más que un conjunto de ácido desoxirribunocleico.

Bajo mi punto de vista, lo correcto no es el respetar a los hijos y las hijas por ser tus hijos/as, ni a los padres y las madres por ser tu padre y tu madre, sino que habría que respetar a todos los padres, a todas las madres, a todos los niños y a todas las niñas por ser seres humanos con derechos, del mismo modo que no respetaríamos a un gato por ser gato, sino por ser un animal sintiente.

Sin embargo, aquella persona que cuando ve a una criatrua llorando, se frena para prestarle su ayuda; aquella persona que suelta una reprimenda al padre o la madre que golpea a su hijo/a; aquella persona que decidió atarse en mayor o menor grado al bebé durante los primeros meses para protegerle; aquella persona que decide, día a día, deshacerse de un pedacito de tiempo de disfrute con su hijo/a para ir a trabajar y así ganar un dinero pensando en ofrecerle un buen futuro; aquella persona que se lanza al río o al mar, arriesgando su vida para salvar a un niño o una niña; aquella persona que cuidaría de cualquier bebé, aunque no porte su herencia y por amor al arte de criar y educar, tiene toda mi admiración, y de él o ella se puede decir que es realmente padre o madre.

Un padre o una madre de la infancia... y de la tribu.
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