viernes, 15 de febrero de 2013

Vientres de alquiler.

Imaginaos que una familia de Mauritania vende a su hija de 14 años por un camello, y que una vez vendida esa chica acaba casada, teniendo bebés y más bebés, y sirviendo a su marido.

¿Qué os parece? ¿Es correcto esto? ¿Puede la familia de esta chica venderla o hacer con ella lo que se le antoje, como quien pone su casa en venta? ¿O quizá consideráis esto una aberración, pues se trata a esa chica como un objeto y no como un ser humano?

Otro caso:

Una familia tiene un niño de 2 años y un día le venden a otra familia que les da nada más y nada menos que 30.000 €, y además prometen cuidarle bien y tratarle con cariño. ¿En esta situación es aceptable la venta de la criatura? ¿Sí? ¿No?

Vayamos más allá...

Imaginaos ahora que se pone en venta a un chico... un chico de 6 meses de gestación, un chico que aún no ha nacido, pero que nacerá y será entregado por dinero a otra persona nada más nacer...

¿Qué diferencia hay entre éste último caso y el del niño de 2 años? ¿Os parece más respetable la venta de la criatura que todavía está por nacer que la venta de la chica de 14 años?

Para mí, los niños y las niñas no son objetos que pueden comprarse y venderse, sino que son seres humanos con derechos, que merecen todo el respeto del mundo y que solamente se pertenecen a sí mismos. Sin embargo, para determinadas personas, parece ser que los niños y las niñas pueden utilizarse como mercancía...

Y es que resulta que en los países del "primer mundo", se da muy mala prensa al hecho de que en países como Mauritania se venda a las niñas, pero luego se promueve la venta de bebés. Porque, hablando claro y alto, me parece indudable que la legalización del vientre de alquiler supone la venta de niños y niñas.

Cuando se habla de si es moral o inmoral el permitir los vientres de alquiler, el debate siempre gira en torno a si las mujeres deben tener libertad o no de usar la gestación y el parto como un bien mercantil a través del cual poder ganar dinero. Mas nunca se habla sobre que cuando una familia paga a una madre de alquiler, lo que se está llevando es una criatura. O sea, la gestación es un trabajo, sí, y hay que valorarla además de impedir que las mujeres sean maltratadas durante el parto. ¡Pero no nos engañemos!: el producto final que la otra familia se lleva, el verdadero bien por el cual se paga, es un o una bebé.

Y claro, como vivimos en una sociedad adultocentrista, en donde los niños y las niñas no cuentan, pues parece solo preocupar si la madre está o no siendo explotada sexualmente, o si ella tiene o no que disponer de la libertad para emplear de esta forma su cuerpo con el fin de ganar dinero, etc.

Pero vamos, yo pregunto: ¿cómo le contáis luego al niño o la niña de dónde viene? ¿Cómo decirle: "mira, hijo/a, nos acercamos a una mujer y pagamos una cantidad de dinero por tenerte, es decir, eres el producto de un negocio"?

Respeto mucho los derechos y las libertades de las mujeres; estoy de acuerdo en que aún queda mucho por hacer para solventar las desventajas y los problemas que las mujeres padecen, pero, sintiéndolo mucho, para este caso del vientre de alquiler me importan muy poco su derecho y sus ganancias o pérdidas económicas. En este caso, no se trata de su cuerpo, no se trata de ellas y su libertad, sino de ese/a bebé que ha nacido o nacerá; se trata de ese o esa bebé que sí estará de por medio.

Y es que yo lo tengo claro: ¡Los niños y las niñas no se venden! 

sábado, 9 de febrero de 2013

Por qué es difícil cambiar los sistemas. Una crítica a la pedagogía de la respuesta.

El pedagogo Paulo Freire decía que la pedagogía predominante en los diferentes sistemas educativos es aquella basada en las respuestas y no en las preguntas.

Y es tan cierto...

Cuando los y las docentes imparten sus clases, abren el libro de texto y se ponen a dar respuestas y más respuestas a preguntas que sus discentes en ningún momento han formulado. Los contenidos a aprender ya vienen formulados al aula y casi no existe flexibilidad.

No me cabe ninguna duda de que hay cosas que hay que aprenderlas, sí o sí, y a determinadas edades. No podemos mantener a los niños y las niñas sin saber leer hasta los 12 años porque no quieran hacerlo. Eso limitaría aún más su libertad de aprendizaje, sus deseos de exploración, el descubrimiento de nuevos mundos... además de generarles dificultades y obstáculos en la vida cotidiana. Pero de ahí a que las preguntas que ellos y ellas formulan, sean rechazadas, hay mucha diferencia.

Por lo general, tanto en el hogar como en el aula, los niños y las niñas ven sus preguntas ahogadas de diversas maneras:

1- Bien por la pasividad de quienes les enseñan, que prefieren limitarse a responder un "porque es así", o un "porque lo digo yo", o un "ya te lo explicaré cuando seas mayor".

2- Bien por el miedo a hacer ridículo. Y es que en las clases, no se suele enseñar a aceptar los propios errores ni los errores del resto. La tendencia es la de generar burla sobre quien yerra, o a castigarle. Antes, a quienes se equivocaban o no aprendían las cosas, se les golpeaba, se les ponía orejas de burro...; y hoy día, se utilizan negativos o se llega a cantar aquello de "niño-bebé, chupete y a la cuna...". Y esto, en lugar de enseñar a aprender de los errores, genera sentimientos de angustia que lleva al alumnado a no abrir la boca por miedo a equivocarse o decir cosas que serán consideradas puras tonterías.

3- Bien por las respuestas que ya les están proporcionando. El dar constantemente respuestas y respuestas genera pasividad en el alumnado, pues "¿para qué pensar o para qué preguntar si ya me están diciendo cómo son las cosas?".

Desde nuestra más tierna infancia, nos dan múltiples respuestas fijas e inmutables: las personas mayores mandan, los chicos no lloran, las niñas siempre deben ser dulces y cariñosas, hay que obedecer a la policía, hay quien tiene más y quien tiene menos, los niños no juegan con muñecas, las niñas son secundarias en el lenguaje, los niños y las niñas han de callar cuando las personas adultas hablan, no hay que tocarse los genitales, la homosexualidad no es correcta, eructar delante de la gente está mal, etc.

Por este motivo, bajo mi punto de vista, es tan difícil cambiar los sistemas. Porque para cambiar un sistema, es necesario que las personas se pregunten, busquen nuevas respuestas y quieran transformar la realidad.

La persona que ha aprendido a formular preguntas, es un ser pensante, rebelde e inconformista. El alumno o la alumna que ha aprendido a preguntar, no aceptará, sin más, todas las respuestas que la sociedad de su alrededor le ofrezca, sino cuando las considere, tras la documentación y la reflexión, verdaderas y valiosas. El niño o la niña que aprende a formular cuestiones y a indagar las respuestas, será un ser creativo que busca nuevos horizontes más allá de lo preestablecido.

La persona que aprende a formular preguntas, se cuestiona constantemente por qué tiene que actuar de un modo u otro, por qué tiene que vestir de una manera o de otra, por qué tendría que pasarse 24 horas diarias trabajando y sin poder ver a su familia y sin poder tener vida propia, por qué tendría que amar a una sola persona, por qué no puede masturbarse, por qué seguir o no seguir una religión, por qué quedarse en casa todo el día dependiendo de otra gente, por qué otra persona tiene que tener más derechos y más recursos, por qué debemos elegir a alguien que nos gobierne en lugar de ser el pueblo quien se gobierna a sí mismo, porque hay que continuar con el capitalismo, por qué no mejor fomentar un mundo cooperativo en lugar de competitivo, etc.

En definitiva: el niño o la niña que aprende a preguntarse, se convierte potencialmente en alguien que, en lugar de tragárselo todo pasivamente, es capaz de rebelarse contra los sistemas y de luchar por una sociedad unida, justa, igualitaria y libre.
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