lunes, 5 de marzo de 2012

El ser humano: ni bueno ni malo por naturaleza.

Se entiende por naturaleza todo aquello referente al universo físico, al mundo natural. Más en concreto, se clasifica como natural todo aquello en lo que no ha intervenido la mano del ser humano.

Por tanto, para poder hablar de "la naturaleza humana", habríamos de remontarnos a aquellos tiempos en los cuales el ser humano era todavía un animal carente de lenguaje, cultura, educación... y en definitiva, carente de todo lo artificial.


A partir de la imagen del ser humano en aquellos tiempos, o de un/a niño/a que haya sido criado/a por otra especie animal diferente a la nuestra, es cuando podemos hacernos la pregunta: ¿es el ser humano bueno o malo por naturaleza?

La respuesta a esta pregunta es importante, puesto que, en función de la misma, así orientaremos nuestro modelo educativo y social.

Para personas como Thomas Hobbes, mediante la expresión Homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre), nos habla en su obra Leviatán de un ser humano malo y egoísta por naturaleza (por cierto, esta expresión no le pertenece a él, sino a Plauto, quien escribió Asinaria).

Por lo tanto, si el hombre es un lobo para el hombre, la sociedad y la educación han de ser represivas y severas. De hecho, para el señor Hobbes, los seres humanos deben ceder su poder, sus derechos fundamentales y su capacidad de decisión a un ente superior que garantice por cualquier medio la paz y la productividad económica, ejerciéndose el uso de la violencia física, si es necesario (“La autoridad sin el respaldo de la espada no vale nada”, decía).

Por contra, para autores/as como Jean Jacques Rousseau, el ser humano es bueno e inocente por naturaleza, pero la sociedad le corrompe. En su libro El contrato social, Rousseau habla de "el buen salvaje”, concepto que utilizaba para referirse al hombre natural, que vive feliz hasta que aparecen el egoísmo, el ansia de riqueza y la propiedad, con la sociedad y la injusticia.

Por tanto, la educación, desde este punto de vista, es imprescindible para lograr un nuevo estado social del ser humano, “un nuevo hombre para una nueva sociedad”, y así evitar que los niños  y las niñas pierdan la inocencia y bondad natural con la que nacen.

Ahora bien, yo no estoy de acuerdo ni con una postura ni con la otra. Para mí, el ser humano no es bueno ni malo por naturaleza; simplemente, porque por naturaleza no existen ni el bien ni el mal. Lo bueno y lo malo es una construcción humana surgida con la cultura, que varía en función de cada cultura, cada pueblo, cada religión, cada persona.

El Génesis bíblico me parece, como metáfora, un buen ejemplo. El ser humano no conocía el bien y el mal hasta que Adán y Eva comieron del Árbol de la Ciencia (cultura), conocieron y abrieron los ojos. Hasta antes de eso, nada sabían de lo bueno y de lo malo.

Y una persona que  no sabe discernir entre el bien y el mal, no puede ser calificada como buena o mala.

Tal y como dice Fernando Savater en su libro Ética para Amador:

"No hay animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque quizá la mosca considere mala a la araña que tiende su trampa y se la come. Pero es que una araña no lo puede remediar...

Voy a contarte un caso dramático. Ya conoces a las termitas, esas hormigas blancas que en África levantan impresionantes hormigueros de varios metros de alto y duros como la piedra. Dado que el cuerpo de las termitas es blando, por carecer de la coraza quitinosa que protege a otros insectos, el hormiguero les sirve de caparazón colectivo contra ciertas hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. Pero a veces uno de esos hormigueros se derrumba, por culpa de una riada o de un elefante (a los elefantes les gusta rascarse los flancos contra los termiteros, qué le vamos a hacer). En seguida, las termitas-obrero se ponen a trabajar para reconstruir su dañada fortaleza, a toda prisa. Y las grandes hormigas enemigas se lanzan al asalto. Las termitas-soldado salen a defender a su tribu e intentan detener a las enemigas. Como ni por tamaño ni por armamento pueden competir con ellas, se cuelgan de las asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las feroces mandíbulas de sus asaltantes las van despedazando. Las obreras trabajan con toda celeridad y se ocupan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero lo cierran dejando fuera a las pobres y heroicas termitas-soldado, que sacrifican sus vidas por la seguridad de las demás. ¿No merecen acaso una medalla, por lo menos? ¿No es justo decir que son valientes?

Cambio de escenario, pero no de tema. En la Ilíada, Homero cuenta la historia de Héctor, el mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las murallas de su ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón de los aqueos, aun sabiendo que éste es más fuerte que él y que probablemente va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, que consiste en defender a su familia y a sus conciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de que Héctor es un héroe, un auténtico valiente. Pero ¿es Héctor heroico y valiente del mismo modo que las termitas-soldado, cuya gesta millones de veces repetida ningún Homero se ha molestado en contar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de las termitas anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más auténtico y más difícil que el de los insectos? ¿Cuál es la diferencia entre un caso y otro?


Sencillamente, la diferencia estriba en que las termitas-soldado luchan y mueren porque tienen que hacerlo, sin poderlo remediar (como la araña que se come a la mosca). Héctor, en cambio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Las termitas-soldado no pueden desertar, ni rebelarse, ni remolonear para que otras vayan en su lugar: están programadas necesariamente por la naturaleza para cumplir su heroica misión. El caso de Héctor es distinto. Podría decir que está enfermo o que no le da la gana enfrentarse a alguien más fuerte que él. Quizá sus conciudadanos le llamasen cobarde y le tuviesen por un caradura o quizá le preguntasen qué otro plan se le ocurre para frenar a Aquiles, pero es indudable que tiene la posibilidad de negarse a ser héroe. Por mucha presión que los demás ejerzan sobre él, siempre podría escaparse de lo que se supone que debe hacer: no está programado para ser héroe, ningún hombre lo está. De ahí que tenga mérito su gesto y que Homero cuente su historia con épica emoción. A diferencia de las termitas, decimos que Héctor es libre y por eso admiramos su valor" (1).

Un animal actúa como actúa porque no tiene más remedio. Cuando un perro araña los muebles de la casa de su dueño/a en vez de estar quietecito, se suele decir que ese animal es malo. Ahora bien, si ese perro ayuda al cuerpo de policía a detectar personas enterradas bajo los escompros de un edificio, se le clasifica como bueno. No obstante, dado que no pueden elegir libremente, ni nadie les ha enseñado a diferenciar si es bueno o malo morder a la niña que está jugando a la pelota en el parque de enfrente, no puede ser clasificado ni como bueno, ni como malo, ni como valiente, etc. Ni siquiera puede decirse que es libre de decidir, ya que  hace lo que tiene que hacer.

El ser humano, de forma natural, nace igual que ese perro, o que las termitas-soldado que describe Fernando Savater. Y por ende, tampoco las personas son buenas o malas por naturaleza. Su libertad y su bondad o maldad llegan después, conforme a su educación, su cultura, la vida que vive, etc.

Por este motivo, bajo mi punto de vista el modelo educativo y social no deben estar inclinados en función de "la naturaleza humana", sino en base a lograr una serie de valores y de actitudes que nos beneficie al conjunto de la población, y a la consecución de la libertad.

Y si alguien me preguntase qué es para mí el ser humano, responderé con la frase del filósofo y pedagogo Immanuel Kant:

"Tan sólo por la educación el hombre puede llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él".
Fuente:

 (1) - Savater, F. (2004). Ética para Amador. Ariel: Barcelona.

4 comentarios:

mamisepa dijo...

Me ha encantado. Igual que las entradas anteriores.

La verdad es que primero habría que preguntarse ¿qué es ser bueno, o malo? Porque todo depende del contexto. Por ejemplo, si un hombre pobre roba comida, desde el punto de vista del robado, es malo, porque ha robado, en lugar de pedirle trabajo. Pero desde el punto de vista de sus hijos, papá es bueno, porque consigue comida. La verdad es que todo esto da mucho que pensar. Un saludo

Enrique dijo...

Por supuesto, Misteriosa, el bien y el mal en sí mismos dependen del contexto. Pero pienso que sí sabemos a ciencia cierta qué es bueno y qué es malo para cada uno/a. Y lo apropiado sería tratar de alcanzar un modelo de vida que nos venga bien, en la medida de lo posible, a todos/as.

En el ejemplo que describes, es bueno para el pobre robar para que sus hijos/as puedan comer, mientras que es malo para la persona que sufre el robo. Al mismo tiempo, es bueno para la persona que padece el robo que no le roben, pero es malo para el pobre ver cómo sus hijos/as se mueren de hambre.

Con ello podemos deducir que lo apropiado sería lograr un modelo económico que impida que haya hombres cuyos/as hijos/as se estén muriendo de hambre, y así no se vean en la necesidad de robar.

Saludos.

laindefensiónaprendida dijo...

Sí, Enrique, la evaluación moral es muy difícil de realizar. Más aún, si pensamos en absolutos universales.
Un beso

Anónimo dijo...

En los tiempos que se viven, asi como considero vano tomar como ejemplo el robar COMIDA para definir si es malo o bueno dependiendo de que lado se mire. Tambien puedo considerar que si ese chico fue criado con princpios, bien le podria decir al padre: !haz traido comida, pero es robada y eso es malo, tu me lo enseñazte!!!

El robo es malo, se mire de donde se mire!!!

Carente de focos en sus argumentos no consideraron:

Que es lo que sucede si quien es robado, le quitan la unica porcion de comida que el mantenia para sus hijos?


En la actualidad y mas que nunca son los Estados quienes debe velar por el bienestar comun.

El blanco, es blanco y el negro es negro.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...