El pedagogo Paulo Freire decía que la pedagogía predominante en los diferentes sistemas educativos es aquella basada en las respuestas y no en las preguntas.
Y es tan cierto...
Cuando los y las docentes imparten sus clases, abren el libro de texto y se ponen a dar respuestas y más respuestas a preguntas que sus discentes en ningún momento han formulado. Los contenidos a aprender ya vienen formulados al aula y casi no existe flexibilidad.
No me cabe ninguna duda de que hay cosas que hay que aprenderlas, sí o sí, y a determinadas edades. No podemos mantener a los niños y las niñas sin saber leer hasta los 12 años porque no quieran hacerlo. Eso limitaría aún más su libertad de aprendizaje, sus deseos de exploración, el descubrimiento de nuevos mundos... además de generarles dificultades y obstáculos en la vida cotidiana. Pero de ahí a que las preguntas que ellos y ellas formulan, sean rechazadas, hay mucha diferencia.
Por lo general, tanto en el hogar como en el aula, los niños y las niñas ven sus preguntas ahogadas de diversas maneras:
1- Bien por la pasividad de quienes les enseñan, que prefieren limitarse a responder un "porque es así", o un "porque lo digo yo", o un "ya te lo explicaré cuando seas mayor".
2- Bien por el miedo a hacer ridículo. Y es que en las clases, no se suele enseñar a aceptar los propios errores ni los errores del resto. La tendencia es la de generar burla sobre quien yerra, o a castigarle. Antes, a quienes se equivocaban o no aprendían las cosas, se les golpeaba, se les ponía orejas de burro...; y hoy día, se utilizan negativos o se llega a cantar aquello de "niño-bebé, chupete y a la cuna...". Y esto, en lugar de enseñar a aprender de los errores, genera sentimientos de angustia que lleva al alumnado a no abrir la boca por miedo a equivocarse o decir cosas que serán consideradas puras tonterías.
3- Bien por las respuestas que ya les están proporcionando. El dar constantemente respuestas y respuestas genera pasividad en el alumnado, pues "¿para qué pensar o para qué preguntar si ya me están diciendo cómo son las cosas?".
Desde nuestra más tierna infancia, nos dan múltiples respuestas fijas e inmutables: las personas mayores mandan, los chicos no lloran, las niñas siempre deben ser dulces y cariñosas, hay que obedecer a la policía, hay quien tiene más y quien tiene menos, los niños no juegan con muñecas, las niñas son secundarias en el lenguaje, los niños y las niñas han de callar cuando las personas adultas hablan, no hay que tocarse los genitales, la homosexualidad no es correcta, eructar delante de la gente está mal, etc.
Por este motivo, bajo mi punto de vista, es tan difícil cambiar los sistemas. Porque para cambiar un sistema, es necesario que las personas se pregunten, busquen nuevas respuestas y quieran transformar la realidad.
La persona que ha aprendido a formular preguntas, es un ser pensante, rebelde e inconformista. El alumno o la alumna que ha aprendido a preguntar, no aceptará, sin más, todas las respuestas que la sociedad de su alrededor le ofrezca, sino cuando las considere, tras la documentación y la reflexión, verdaderas y valiosas. El niño o la niña que aprende a formular cuestiones y a indagar las respuestas, será un ser creativo que busca nuevos horizontes más allá de lo preestablecido.
La persona que aprende a formular preguntas, se cuestiona constantemente por qué tiene que actuar de un modo u otro, por qué tiene que vestir de una manera o de otra, por qué tendría que pasarse 24 horas diarias trabajando y sin poder ver a su familia y sin poder tener vida propia, por qué tendría que amar a una sola persona, por qué no puede masturbarse, por qué seguir o no seguir una religión, por qué quedarse en casa todo el día dependiendo de otra gente, por qué otra persona tiene que tener más derechos y más recursos, por qué debemos elegir a alguien que nos gobierne en lugar de ser el pueblo quien se gobierna a sí mismo, porque hay que continuar con el capitalismo, por qué no mejor fomentar un mundo cooperativo en lugar de competitivo, etc.
En definitiva: el niño o la niña que aprende a preguntarse, se convierte potencialmente en alguien que, en lugar de tragárselo todo pasivamente, es capaz de rebelarse contra los sistemas y de luchar por una sociedad unida, justa, igualitaria y libre.
En definitiva: el niño o la niña que aprende a preguntarse, se convierte potencialmente en alguien que, en lugar de tragárselo todo pasivamente, es capaz de rebelarse contra los sistemas y de luchar por una sociedad unida, justa, igualitaria y libre.
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