lunes, 24 de febrero de 2014

Sobre la educación para la autonomía.

Que levante la mano aquel o aquella que sea capaz de sobrevivir sin comer ni beber. ¿Nadie? ¿En serio?

Que levante la mano quien sea capaz de sobrevivir dos meses en la calle, sin ropa, en pleno invierno a -5º C. ¿Nadie?

Que levante la mano aquella o aquel que sería capaz de ir ahora mismo a la sabana africana, ponerse en medio de una manada de hienas y enfrentarse a todas con sus brazos... ¿Por qué nadie levanta la mano?

El ser humano es una especie sumamente débil. No tenemos una piel extra-gruesa y llena de grasa que nos permita sobrevivir en pleno invierno en la calle y sin ropa; no tenemos forma de enfrentarnos ante determinados animales sin armas; no tenemos forma de aguantar semanas sin tomar una sola gota de agua. Por lo tanto, lo único que nos ha permitido llegar hasta donde hemos llegado ha sido el desarrollo de la inteligencia, la elaboración de herramientas y la cooperación humana. Y esto son cosas que se han transmitido de generación tras generación gracias a la herencia cultural, esto es, gracias al proceso de aprendizaje-enseñanza y a la educación.

Me pregunto qué habría sido del ser humano si las nuevas generaciones no hubiesen aprendido a cocinar, a tejer prendas, a elaborar herramientas, a construir casas, a distinguir las hierbas venenosas y las medicinales. Me pregunto qué habría sido de la especie humana si las tribus nunca hubiesen pensado en los niños y las niñas, y se hubiesen dedicado a vivir la vida sin enseñarles los conocimientos necesarios para la supervivencia.

Me pregunto qué será de las personas ahora que solo nos dedicamos a pensar en agrandar, cuanto más mejor, nuestra propiedad privada, a arrasar con todo cuanto podemos y a no enseñar a los chicos y las chicas los aprendizajes necesarios que deben adquirir para la vida...

Porque habrá excepciones, no lo niego, pero hay una realidad muy común en la actualidad: las familias tienden a no enseñar a hijos e hijas a adquirir las habilidades y los conocimientos que precisan para crecer y desarrollarse como personas autónomas.

Muchos educadores y muchas educadoras (con ello me refiero a padres biológicos, madres biológicas, padres adoptivos, madres adoptivas, maestros, maestras, tíos, tías, abuelos, abuelas...) han olvidado que aprender a cocinar, a coser, a ordenar, a no malgastar, etc, son habilidades necesarias para que las niñas y los niños alcancen en su juventud y en la etapa adulta, la autonomía. Han olvidado que hay cosas que todas las personas deberíamos aprender, pues son funciones que tarde o temprano hemos de desempeñarlas.

Sí, ya sé: hoy día existen el microondas, la comida pre-cocinada, cientos y cientos de tiendas en las cuales comprar ropa sin necesidad de aprender a tejerlas, unas farmacias en las que te indican qué medicamento has de tomar para sanarte de tal o cual enfermedad sin necesidad de salir al campo a buscar plantas medicinales, etc.

Pero, en serio, ¿es éste, acaso, un buen plan de vida? Yo opino que no.

Bajo mi punto de vista, hay cosas fundamentales que todo ser humano necesita aprender para alcanzar una determinada autonomía. Por supuesto, no se trata de saber hacerlo todo. Lo bonito de la especie humana es que llegue algún día a ser capaz de alcanzar un punto intermedio entre lo individual y lo social; entre la autonomía y la cooperación, de tal forma que no seamos seres puramente dependientes en todo momento, pero tampoco una panda de individualistas que no piensan en el resto. Hay que ser capaces de colaborar, de cooperar y de trabajar en equipo; pero también hay que adquirir una serie de conocimientos y de habilidades que nos permitan vivir sin necesitar atarnos a quienes nos rodean.

Por ese motivo, pienso que es fundamental enseñar a los niños y las niñas a cocinar, a coser, a hacer la cama, a limpiar y ordenar, a reutilizar y a minimizar los gastos innecesarios.

Sé que esto que digo horrorizará a dos grupos: a los defensores y las defensoras del sobre-proteccionismo y a quienes impulsan el consumo desmesurado.

Al primer grupo le molestará porque ven el enseñar a niños y niñas a cocinar como una forma de explotación familiar que sirve para hacerles madurar demasiado pronto y aliviar la carga de las tareas domésticas a los padres y las madres.

No obstante, nada más lejos de la realidad. En el punto medio está la virtud; y ni se trata de evitar hacerles partícipes en el desempeño de determinadas tareas por miedo a que les explote, ni tampoco de desligarse de los deberes que todo padre, toda madre y la sociedad en general tienen como personas adultas con respecto a las nuevas generaciones.

Todo cuanto podamos aprender, nunca está de más. Y si lo que aprendemos son habilidades tan importantes para la nutrición, la salud, la higiene, la auto-organización y auto-gestión, la auto-didactia y el desarrollo, mejor que mejor.

Para el segundo grupo esto que digo es horrible, porque evade su política del "usar y tirar". Claro, a esta gente le encanta que asimilemos pasivamente esas instrucciones que asimilan los ciudadanos y las ciudadanas que se describen en el libro Un mundo feliz, de Aldus Huxley, que rezan lo de "Vale más desechar, que tener que remendar" y "Cuanto más remiendo, más pobre me encuentro"; cuando no hay nada mejor, en mi opinión, que aprender a utilizar lo justo y necesario, de tal forma que al mismo tiempo que logramos una mejor calidad de vida evitándonos el disgusto de no tener lo que no precisamos, conseguimos cuidar y proteger el medio ambiente.

¿Por qué tener a obreros y obreras en una fábrica fabricando y fabricando más y más camisetas a fin de enriquecer a una persona desconsiderada con la sociedad y la naturaleza, solo porque seamos incapaces de usar las que tenemos el mayor tiempo posible en lugar de tirarlas a la primera de cambio para comprar otras nuevas?

¿Por qué malgastar nuestra salud para luego tener que consumir medicamentos, alimentándonos constantemente de comida-basura, cuando bien podríamos aprender a cocinar de forma sana?

Considero oportuno el aprendizaje por parte de las niñas y los niños de todo cuanto mejore sus condiciones de vida y les permita adquirir una mayor autonomía. Pienso que existen conocimientos que nunca está de más saber; que siempre se han transmitido y que es una pena que se dejen a un lado en las familias y en las escuelas, solo porque "ya lo aprenderán cuando se independicen" o porque "tenemos tecnologías que nos permiten vivir sin tales saberes". 

Seguro que si les enseñamos a adquirir  una mayor autonomía, les ahorraremos muchos disgustos.

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