A lo largo de la vida, e incluso actualmente, mucha gente ha concebido y concibe la relación educador/a - educando como una relación de jerarquías, en donde quien educa se encuentra por encima de la persona que es educada. Y, sobretodo, dicha relación se establece a raíz de la autoridad; una autoridad adquirida gracias al poder que se le otorga a los/as educadores/as sobre sus educandos, en la cual se lleva a cabo la voluntad inamovible e incuestionable de quienes educan.
Pero yo no concibo dicha relación como una relación de poder, como una jerarquía en la que una parte domina sobre la otra. Yo veo la relación entre un/a docente y sus discentes como una relación entre iguales; entre dos personas que comparten parte de su mundo, de su vida, de sus intereses, de sus ideas... de sí mismas.
Yo no soy un genio frente a un/a imbécil. Somos, simplemente, dos personas con experiencias diferentes. Y esta es mi única ventaja: que yo tengo, se supone, más experiencia que mis niños/as, y por ende, se supone que soy yo quien puede enseñarles y educarles a ellos/as. Es por ese motivo por el cual nos centramos en ellos/as, por lo que nos fijamos en "su problemática". Una vez que ellos/as hayan adquirido esa experiencia, no habrá diferencia.
Yo sé sumar, restar, dividir, multiplicar, leer, escribir... y muchas cosas más. A los niños y las niñas que accedan a mí sin conocer tales cosas, tendré que enseñarles. Pero, una vez que les haya enseñado, una vez que conozcan... ¿qué diferencia hay entre ellos/as y yo? Una vez que ellos/as hayan adquirido la experiencia necesaria, podrán sumar, restar, dividir, multiplicar, leer, escribir, etc, igual que yo; y, por qué no, puede que lleguen a hacerlo incluso mejor.
Y es justamente porque se considera que el o la discente siempre aprende y que el o la docente siempre enseña, el motivo por el cual se considera superior/a a quien enseña y educa. Pero una advertencia: considerar esto es un error. ¿Por qué? Fácil: Porque el/la docente también aprende enseñando, y el/la discente también enseña durante el proceso de su educación y formación.
Yo, mientras enseño, aprendo cuáles son mis errores, aprendo a mejorarme a mí mismo, aprendo a perfeccionar mi práctica docente, aprendo a conocer mejor a los niños y las niñas... Aprendo, en definitiva, muchas cosas de mis alumnos/as. Por ende, soy profesor y aprendiz al mismo tiempo. Mis alumnos/as, por su parte, mientras aprenden, me enseñan todo cuanto logro aprender con ellos/as y de ellos/as.
Y por todo ello, no me gusta ejercer una autoridad disciplinaria y dictatorial sobre ellos/as. A mí me gusta que mi autoridad sea lograda mediante la admiración, por prestigio.
Si ahora mismo usted está leyendo esta entrada es porque quiere. Nada ni nadie le obliga (al menos, eso espero). Lo hará porque le gusta leer lo que escribo, porque le parece útil, porque lo considera interesante, o quizá porque escribo cosas tan patéticas que le causa gracia leerme. No sé cuál es el motivo que le incita a leer esta entrada o a seguir mi blog, pero desde luego, imagino, no es el miedo ni una causa externa lo que les lleva a ello. Si esto fuese una clase, se podría decir que tengo una cierta autoridad. Mas ésta sería una autoridad lograda no por la fuerza sino porque consideran que seguirla les aporta algo, porque considerarían que tengo algo que puedo mostrarles y que les sería útil.
Y así es como me gustaría que fuese siempre: que cuando alguien quiera aprender de mí, sea porque le gusta, por amor al conocimiento, y no porque soy su profesor y tiene que obedecerme.
De hecho, si algún día tengo algún hijo o alguna hija, no le enseñaré que debe amarme porque soy su padre y me debe respeto (relación por sangre), sino que le enseñaré que si me ama, deberá hacerlo por lo que significo para él/ella, por cómo le trate, por cómo soy (relación afectiva).
Concluyendo:
Entonces, en la relación entre un/a educador/a y sus educandos, en una relación que es simbiótica, en una relación en la que ambas partes aportan y reciben experiencia, en una relación en la cual ambas partes se enriquecen y crecen, en una relación en la que la única diferencia radica en la diferencia de experiencia adquirida, ¿por qué considerar a una parte superior a la otra?
No. Definitivamente, no me considero superior a mis alumnos/as.
6 comentarios:
Estoy muy de acuerdo contigo, incluso tu razonamiento podría ser extrapolable a una relación padre-hijo sin problemas.
Lo único que veo es que tu visión puede diferir de la visión del alumno que puede llegar a ti esperando esa relación de poder, lo cual puede convertirle en un alumno totalmente sumiso o en el que quiere destacar saltándose las normas que quieras que se cumplan.
Y el día que tengas un hijo o hija, no te preocupes, no tendrás que enseñarle el motivo por el cual te tiene que amar, tanto tú como él/ella lo haréis de forma natural y no harán falta explicaciones.
Un beso
Euphorbia:
Es cierto, puede ser que mis niños/as esperen la relación de poder. Por ese motivo trato de hacer lo siguiente:
Pienso que uno de las causas de que en clase los/as alumnos/as se sientan sumisos/as, se debe a que cada vez que se equivocan se les ponen negativos, ceros, etc, además de que muchos/as docentes permiten que los/as compañeros/as se rían de quien yerra.
Con esta actitud, el alumnado se siente inhibido y se fomenta el permanecer callado/a, tragando todo cuanto diga el/la profesor/a (así eran y son muchas clases: quien enseña habla y quien aprende escucha y asimila).
Entonces, cuando doy clases a niños y niñas de pequeña edad, trato de explicarles que no está bien reírse de los/as compañeros/as, que todo el mundo puede equivocarse, y les aliento a hablar, preguntar, etc, para que se sientan libres y no adquieran una postura de sumisión.
Cuando doy clases con gente ya más mayor, les explico lo que acabo de decirte en este comentario y lo que he explicado en la entrada, y les aliento a que alcen la voz, que no se retraigan, que yo no les voy ni a castigar, ni a suspender, ni a poner ceros; que tienen todo el derecho del mundo a criticar, preguntar, equivocarse o incluso corregirme. Les explico que del mismo modo que a mí nadie me reduciría el sueldo si me equivocase, yo no voy a suprimirles nada por fallar. Que somos personas y que para mí nuestra relación es entre iguales.
De este modo consigo calmar la situación y hacerles saber lo que pienso, para que no esperen una relación jerárquica.
En cuanto a lo de que el amor saldrá de forma natural entre mi hijo/a y yo, así lo espero. Pero sé de gente que ha sido maltratada por su familia y que dicen que quieren a su padre y madre porque son su padre y su madre, y que cómo les van a odiar. Y no creo que sea así. Si tu padre o tu madre no lo merece, no tienes por qué amarle.
Besos.
Me ha gustado mucho lo que dices, yo también lo veo así.
Gracias, Amelche. Y bienvenido/a al blog.
En mi breve experiencia como docente, intenté conseguir admiración compartiendo conocimientos, pero apenas conseguí respeto. Rechazaron la simbiosis en favor de una relación unilateral. Esperaban todo de mí, sin dar nada ellos.
No sé, no sé. De nuevo la teoría es asesinada por la experiencia, como siempre.
Buenas, Sunseeker. Bienvenido al blog.
En mi breve experiencia como docente, puedo decirte que aún no me ha ocurrido tal cosa, pero, aunque llegue a ser así en algún futuro, creo (al menos eso espero) que seguiré sintiéndome como un igual, y no como una especie de semi dios.
No sé de qué edad me hablas. Pero creo que lo que cuentas solo pasa en edades más adelantadas, cuando el propio sistema educativo ya ha dado muerte al deseo por aprender... y en algunos casos, incluso de enseñar.
Saludos.
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