Hay ocasiones en las que los
chicos y las chicas, o determinados chicos y determinadas chicas, muestran comportamientos idénticos, pero sin
embargo las personas de su alrededor tienden a interpretar los hechos de un
modo diferente, lo que lleva posteriormente a tomar, además, medidas y
decisiones también distintas. Y eso, indudablemente, conforma un mecanismo más
por el cual se acaba llevando a cabo una educación sexista.
Ana y Cristian tenían tres años
cuando les conocí, e iban a la misma clase de parvulitos. A veces, tanto él
como ella, lloraban, y lo hacían más o menos con la misma frecuencia. Dada su
corta edad, es normal que de llorasen, pero su maestra no daba el mismo valor
ni la misma importancia al llanto del uno como de la otra.
Cuando lloraba Cristian, ella interpretaba
que estaba enfadado, mientras que cuando era Ana quien lo hacía, la maestra
interpretaba el llanto como una muestra de tristeza o sufrimiento. Y la
diferente interpretación, por supuesto, llevaba a que la reacción de la maestra
también fuese distinta frente llanto de Ana y el de Cristian. Cuando lo hacía
Cristian, exclamaba: “¡Ya está llorando otra vez este niño! ¡Pero qué
pesado y qué manipulador! A ver, dime, ¿por qué te enfadas ahora?”, y le
regañaba o seguidamente le hacía el vacío. Sin embargo, cuando lo hacía Ana,
ella exclamaba: “¡Oh, pobrecita! A ver, cariño mío, ven aquí. ¿Por qué lloras?
¿Estás triste? ¿Te has hecho pupa?”, y procuraba consolarla o ayudarla con su
problema.
Además, la actitud de esta
maestra no sólo abarcaba a más niños y niñas, sino que lo que era sorprendente:
también podía observarse la creencia de que Ana y Cristian lloraban por razones
o intenciones diferentes en otras maestras.
Esto muestra un ejemplo de cómo
cuando un niño y una niña actúan igual, las diferencias que se observan no son
reales, sino añadidas por nuestras propias creencias e interpretaciones (lo
cual, probablemente, pueda explicar que en ocasiones un estereotipo se aplica a
ambos sexos. Por ejemplo, yo he escuchado que “las niñas lloran más porque son
más sensibles”, que “los niños lloran más porque son más manipuladores” y que “las
niñas son más manipuladoras porque son más débiles físicamente”. ¿En qué quedamos?).
Lo que está claro es que los
niños y las niñas son, simplemente, niños y niñas, y como tales que son,
lloran. Saber por qué lloran y cómo actuamos ante su llanto, sólo depende de
quienes cuidamos de ellos/as; y lo más sensato y humano, a mi parecer, es
siempre sensibilizarse ante sus llantos, escucharles, permanecer a su lado y no
tratarles como idiotas, lloricas, plastas o controladores/as.
Ejemplo 2:
Javier y Elena son dos personas
que pertenecen a familias diferentes, pero coinciden en una cosa: sus hijos tienen
un ritmo y un estilo de aprendizaje diferente que el de la mayoría de sus
compañeros y compañeras de clase, por lo que les cuesta un poco más estudiar.
Tanto él como ella se sientan
todas las tardes y todas las noches con sus hijos para ayudarles con los
deberes y avanzar en la materia, porque no quieren que se pierdan en clase. Así
pues, como se preocupan, apenas les dejan tiempo para jugar y les tienen
trabajando todo el tiempo que pueden.
Con ello han conseguido que sus
hijos vayan por delante del resto de su clase, pero hacen que acaben siempre
muy agotados y cansados por no disponer apenas tiempo para divertirse.
En la escuela, los maestros y las
maestras conocen la actitud de Javier y de Elena, pero sobre cada uno comentan
una cosa diferente: sobre él dicen que es demasiado estricto, que se pasa
muchísimo y que piensa que debería dejar a su hijo un poco más de espacio para
jugar; y sobre ella, hablan muy bien, están muy contentos/as y la ven como una súper
madre dedicada y preocupadísima por su hijo.
Como consecuencia, al final acaban
regañando a Javier y pidiéndole que, por favor, baje el ritmo y la presión, que
deje que su hijo salga a jugar con otros chicos y otras chicas del barrio o que
le apunte a pintura, pues le gusta mucho. A Elena, por el contrario, la
aplauden, le dan las gracias, la sonríen, la animan a que siga así, le dicen
que su hijo va genial en la escuela y que les ha caído un ángel del cielo con
ella.
Al final, Javier ha cedido,
además de que ya no se ve a sí mismo como un padre dedicado, sino casi como un
ogro, y su hijo, aunque ha bajado un poco en su rendimiento escolar, ya no se
muestra tan agobiado y está aprendiendo a dibujar, además de haber hecho un
grupo de amigos/as. El hijo de Elena, por el contrario, aunque académicamente
hablando va mejor que el hijo de Javier, cada vez ve más alargado el tiempo de
estudio en casa, se siente muy agobiado y no disfruta ninguna tarde.
Y es que ocurre que como nos
meten en la cabeza que los hombres son más brutos e insensibles, y las mujeres,
más tiernas, en ocasiones se acaba interpretando que cuando un padre y una
madre presentan dureza e inflexibilidad ante sus hijos/as, el padre lo hace por
autoridad, y la madre por amor, esfuerzo y dedicación, tras lo cual muchos
padres acaban cediendo al completo y dejando toda la tarea a sus parejas, “porque
ellas lo hacen mejor”.
Ejemplo 3:
Manuel y Estrella son una pareja que tiene una hija. Tanto él como ella trabajan fuera del hogar, por
desgracia y a causa del sistema capitalista en el que vivimos, muchas horas, y
tanto él como ella, cuando llegan a casa, ocupan por igual todo el tiempo que
pueden en cuidar y atender a su hija.
Sin embargo, los vecinos y las
vecinas no hablan igual de Estrella y de Manuel. Sobre ella caen muchos
reproches y muchos comentarios negativos: “Tanto trabajar, tanto trabajar… ¿Por
qué no te dedicas más a tu hija? ¡Vergüenza debería darte! ¡Seguro que ni diste
la teta!”. Y en definitiva, todo el mundo la ve como una madre egoísta y
despreocupada.
Pero, ¡ay cuando se trata de
Manuel! Sobre él… ¡Sobre él todo son maravillas! “¡Es un padrazo! ¡Cómo me
gustaría tener un hombre como él al lado! ¡Qué grandes esfuerzos hace el pobre
por estar con su hija cuando llega del trabajo!”.
Es decir, la gente está tan
acostumbrada a que los varones tiendan a no implicarse en la crianza de los
hijos y las hijas, que cuando mueven un simple dedo, todo el mundo le da
aplausos y sonrisas, como si se hubiesen tomado una excedencia o hubiesen
reducido su jornada.
Por el contrario, de la madre que
no se pasa 24 horas durante 365 días al año junto a su niño o su niña, hasta
que cumple los 200 años, queda casi como una especie de terrorista que busca
que la criatura acabe en las drogas y en el alcohol.
Obviamente, no voy a negar que lo
apropiado sería que tanto padres como madres se implicasen en la crianza con
tiempo y calidad; pero me parece descabellado que se vea como un padrazo a un
hombre que rechazó el permiso por paternidad con la excusa de que “mi hijo/a es
asunto de mi pareja” y que simplemente lleva a su hijo/a al parque los
domingos, o que se le eche la bronca, en lugar de al sistema, a una mujer por
tratar de sobrevivir y vivir en el mundo (por cierto, ¿nadie se da cuenta de que
en nuestra sociedad, trabajar fuera del hogar implica también una preocupación
por los hijos y las hijas, pues el dinero no sale de debajo de las piedras?).
Y es que esta interpretación
también lleva a que los varones se esfuercen menos en la crianza que las
mujeres, y a que ellas se sientan más presionadas, en tanto que ellos con poco
que hagan ya son la crème de la crème,
y ellas unas completas ineptas que deben alcanzar, a toda costa, el modelo de la
madre perfecta.
Ejemplo 4:
Mario y Sara pertenecen al mismo grupo de amigos y amigas, y tanto a él como a ella les gusta mucho comer. Cuando se sientan en la mesa, aunque la comida que hay en ella sea para todo el mundo, tanto él como ella tienden a comer más y en las mismas proporciones.
Un día, el grupo de amigos y amigas se enfada con Sara.
-Ey, Sara, ¡que la comida es para todo el mundo, no sólo para ti! -le dicen-. Tienes que procurar relajarte un poco más y no comer con tanta ansia. Tranquilízate y deja que el resto siga su ritmo y pueda comer igual que tú.
-Es cierto -responde ella-. Y lo mismo deberíamos decir de Mario-. Él también se pasa un poco...
-¡Ay, Sara! Es que él es un chico. Él necesita comer más.
Pues sí, señores y señoras, alguna vez me he topado con esta situación en alguna cena con amigos y amigas. Una amiga y un amigo comían más que el resto del grupo, con más velocidad, y a veces quienes vamos más despacito, nos quedábamos sin probar bocado de algún plato. ¿Y a quién echaron la bronca? A ella, porque se interpretaba que ella era la que comía con más ansia, cuando ligeramente comía siempre menos que él. Así pues, ella tuvo que acabar controlándose en las comidas mientras que él seguía dejándonos sin trozo algúno a los/as demás. Después de una circunstancia similar, seguramente alguien, al vernos, acabaría deduciendo, equivocadamente, "que las chicas comen menos que los chicos y por lo tanto a ellas hay que prepararles platos con menos cantidad de comida".
En conclusión, podemos afirmar
que en numerosas ocasiones no sólo es la tendencia a reproducir los
estereotipos lo que nos lleva a proporcionar una educación diferente a niños y
a niñas, y por consiguiente, a generar las diferencias, sino que los mitos también
nos llevan a ver diferencias allí donde no las hay, lo cual, nos hace generar
actitudes diferentes. Es decir, a raíz de la neutralidad, también damos lugar
al sexismo. Por ello se puede decir que el sexismo llama al sexismo.
4 comentarios:
¿Recordás aquella vez que me quejé de un camarero que solo dio a tomar vino a mi marido cuando marché de cena con él? Recuerdo que un tipo me llamó borracha en el post. ¿Si toma mi marido está bueno pero si lo tomo yo soy ebria? Cómo es la cosa?
Besiños!!
Es cierto, Rowina. No había caído en ese ejemplo: cuando un hombre y una mujer beben, fuman, dicen palabrotas, eruptan, se peen o esucupen, en ella se ve peor.
Saludos.
Moralista.
Gracias, Anónimo/a, por tu gran aportación. En mi vida he visto un argumento tan sólido, tan trabajado, tan bien pensado y que refuta todo cuanto he dicho.
De verdad, me has convencido. Gracias por tu valioso punto de vista y por enseñarme tan fantástico manejo del lenguaje. Seguramente han debido de educarte muy bien.
Saludos.
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