martes, 5 de marzo de 2013

Honrarás a la infancia.

A los padres y a las madres, nuestra cultura patriarcal y adultocentrista les ha regalado un poder casi ilimitado frente a sus hijos e hijas. Un poder que ha ido, afortunadamente, disminuyendo a lo largo del tiempo gracias a la renovación de la moral y de las leyes, pero que igualmente sigue siendo un poder, a mi parecer, exagerado y excesivo.

Los padres y las madres pueden maltratar psicológicamente a sus hijos o hijas, y a eso, algunos y algunas lo llaman "transmisión de valores" y hasta educación.

Seres supuestamente con una mente equilibrada, pueden en nuestras sociedades tener cuantos hijos o hijas les plazca y transmitirles sus miedos, su odio, su desprecio, su cinismo... sin dar explicación alguna a nadie. Él es Padre con mayúscula. Ella es Madre con mayúscula. Y ambas partes son Autoridad. Sus poderes se ostentan sobre su prole cual gobernantes frente a su pueblo. 

El padre y la madre se asemejan a seres superiores provistos de toda luz y de todo conocimiento, de forma mágica y espontánea. Parece como si nunca pudiesen equivocarse, o como si su condición adulta y paternal/maternal, les otorgase el don de la divina sabiduría. Si un padre azota a su hijo/a, "él sabrá por qué lo hace"; si una madre abofetea fuertemente a la criatura en la calle, la gente pasa de largo y casi aplaude, como si pensase que el infante está con ello recibiendo la más valiosa enseñanza del mundo.

Y ojo por parte de los hijos y las hijas con rechazar ese poder u odiarles. La sociedad dicta que hay que amar y adorar a tu padre y a tu madre sobre todas las cosas, aunque se carezca de motivos para hacerlo. El hijo o la hija que se aparta de su padre o su madre será considerado/a como mal/a hijo/a. Tal acción incluso se ha visto y se ve como un pecado. "Honrarás a tu padre y a tu madre", nos muestra la Biblia.  Y quien no les honre, acabará en el Infierno.

Y me parece horrible. Es muy cruel condenar a una persona a amar y adorar a alguien que no corresponde con la misma moneda. Me parece patético condenar a un ser a permanecer junto a alguien a quien no de sea ver sólo porque se considera que así debe ser.

Y es que, al fin y al cabo, tenemos muy claros cuáles son los derechos de los padres y las madres, y cuáles son los deberes de los hijos y las hijas frente a sus progenitores; tenemos muy claro cuál es el modelo del bueno hijo o la buena hija, pero, ¿cuál es el modelo del buen padre y el modelo de la buena madre? Parece no estar del todo claro...

Por supuesto, la respuesta a esa pregunta va más allá de si se colecha o no, de si se da pecho más o menos tiempo o no se da. Y además, la respuesta a esa pregunta no puede quedar vacía y en el aire. Es hora de irla respondiendo, si queremos tener a la infancia protegida. 

La raza humana, desde que abandonó el modelo de la tribu protectora para dar paso a las familias privadas en donde nadie debe meterse, ha generado un modelo de padres y madres en donde casi todo vale. Todo vale mientras ese familiar esté encauzando a la criatura "por el buen sendero" y le lleve "más recto que la vara de un avellano".

Mas para mí, la mejor madre o el mejor padre, sin importar si su ADN, su color de piel o su nacionalidad se corresponden con los del pequeño ser a quien cuida, es aquel varón o aquella mujer que toma como ley lade honrar no a su hijo o hija simplemente, sino a la infancia al completo, y la cumple honestamente.

¿Y por qué un "honrarás a la infancia" y no simplemente "honrarás a tu hijo o hija"? Pues porque para mí, quien sólo cuida (bien) de su hijo/a, ve en la criatura nada más que un conjunto de ácido desoxirribunocleico.

Bajo mi punto de vista, lo correcto no es el respetar a los hijos y las hijas por ser tus hijos/as, ni a los padres y las madres por ser tu padre y tu madre, sino que habría que respetar a todos los padres, a todas las madres, a todos los niños y a todas las niñas por ser seres humanos con derechos, del mismo modo que no respetaríamos a un gato por ser gato, sino por ser un animal sintiente.

Sin embargo, aquella persona que cuando ve a una criatrua llorando, se frena para prestarle su ayuda; aquella persona que suelta una reprimenda al padre o la madre que golpea a su hijo/a; aquella persona que decidió atarse en mayor o menor grado al bebé durante los primeros meses para protegerle; aquella persona que decide, día a día, deshacerse de un pedacito de tiempo de disfrute con su hijo/a para ir a trabajar y así ganar un dinero pensando en ofrecerle un buen futuro; aquella persona que se lanza al río o al mar, arriesgando su vida para salvar a un niño o una niña; aquella persona que cuidaría de cualquier bebé, aunque no porte su herencia y por amor al arte de criar y educar, tiene toda mi admiración, y de él o ella se puede decir que es realmente padre o madre.

Un padre o una madre de la infancia... y de la tribu.

4 comentarios:

Tina dijo...

Muy bueno. Hay algo que siempre me ha repateado relacionado con el deber de honrar a los padres, y es que se considere que les "debes" el "regalo de la vida". ¿Qué puedes deberles cuando nunca te la ofrecieron, sino que fue una imposición? ¿Qué regalo es aquel que se hace por el beneficio de la persona que regala, y no por la "regalada" (pues un niño no-existente no tiene ningún interés en nacer, son los padres los que quieren hacer nacer a un niño)? En el momento en que decides voluntariamente sacarte un nuevo ser sintiente de la nada a sabiendas de que ese nuevo ser nacerá y tendrá a lo largo de su vida múltiples necesidades, para mí te vuelves responsable de hacerle la vida lo más feliz que puedas no sólo durante la infancia, sino durante toda la vida del individuo (ya que esa existencia que se le ha impuesto la seguirá conservando durante toda su existencia, valga la redundancia). No creo que los hijos tengan ningún deber hacia sus padres más que el de respetarlos no más que a cualquier otro ser humano o animal sintiente, igual que no creo que si una persona le rompe las piernas a otra pero luego la lleva en silla de ruedas a todas partes, esa segunda tenga que estarle agradecida por ese “favor”, pues no necesitaría que lo llevase en silla de ruedas si no fuera porque le ha creado esa necesidad.

Un saludo!

Enrique dijo...

¡Ya te digo, Tina! No sabes la cantidad de veces que se han burlado de mí en mi familia cuando he dicho lo de "yo no debo nada, pues no he elegido nacer, sino que lo han decidido mi padre y mi madre".

Me pone bien frito cuando me reprochan algo que yo no he elegido. Es como si te digo ahora que me agradezcas la existencia de este blog, cuando lo he hecho yo porque he querido. ¡Hay que fastidiarse!

Saludos. :)

Anónimo dijo...

Ni adulcentrismo ni niñocentrismo, por favor. El otro día estuve pidiendo firmas para que no cerraran un centro de drogodependientes y adie me ayudo, voy con la cara de un niño en el folleto, y todo el mundo da dinero. El niñocentrismo también enxiste.

Enrique dijo...

Anónimo/a:

El paidocentrismo no es un movimiento genérico que lleva a las personas a proteger a la infancia y a despreciar a las personas adultas, sino una filosofía que predica por un mayor respeto a niños y niñas, los seres más desprotegidos a causa del sistema adultista.

Lo que cuentas no es causa del paidocentrismo, sino de la aversión y los prejuicios que la sociedad siente ante las personas dogodependientes.

Si vas con la cara de un niño o una niña y te ayudan, es porque la criatura no es considerada como drogadicta, sino una posible víctima de una familia de drogodependientes, y ayudan para prevenir el posible futuro problema de la criatura.

Ahora bien, preséntate con la cara de un o una joven de veinte años, que también es de menor edad que una persona adulta y además víctima del adultocentrismo. Seguro que igualmente no te ayudan.

Así pues, el paidocentrismo como sistema no existe. No se puede adjudicar la existencia de un sistema por unos casos aislados, del mismo modo que no podemos decir que las mujeres tienen más poder que los varones sólo porque las niñas fracasan menos en la escuela que los niños.

Las personas adultas son víctimas de su propio sistema, de su propia política, de su propio poder. Los niños y las niñas son víctimas de la situación que otras personas, las adultas, crean en su lugar.

Por su puesto, hay que tener una mirada humanista y proteger a toda persona, animal o planta del planeta, pero la protección de las personas adultas pasa por la lucha contra el clasismo, el racismo, el sexismo, etc, y no tiene nada que ver con la protección a la infancia.

Saludos.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...