miércoles, 23 de octubre de 2013

¿Existe una educación feminista al 100 %? ¿Podemos actualmente coeducar?

En ocasiones leo mensajes de padres y madres comentando algo así: 

"La teoría feminista sobre que los niños y las niñas tienen comportamientos, juegos y habilidades diferentes a causa de la educación sexista que se les proporciona, no tiene ningún fundamento. Yo soy madre/padre y lo he comprobado: he tratado de coeducar a mi hijo y a mi hija y me ha sido imposible. Él siempre mostraba preferencia por los balones y los muñecos de acción; ella tendía a jugar con muñecas y cocinitas. Las diferencias deben de encontrarse en los genes".

No es poco común que cuando algo sale mal, la gente tenga tendencia, en lugar de preguntarse qué ha ocurrido y qué se puede cambiar para mejorar, a abandonar el camino seguido por completo, con el pretexto de que se tenía una idea totalmente equivocada. Sin embargo, considero que esta opción, a menos que se llegue a la conclusión de que realmente es mejor renunciar tras una profunda reflexión crítica, no es muy recomendable. Simplemente imaginaos qué hubiese ocurrido, siguiendo esta regla, si Thomas Edison, en lugar de continuar en sus intentos y mejoras, se hubiese retractado de construir la bombilla al primer fallo...

Está claro; no puede negarse: muchas veces tratamos de coeducar y no salen las cosas como queremos. Pero, ¿significa esto que debemos abandonar la coeducación?

En mi opinión, antes de concluir con una respuesta afirmativa a esta pregunta, deberíamos plantearnos dos primeras:

1- ¿Es necesario que todos los niños persigan los estereotipos socialmente considerados como femeninos, mientras que todas las niñas se guíen por los estereotipos considerados como masculinos?

2- ¿Es que acaso podemos, hoy por hoy, proporcionar una educación puramente feminista, esto es, coeducativa?

Con respecto a la primera cuestión, la respuesta parece sin duda alguna negativa. El feminismo no busca que todos los varones se guíen por los estereotipos socialmente dirigidos hacia las mujeres, ni que éstas se orienten por aquellas normas estipuladas para los varones. El feminismo busca que nada sea considerado como masculino o femenino, como labores de hombres y labores de mujeres... Por lo tanto, el fin de la coeducación o educación feminista, no reside en invertir roles y estereotipos, sino que cada criatura, ya sea niño o sea niña, crezca libre de sexismo, haciendo y estudiando lo que más le place, con absoluta libertad.

La clave no está en que ahora las chicas jueguen al fútbol mientras los chicos juegan a las cocinitas; ni que ellos estudien magisterio mientras ellas se forman en derecho; ni que ellas deban invitarles a ellos cuando van de cena, mientras que ellos han de usar tacones altos, maquillarse y estar sexualmente dispuestos cuando a ellas les dé la gana. La cuestión está en que tanto ellos como ellas puedan jugar tanto a fútbol como a las muñecas; que tanto ellos como ellas puedan dedicarse a la fontanería o a la enfermería; que tanto ellas como ellos puedan depilarse o no depilarse, maquillarse o no maquillarse, caminar sin compañía por la calle, etcétera.

Por lo tanto, cuando coeducamos y un niño juega al fútbol y además se mete a trabajar en la construcción, al mismo tiempo que una niña juega a las muñecas y además es cajera de un súper-mercado, podemos concluir que no hemos fracasado, ya que lo que están haciendo no reproduce los estereotipos de género, sino que simplemente se trata en una decisión propia totalmente libre y sin condicionamiento (libre en cuanto al factor educativo. Obviamente, hay más factores que repercuten en la decisión elegida, como por ejemplo la economía, la cual puede hacer que tanto la cajera como el albañil se dediquen a tales profesiones, cuando lo que realmente querían, era estudiar filosofía; o como por ejemplo el hecho de que la cajera hubiese deseado dedicarse a la albañilería pero ninguna empresa la contrató por ser mujer).

Si pretendemos que las chicas salgan híper-masculinizadas y los chicos híper-feminizados, obviamente podremos decir que a pesar de haberse salido de los roles socialmente atribuidos a su sexo, han crecido igualmente con  un condicionamiento y no a través de una educación no sexista.

Entender esto es importante, asimismo, para que luego no se cometan errores tales como el de pensar que una mujer que se depila no es feminista...

En cuanto a la segunda pregunta, la referida al título de la presente entrada, es decir, la que plantea si hoy por hoy podemos coeducar, en mi opinión, la respuesta parece nuevamente negativa.

El sexismo se encuentra en todos lados. Por mucho que queramos coeducar, los niños y las niñas crecerán con más niños y niñas que recibirán una educación sexista; se desarrollarán en un ambiente que les impulsará a seguir "las cosas para chicas", en caso de ser niñas, y "las cosas para chicos", en caso de ser niños; sufrirán el condicionamiento de una televisión que promueve estereotipos a cada instante; asistirán a eventos deportivos en los cuales solo adquieren importancia los hombres; verán en escaparates cómo sus juguetes están claramente diferenciados por sexo; observarán cómo muchas mujeres de su alrededor se depilan, maquillan, llevan mini-faldas..., mientras que los chicos no; probablemente les instarán a leer libros como los de la saga Crepúsculo; escucharán canciones que incitan a maltratar a las mujeres o que indican que todas son unas brujas; les leerán cuentos sexistas; etc.

Lo queramos o no, en la actualidad es sin duda alguna imposible evitar que los niños y las niñas reciban la influencia del sexismo imperante en nuestra sociedad. Y lo que es peor: además de esto, ya que todos y todas mostramos actitudes sexistas de vez en cuando, hasta las personas más concienciadas del sexismo serán incapaces de no transmitir algo de sexismo.

Por ejemplo, recuerdo que leí una vez el caso de un padre soltero que tenía un hijo y una hija, y decía coeducar porque dejaba que tanto él como ella jugasen con lo que quisiesen, pero que a la hora de la verdad insistía en que la niña jugase con aquellos juegos socialmente considerados como masculinos (incluso jugaba con ella), pero nunca apremiaba al niño a que jugase con muñecas, a las cocinitas, etc. No le regañaba si lo hacía, pero tampoco ponía tanto énfasis, como lo hacía con su hija, en que el niño se saliese de lo socialmente establecido para él. Por lo tanto, en parte quería coeducar... pero al mismo tiempo, de alguna manera, inconscientemente, no transmitía esa sensación a la criatura.

Distinto es el caso, por el contrario, de la psicóloga y el psicólogo Sandra y Daryl Bem, quienes, según explica la neurocientífica Cordelia Fine en el libro Cuestión de sexos, decidieron educar a su hijo y a su hija de forma neutral en lo referente al género, empleando dos estrategias: por un lado, procuraron reducir las asociaciones de género en el medio de sus criaturas (por ejemplo, trataban de evitar que tanto el niño como la niña supiesen qué juguete estaba asociado a un sexo u otro); y por el otro lado, fomentaban la idea de que la diferencia entre varones y mujeres radica tan solo en su anatomía y sus funciones reproductivas.

Así, el señor y la señora Bem, explican:

"Mi marido y yo adoptamos la costumbre de revisar los libros con el fin de suprimir las correlaciones vinculadas al sexo. Lo hicimos, entre otras maneras, cambiando el sexo de los protagonistas, pintando el pelo largo y la línea del pecho en ilustraciones que antes eran de camioneros, médicos, pilotos y profesiones de ese estilo; y también borrando, o alterando, las secciones de texto que describían a los hombres y las mujeres de forma estereotipada. Cuando les leíamos cuentos en voz alta, buscábamos pronombres que evitasen las ubicuas implicaciones de que todos los personajes sin trajes o lazos rosa eran necesariamente masculinos: <<¿Qué está haciendo este cerdito? Él o ella parece estar construyendo un puente>>".

A través de este breve relato, podemos divisar claramente que, por mucho que nos empeñemos, no llevamos a cabo un verdadero esfuerzo por proporcionar una educación igualitaria y no sexista a niños y niñas. En una sociedad tan estereotipada, coeducar implica tiempo y esfuerzo. Consecuentemente, pensar que coeducamos solo porque hemos dejado a nuestro hijo jugar con una muñeca o a nuestra hija con un cochecito, es no ser capaces de ver ni tan siquiera la punta del iceberg.

Así pues, por lo tanto, no solo ha de quedarnos claro que es imposible alcanzar actualmente una educación feminista al 100 %, sino que además hemos de tratar de no comernos tanto la cabeza con que los resultados obtenidos al alcanzar los chicos y las chicas la edad adulta, no sean los de haber invertido los roles de género. Al fin y al cabo, lo importante es, por un lado, que no haya una uniformidad rígida, es decir, que los roles estén más o menos repartidos entre toda la población, y por el otro, que cada cual elija sin pensar si lo que hace, dice, piensa o siente, es de mujeres o de varones, dado que se tratarán de decisiones totalmente propias y neutrales.

4 comentarios:

Ser Filosofista dijo...

Estoy medio perdida. ¿Qué es coeducar? Nunca había oído el término, y me suena a "educar junto con...". Pero leo la entrada y no suena a eso, sino a una educación libre de estereotipos, y entonces la palabra coeducar no me hace lógica.

¿Cuál es la definición o qué?

Un beso.

Enrique dijo...

Buenas, Ser Filosofista. ¿Qué tal?

El significado del concepto coeducar es diferente en función del texto o del país por el cual nos movamos.

Por ejemplo, tal y como indica el texto de EURYDICE titulado "Diferencias de género en los resultados educativos: medidas adptadas y situación actual en Europa", por un lado este término viene a hacer referencia a la escolarización de chicos y chicas en un mismo centro educativo. Es decir, en este caso, efectivamente, la coeducación vendría a ser "educar chicos junto con chicas".

Sin embargo, en otros textos a esto se le llama escolarización mixta, y su opuesto, es decir, la segregación en función del sexo, vendría a ser la escolarización single-sex o de un solo sexo (pudiéndose dar casos, a su vez, de escuelas mixtas pero con aulas segregadoras).

De hecho, en sus inicios, coeducar venía a significar esto solamente.

Sin embargo, también es común emplear el término coeducación para hacer referencia a aquella educación que busca promover la igualdad entre chicos y chicas, siendo neutral y libre de estereotipos.

El Instituto Andaluz de la mujer nos proporciona esta definición:

"Coeducar consiste en desarrollar todas las capacidades, tanto de niñas como de niños, a través de la educación. Supone eliminar estereotipos o ideas preconcebidas sobre las características que deben tener las niñas y los niños, los chicos y las chicas, las mujeres y los hombres".

Si quieres conocer en profundidad, te recomiendo leer esta Guía de Coeducación cuyo link te paso; pero concretamente, para responder a tu pregunta, me interesa que leas la página 16 y el recuadro que hay en la 17 (es breve).

http://www.inmujer.gob.es/observatorios/observIgualdad/estudiosInformes/docs/009-guia.pdf

Ya por último, te paso, por si quieres alguna fuente más, el link del estudio EURYDICE tanto en castellano como en inglés:

http://eacea.ec.europa.eu/education/eurydice/documents/thematic_reports/120es.pdf

http://eacea.ec.europa.eu/education/eurydice/documents/thematic_reports/120en.pdf

Un abrazo.

mamisepa dijo...

Otra genial entrada.

Aparte de todo lo que has dicho, luego están todas las dudas que te entran, en el sentido de si será bueno darles a tus hijos una educación en contra de lo establecido. Te comes el tarro, a ver si le beneficiarás o perjudicarás. Porque que tú, como adulto, elijas hacer algo, pues vale, tú asumes las consecuencias de tus actos, es tu problema y lo aceptas como adulto. Pero no está tan claro cuando se trata de los hijos.

Por ejemplo, mi hija pequeña es "la niña Rayo" porque es una fanática de Rayo McQueen, hasta ahora ya ha dicho que va a ser: conductora de nave espacial, policía, y montar una tienda de quads. Todo ello muy "femenino"... Y no es que yo se lo haya metido en la cabeza, de hecho la otra es de princesas y Monsters.

El caso es que tuve muchas dudas a la hora de comprarle la mochila. Porque al principio me la pidió de Rayo. Luego, en un momento dado, ella misma dijo: "¿Y si me miran raro? Es que no es de niñas, y yo soy una niña". Y ahí te quedas con pocas armas. ¿Qué hacer? Al final opté por comprarle la de Rayo, pensando que siempre estamos a tiempo a comprarle otra si se traumatiza mucho. ahora está más que orgullosa y feliz con su mochila de Rayo. Yo contenta de dejar que exprese lo que quiere, y no coartarla sino apoyarla, pero las dudas a veces están ahí, y son un verdadero problema.

Un saludo.

Enrique dijo...

Ains, ¡las Monster High! Sobre ellas tengo que hacer una entrada un día. ¿No te parece curioso que algo tan "masculino", como los monstruos, hombres lobo, vampiros, etc, que siempre han asqueado a las chicas, de repente empiezan a gustar a las niñas de esta generación?

Luego dicen que "está en las hormonas". Bah, con esto tengo más que demostrado que la publicidad y la presión social hacen más que nada.

Y, ¿sabes?, yo también le hubiese regalado la de Rayo, si es lo que en verdad quiere, y le enseñaría a luchar por lo que le gusta. Porque hoy puede acabar aceptando las Monster solo para que no se rían de ella... y mañana puede acabar aceptando drogas por lo mismo.

Un beso.

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