En ocasiones, cuando aparece en los periódicos o en otro medio de comunicación una noticia relacionada con un maltrato o una violación, la gente se pregunta por qué esa persona no había denunciado antes, cómo es que convivió tanto tiempo con quien le agredía, qué es lo que llevó a esa persona a aguantar o a caer en tal calamidad, etc.
No son pocos los motivos que llevan a alguien a tolerar un abuso o un maltrato. Pero, en mi opinión, antes de publicar una entrada en la cual proporcione los argumentos económicos, contextuales, sociales... que explican esto, lo más apropiado es hacer una entrada mostrando el origen de la tolerancia al maltrato y la violación; es decir, cuáles son los procesos educacionales que encauzan a un ser humano por tal camino de aguante.
Por lo tanto, la cuestión que ahora nos incumbe es: ¿dónde germina la semilla que nos condiciona para llegar a experimentar ciertas situaciones de maltrato y abuso sexual, y mantener la cabeza agachada?
La respuesta es sencilla: en la infancia.
Ya nuestros cuidadores primarios o nuestras cuidadoras primarias nos inician en este fastidioso camino del soportar la violencia. Y lo hacen por primera vez, concretamente, cuando nos sientan frente a un plato de comida y una cuchara y, con cara de desesperación, nos indican: "esta por papá; ésta por mamá; ésta por la abuelita..."; o, "por favor, cariño mío, no me hagas esto, pórtate bien y cómetelo todo".
Cuando la criatura escucha esto, el mensaje es claro: "Tú no importas, sino yo. No debes comer por ti, no debes comer porque es tu cuerpo y se trata de tu salud; has de tragarte toda la comida para mí, para complacerme, para hacerme feliz".
No son pocos los motivos que llevan a alguien a tolerar un abuso o un maltrato. Pero, en mi opinión, antes de publicar una entrada en la cual proporcione los argumentos económicos, contextuales, sociales... que explican esto, lo más apropiado es hacer una entrada mostrando el origen de la tolerancia al maltrato y la violación; es decir, cuáles son los procesos educacionales que encauzan a un ser humano por tal camino de aguante.
Por lo tanto, la cuestión que ahora nos incumbe es: ¿dónde germina la semilla que nos condiciona para llegar a experimentar ciertas situaciones de maltrato y abuso sexual, y mantener la cabeza agachada?
La respuesta es sencilla: en la infancia.
Ya nuestros cuidadores primarios o nuestras cuidadoras primarias nos inician en este fastidioso camino del soportar la violencia. Y lo hacen por primera vez, concretamente, cuando nos sientan frente a un plato de comida y una cuchara y, con cara de desesperación, nos indican: "esta por papá; ésta por mamá; ésta por la abuelita..."; o, "por favor, cariño mío, no me hagas esto, pórtate bien y cómetelo todo".
Cuando la criatura escucha esto, el mensaje es claro: "Tú no importas, sino yo. No debes comer por ti, no debes comer porque es tu cuerpo y se trata de tu salud; has de tragarte toda la comida para mí, para complacerme, para hacerme feliz".
Éste es, para mí, el primer abuso o tipo de violencia que nuestro cuerpo y nuestra mente sufren. Aquí es cuando surge el primer conflicto que dictamina "o tú o yo"; y en el que el niño o la niña, a pesar de disponer de mecanismos de defensa, como bien nos muestra el pediatra Carlos González en su libro Mi niño no me come, tiene las de perder.
Y con esa primera batalla perdida, comienza el tortuoso camino que nos hace ceder control y poder sobre nuestro yo, para acabar en manos de otras personas.
A partir de este instante, empezamos a aprender que en muchas ocasiones nuestra decisión no es importante; y que si osamos querer vencer la batalla, somos egoístas, malas personas. Y es que... ¿Cómo podemos pretender entristecer a ese ser querido que con tanto amor nos ha preparado la comida, vomitándola o no rebañando el plato? ¿Cómo podemos ser tan egoístas de querer el bien para nuestro cuerpo, negándonos a comer más, cuando nuestra barriga nos grita que no introduzcamos ni un solo bocado más?
Por supuesto, y desgraciadamente, ésta primera batalla no es la última que hemos de librar, pues, seguidamente, nos topamos con la obligación de dar afecto a quienes nos ordenan que tenemos que dar afecto.
¿A quién no le ha pedido alguna vez su padre o su madre que le diese un abrazo, una sonrisa o un beso a un ser conocido o incluso desconocido?
No es poco común que a un niño o una niña se le pida que muestre cariño y afecto hacia ciertas personas, so pena de recibir represalias o insultos.
Y es que a la criatura que es muy besucona, se la percibe como empática, cariñosa, tierna, agradable; se le sonríe, se le hacen carantoñas, bromas, cosquillas... A la criatura que es más distante, se le suele llamar sosa, antipática, e incluso se le llega a hacer menos caso cuando pide afecto ("¿Ahora sí quieres un besito? Pues ya no te lo doy") e incluso se le regaña si no cede a la petición de dar un beso o un abrazo ("Pues si no le das un beso al yayo, te quedas sin golosinas").
Con esto, una vez más, nos indican que no somos dueños y dueñas de nuestro cuerpo y de nuestras decisiones, y nos enseñan que hemos de someternos ante el chantaje y los deseos de otras personas. Dar afecto, se convierte en un deber, más que en un gusto propio.
Por algo, según indica un estudio, obligar a dar besos, abrazos, caricias... hace a los niños y a las niñas más vulnerables al abuso sexual.
Este tipo de sometimientos se ve más reforzado, en mi opinión, en las niñas, quienes son menos dueñas de sus cuerpos, cuando, por ejemplo, llevan ropa que les limitan los movimientos, se les permite adueñarse de una menor proporción de terreno, se les agujerean las orejas para que lleven pendientes o se les enseña que deben estar guapas para otras personas.
Así, chicos y chicas entran en la adolescencia habiendo aprendido que deben agradar al resto y dejarse arrastrar por las decisiones de las demás personas, de tal manera que lo que en su día supuso para un chico el no jugar a las muñecas para que no se rían de él, a estas edades conlleva el iniciarse en la toma de drogas para no quedar mal; y más adelante, en la explotación por parte de una empresa que se aprovecha de su carencia de un permiso por paternidad que debería ser obligatorio o en la sumisión a un Gobierno que decide si debe realizar o no el servicio militar. Y lo que en su momento supuso para una chica el procurar ser bonita, en estos momentos implica esconder su menstruación, no acostarse con muchos hombres (o sí hacerlo con quien le dicen, para no quedar como una frígida histérica), callar una violación o caer en la anorexia ya que de su peso dependerá que sea o no sea agradable a la vista de otras personas; y más adelante, soportar los malos tratos de un personal médico durante el parto.
Y así, poco a poco, con ese "no pienses en ti y agrada al resto", en ese "tu cuerpo no te pertenece y sobre él no tienes ni poder ni decisión", nos topamos con la maltratada Anastasia en 50 sombras de Grey, que, como toda mujer que cree estar siendo amada a causa del mito del amor romántico, se adentra en el más puro control y sometimiento bajo la excusa de está teniendo una relación sadomasoquista; nos encontramos con chicos y chicas que piensan que las chicas debe complacer a sus parejas; e incluso a chicos que han sido violados por haber optado por complacer a sus novias cuando solo ellas tenían ganas de sexo, pero no lo perciben como tal.
La semilla que pone las condiciones para condicionar a varones y mujeres a que se dejen maltratar o abusar, es el constante mensaje que se les inculca desde su más tierna infancia sobre que su cuerpo no les pertenece y que está sujeto a la decisión, al uso y al disfrute de quienes se hallan a su alrededor.
Así pues, como ciudadanos y ciudadanas en general, y como padres y madres en particular, la premisa base para evitar este tipo de cosas es la de darnos cuenta que las criaturas no son objetos de nuestra propiedad, sino que son seres humanos que se pertenecen única y exclusivamente a sí mismos.
Solo cuando comprendamos esto, podremos darles de comer enseñándoles que es algo bueno para su cuerpo y no para sentirnos bien; que no son muñecos y muñecas que deben llevar pendientes, lazos y otros atuendos solo para agradar nuestra vista; que no son futuros cuerpos desechables que han de dar su vida por la nuestra propia en una guerra; ni trozos de carne que se usan y tiran a nuestro antojo para nuestro propio placer.
Desde luego, motivos por los cuales una persona calla y tolera un abuso o un maltrato, no faltan; y en otro momento haré un texto explicando algunos. Pero esto de lo que he hablado en esta entrada es, en mi opinión y sin duda, la causa principal de toda sumisión.
Desgraciadamente, vivimos en una sociedad en la que se enseña a las mujeres a no ser acosadas por la calle, en lugar de a los varones a no acosar; que quien sufre y se queja, es débil o tiene un trastorno mental; que la persona violada se lo merece por no gritar lo suficiente; y que aquel o aquella que padece malos tratos, se lo busca por permanecer con quien le agrede.
Por ello, cada vez que nos hallemos ante un o una imbécil que se cree que nuestro ser puede ser utilizado a su antojo, no dudemos en gritar que:
La semilla que pone las condiciones para condicionar a varones y mujeres a que se dejen maltratar o abusar, es el constante mensaje que se les inculca desde su más tierna infancia sobre que su cuerpo no les pertenece y que está sujeto a la decisión, al uso y al disfrute de quienes se hallan a su alrededor.
Así pues, como ciudadanos y ciudadanas en general, y como padres y madres en particular, la premisa base para evitar este tipo de cosas es la de darnos cuenta que las criaturas no son objetos de nuestra propiedad, sino que son seres humanos que se pertenecen única y exclusivamente a sí mismos.
Solo cuando comprendamos esto, podremos darles de comer enseñándoles que es algo bueno para su cuerpo y no para sentirnos bien; que no son muñecos y muñecas que deben llevar pendientes, lazos y otros atuendos solo para agradar nuestra vista; que no son futuros cuerpos desechables que han de dar su vida por la nuestra propia en una guerra; ni trozos de carne que se usan y tiran a nuestro antojo para nuestro propio placer.
Desde luego, motivos por los cuales una persona calla y tolera un abuso o un maltrato, no faltan; y en otro momento haré un texto explicando algunos. Pero esto de lo que he hablado en esta entrada es, en mi opinión y sin duda, la causa principal de toda sumisión.
Desgraciadamente, vivimos en una sociedad en la que se enseña a las mujeres a no ser acosadas por la calle, en lugar de a los varones a no acosar; que quien sufre y se queja, es débil o tiene un trastorno mental; que la persona violada se lo merece por no gritar lo suficiente; y que aquel o aquella que padece malos tratos, se lo busca por permanecer con quien le agrede.
Mas lo que nos debe quedar claro es que si alguien nos maltrata o nos viola, no es nuestra culpa, sino de esa persona; si alguien nos chantajea o amenaza, no nos lo merecemos; si alguien cree que tiene derecho sobre nuestro cuerpo, lo cierto es que no es así
Mi cuerpo es mío y se respeta;
sobre él prima mi decisión.
No es ni tuyo, ni del Estado, ni de una secta;
y cuando digo no, es no.
7 comentarios:
Pamplinas. No me trago que una piba no pueda liberarse de un hombre que la cachetea. Si se queda con él es su culpa dejarse golpear tanto... Además, en ocasiones la mujer provoca la ira del varón vistiendo como zorra, calentando su polla, comprando muchos bolsoss...
Quizá, anónimo o anónima, no debería haber publicado tu comentario, empero como este tema me toca muchísimo los huevos, me he decantado por hacerlo y responderte.
En primer lugar, si no te han maltratado nunca, imagino que hablas desde la más absoluta ignorancia, así que quizá deberías buscar a gente que sí lo haya sido, charlar un rato, documentarte, abrir tu mente... No sé; cualquier cosa que dar por hecho de buenas a primeras que una persona que dice que padece un determinado problema y no lo denuncia, es que está mintiendo.
En segundo lugar, imagino que si alguien entra mañana a robar en tu casa, te culparás a ti del robo, porque obviamente, la culpa no la tiene quien te ha robado, sino que la tienes tú por no haber cerrado bien la puerta de casa o por no haber trabajado más horas a partir de las cuales ganar un dinero extra con el que poder comprarte un buen sistema de seguridad. E imagino también que si mañana pasas el semáforo y algún conductor o alguna conductora se lo salta y te atropella, la culpa será tuya por no haber desarrollado poderes telepáticos y haber previsto lo que iba a pasar.
Por último, me parece curioso que solo enfoques tu comentario contra las mujeres. ¿Será, quizá, que para ti no hay varones maltratados y violados? ¿Puede ser, a lo mejor, que opinas que hay que maltratarlas y violarlas a todas, por vestir como les dé la gana y por decirte que no cuando tienes ganas de sexo? ¿O tal vez simplemente pienses que solo las mujeres son unas brujas perversas que inventan abusos y otros tipos de daños?
Si eres chica, espero que no te ocurra nada malo algún día, porque lo que dices atenta contra ti misma. Y si eres chico... bueno, a parte de que no eres más que un machista y misógino, te diré que vigiles bien tu culo, porque fomentando ideas como la tuya, un día te sucederá algo, lo denunciarás y solo se reirán de ti.
"comprando muchos bolsoss"
O_o
Troll detected :p
La verdad, no me gusta nada que se use la palabra "troll". Se emplea contra gente que no está de acuerdo con lo que pensamos; y en lugar de aportar argumentos, acaba dando bola a los insultos y las peleas.
Un saludo.
Gracias.
Enhorabuena por la entrada. La voy a difundir todo lo posible, si no te importa, haré copias y repartiré en la calle,la publicaré en Alejandra (aquí se puede acceder a todos los números: http://www.mundolibertario.org/libros_y_fanzines/autor/lka/), si me dejas, ya la he compartido por Facebook. Creo que lo tiene que leer todo el mundo, es imprescindible.
Me ha descubierto mucho.
Un abrazo.
Este es un espacio libre de propiedad intelectual. Puedes hacer lo que quieras, sin siquiera pedirme permiso. ;)
Saludos.
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