lunes, 24 de octubre de 2011

Ser un individuo dentro de un grupo.

Hoy, una profesora nos ha hecho unas preguntas al grupo de clase:

¿Qué es más importante, el individuo o la sociedad? ¿Cómo deberíamos educar: para formar personas o para construir una sociedad?  ¿La educación debe servir al propio individuo o debe ser un instrumento para formar un modelo de sociedad?

La clase nos hemos dividido en tres posiciones diferentes:

1- Quienes apoyaban que la educación debe servir para una sociedad, en tanto que la sociedad forma al individuo.

2- Quienes apoyaban el individualismo a ultranza, porque somos los individuos quienes formamos la sociedad y porque sólo así puede formarse personas libres.

3- Y la postura en la que me encuentro yo: Quienes opinamos que hay que formar individuos sociales, individuos dentro de la sociedad.

Quienes estaban a favor de la primera postura, indicaban que, ya que la sociedad construye al individuo y el individuo será, por ende, conforme está construida la sociedad, hay que centrarse en el conjunto, moldear ese conjunto, y por tanto estar la educación orientada a formar una sociedad mejor.

Quienes estaban a favor de la segunda postura, argüían que una educación orientada a modelar la sociedad, en vez de estar dirigida a cada persona por su parte, es una educación esclavizadora, porque entonces la educación se emplea como un medio para lograr algo y no como un fin en sí mismo.

Yo, por mi parte, pienso esto segundo, que la educación debe estar orientada a formar ciudadano/as libres y a ayudarles a mejorarse para intentar alcanzar la plenitud física, psicológica, moral, artística, etc. No obstante, también tenemos que tener en cuenta que vivimos dentro de una sociedad, y por tanto, también hay que educar en valores que lleven a esos individuos a cooperar, a ayudarse los unos a los otros, a vivir y convivir en sociedad.

Por consiguiente, pienso que hay que enseñar, como indica el título de la entrada, a ser un individuo dentro de un grupo.

Si tenemos en cuenta el individualismo a ultranza, corremos el riesgo de formar una sociedad cuyos individuos no tengan cohesión, sin sentido de grupo, que miran sólo por sí mismos y sin fuerza ante cualquier grupo que surja 

Un ejemplo de esto es lo que le están ocurriendo a los/as feministas: antes tenían unión, pero ahora no se ponen de acuerdo ni siquiera en qué es el feminismo, y acaban peleándose entre sí.

Otro ejemplo puede encontrarse en el racismo: en vez de verse a todas las personas como seres humanos que forman parte del mundo y que deben respetarse, se desprecia a aquellas que no pertenecen a la misma nación o raza.

Si tenemos en cuenta a la sociedad solamente, olvidando a las personas en particular, corremos el riesgo de tener un grupo al cuál se le puede adoctrinar fácilmente, que puede ser dirigido de igual forma guía un/a pastor/a a sus corderos.

El ejemplo puede encontrarse en la educación sexista: Se forman dos grupos aislados (varones y mujeres), y a cada grupo, en donde no se tienen en cuenta las características individuales, se le educa conforme a unos patrones (pre)establecidos, y todos/as responden por igual. 

Otro ejemplo puede ser la educación conductista proporcionada en la II Revolución Industrial, en donde a la clase trabajadora, que se quedaba estancada en un nivel formativo en la escuela, se la educaba para trabajar mecánicamente en las fábricas, creando una producción en cadena (fordismo).

Por este motivo, en tanto que apoyo la educación como un derecho y un fin en sí mismo para cada persona, y en tanto que centrándonos en cada punto por separado (individuo contra sociedad), podemos caer en los problemas que he ejemplificado, opto por enseñar a cada persona a ser un sujeto libre y autónomo que sepa convivir en sociedad.

Con esto, pienso, tendríamos las siguientes ventajas:

- Llegarían a formarse grupos diferentes que se respeten los unos a los otros, y en donde cada individuo pueda criticar a los otros grupos, al propio grupo y a sí mismo.

- Evitaríamos el adoctrinamiento de masas, al poseer cada individuo también una ideología propia.

- Tendríamos en cuenta los procesos cognitivos propios de cada persona en particular a la hora de enseñar o educar, pero a su vez no olvidaríamos que la enseñanza y la educación surgen dentro de un ambiente grupal (para que pueda haber educación, se precisa a alguien que eduque y a una persona que esté siendo educada).

- Seríamos capaces de diferenciar entre hombres y mujeres, pero al mismo tiempo veríamos personas.

- Podríamos fomentar la globalización y la interculturalidad, sin que eso supusiese la inhibición de la identidad propia y la cultura de cada pueblo.

- No habría racismo, al ver a las personas de diferentes pueblos o etnias como seres diferentes e iguales al mismo tiempo.

- Nos ayudaríamos los/as unos/as a los/as otros/as, sin dejar de ayudarnos a nosotros/as mismos/as. Y por tanto, buscaríamos nuestro propio bien, sin olvidar el bien a los/as demás.

- La diversidad y la igualdad irían unidas de la mano.

Y es que, al fin y al cabo, la sociedad construye al individuo, sí, pero también, al mismo tiempo, para poder transformar la sociedad, primero tenemos que transformarnos a nosotros/as mismos/as.

No hay individuo sin sociedad, ni sociedad sin individuos.
Es la pescadilla que se muerde la cola...

jueves, 20 de octubre de 2011

El halcón y el águila. Cómo formar un amor sano y más duradero.

Fuente: He sacado el siguiente cuento del blog Historietas con y sin moraleja, de Misteriosa.

Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la tienda del consejero de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu....

-Nos amamos... -empezó el joven.

-Y nos vamos a casar... -dijo ella.

-Y nos queremos tanto que tenemos miedo. Queremos un hechizo, un conjuro, o un talismán, algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos, que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte.

-Por favor -repitieron-, ¿hay algo que podamos hacer?

El viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes, tan enamorados y tan anhelantes esperando su palabra.
-Hay algo -dijo el viejo-, pero no sé... Es una tarea muy difícil y sacrificada. Nube Azul. ¿Ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte, si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena. ¿Comprendiste?

-Y tú, Toro Bravo -siguió el brujo-, deberás escalar la montaña del trueno, cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Azul. ¡Salgan ahora!

Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur.

El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas, eran verdaderamente hermosos ejemplares...

-Y ahora qué haremos... -preguntó el joven-. ¿Los mataremos y beberemos el honor de su sangre?

-No -dijo el viejo.

-¿Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne? -propuso la joven.

-No -repitió el viejo. -Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero, cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.

El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El águila y el halcón intentaron levantar el vuelo pero sólo consiguieron revolcarse por el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.

Éste es el conjuro:

Jamás olviden lo que han visto: son ustedes como un águila y un halcón, si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse el uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure... ¡vuelen juntos... pero jamás atados!

domingo, 16 de octubre de 2011

Déjate sentir.

Cuántas veces nos habremos hecho daño de pequeños/as y, mientras llorábamos, enseguida se acercaba nuestro padre, nuestra madre, nuestro/a abuelo/a, quien fuese, y, abrazándonos, nos decía tranquilamete: "Tranquilo/a. Ya ha pasado" o "No te preocupes, esto pasará pronto" o "No estés triste, que te pones feo/a".

Y así sucesivamente a lo largo de nuestra vida, contándonos frases para calmarnos, que realmente lo que hacían era decirnos indirectamente "No te sientas así. Debes (¡debes!) estar bien".

Es una educación basada en no dejar sentir. Es una educación basada en la eliminación de los duelos.

Y no estoy de acuerdo con interrumpir los duelos. Creo que cuando una persona se encuentra mal hay que apoyarla, estar junto a ella, abrazarla, acompañarla... pero nunca incitarla a abandonar sus sentimientos, a no dejarse sentir.

Por ese motivo, mucha gente, cuando le preguntamos: "¿Qué te ocurre?", responde: "Nada", y se esconde.
Por ese motivo mucha gente, cuando tiene un problema, acaba teniendo uno segundo: el de sentirse mal por estar mal. Piensan: "No debería sentirme así. No es normal", cuando es lo más normal del mundo tener problemas y sentirse mal a causa de ellos.

Opino que el enseñar a interrumpir los duelos es algo que surge por egoísmo, aunque no nos demos cuenta y lo hagamos con la mejor intención. Nos sentimos mal de ver mal a esa persona a la que amamos, y para no sufrir junto a ella, le pedimos, consciente o inconscientemente, de un modo u otro, que deje de estar así, porque nos hace daño.

Por este motivo, pienso que deberíamos dar una educación no sólo racional, basada en el enseñar a pensar, sino que también emocional, con la que los sujetos aprendan a conocerse a sí mismos, en la que las personas aprendan a mirar a sus adentros y a conocer sus emociones. A dejarse sentir.

Porque si no, a este paso, lo único que veo es que en el futuro la gente no tendrá sentimientos (como ocurre, por ejemplo, en el libro 1984, de George Orwell), o acabará la gente tomando soma (una droga que da la felicidad y que es consumida por los/as habitantes del libro Un mundo feliz, de Aldus Huxley). De hecho, vamos ya encaminados/as por ambos caminos. Hay mucha gente que es insensible ante lo que le ocurre a la gente de su alrededor; y por otro lado, a su vez, hay mucha gente tomando antidepresivos y otras sustancias, esperando encontrar desastrosa e inútilmente la rápida y efímera felicidad en ellas.

Es por eso que también opino que las personas dedicadas a la psicología clínica o a la psiquiatría, antes de ponerse a analizar la situación de sus pacientes con la mente (ese típico: "vamos a ver qué le ocurre a éste/a y de dónde viene su problema), deberían dedicar un tiempo para que sus clientes (no me gusta la palabra pacientes, porque trata a la gente que se siente mal como enferma, y no creo que el hecho de no estar feliz en todo moento sea síntoma de alguna enfermedad) puedan dejarse sentir, puedan explorar su interior y vivir sus emociones, y para que los/as propios/as psicólogos/as (o la persona que esté acompañando, no curando, a quien se encuentra mal) pueda empatizar, intimar e intentar comprender desde el corazón. 

Les animo a enseñar acompañar mediante abrazos, besos y expresiones de comprensión a los niños y las niñas cuando se sienten mal, y a dejarles sentirse como se sienten.

Les animo a que la próxima vez que veamos a alguien que está mal, no digamos frases de tipo:

- No llores, que te pones feo/a: Porque llorar es bueno, es sano, es lo que necesita esa persona en ese momento, es lo que le ayuda a dejarse sentir.

- Ya ha pasado todo: Porque es mentira. Se siente mal, por lo que no ha pasado todo.

- Sé cómo te sientes: Esto es incierto, dado que, aunque podamos tener una idea porque hayamos por una situación similar, cada cual siente de forma diferente.
-Ya saldrás de este problema. Ya pasará: En ese momento lo que importa es el dolor que se siente en el instante (por ejemplo, en caso de haber cortado una relación de pareja, lo que imoporta es el dolor por la ruptura, no el hecho de si dejará de sentirse uno/a así en el futuro, o si se amará o no a otra persona posteriormente). Se vive en el presente, y por ende se siente en el presente, no en el futuro.

Y en su lugar, mejor comentemos:

- Siento que te haya pasado esto. Estoy contigo: Es una frase que indica que te acompañan en tu duelo.

- Si tienes que llorar, llora; no te cortes: Con esto animamos a afrontar el duelo y hacemos saber que nadie le va a juzgar por llorar.

- También puede no decirse nada o dar a conocer que no sabemos qué decir: Es más importante acompañar a esa persona y que se sienta escuchada, que lo que digamos.

Y sobretodo, animo a las personas que se sienten mal a no esconder sus emociones, a abrirse, a dejarse sentir, aunque por ello nos señalen, nos critiquen o nos juzguen.


Jorge Bucay, en su libro Cartas para Claudia, escribió:

Me duele tu enfado.
Me duele tu tristeza.
Me duele tu enojo.
Pero lo que más me duele es tu silencio…

Sentir que te escondes de mí.
Que estás detrás de tus “no sé”.
Que, como el tango: te busco y ya no estás.
¿Necesitas una excusa para separarte de mí?
Puedo subir la montaña más alta con tu ayuda.
Sin ti, me cansa hasta jugar al escondite.
Me cansa saltar obstáculos.
Me cansa pelearme con tu orgullo.
Me cansa golpear la puerta
que ambos queremos que se abra
y tú mantienes cerrada.

No creo en tu confusión, sino en tus frenos.
No creo en tu “tiempo”, sino en tu orgullo.
No creo en tu odio, sino en tu frustración.
No creo en tu conducta, sino en tu sentir.

Me siento como el ciego
del poema de Rafael de León,
“que agita su pañuelo llorando
sin darse cuenta de que el tren
hace rato que ya ha partido...”

¡Ven! 
¡Abre!
¡Habla!
¡Pelea!

¡Qué estoy aquí!

lunes, 10 de octubre de 2011

En contra de las calificaciones.

Fíjense en los niños y en las niñas de corta edad. Fíjense en su mirada, en cómo lo observan todo con la máxima atención y una gran motivación. Corretean de un lado a otro... Observan esto y aquello... Preguntan... ¡Preguntan mucho! "¿Qué es esto?" "¿Y esto otro?" "¿Por qué...?" Muestran un interés gigantesco por aprender, por comprender, por saber. Son muy curiosos/as. Y lo mejor de todo es que no precisan de nadie que les obligue a aprender. No necesitan de nadie que les diga "Debes leer esto", o "Tienes que estudiar esto otro para la semana que viene". No. Su interés por aprender proviende de sí mismos/as. Y para mí eso es maravilloso.

Existe un refrán popular que suele decirse mucho y que reza así: "La curiosidad mató al gato". A esto, la respuesta óptima, bajo mi punto de vista, sería: "Por lo menos, el gato murió sabiendo. Usted fallecerá ignorante". Aunque bueno, para mí que la curiosidad no llegó a matar al gato, sino que le hizo más sabio.

Ignorancia... Eso es lo que más se fomenta en la escuela. Y se fomenta, pienso, por culpa de las calificaciones. Calificaciones que matan, que destruyen, ese interés natural de los niños y de las niñas por conocer. Calificaciones que evaporan la curiosidad del gato.

He conocido a personas que en la presentación inicial de una asignatura, no se preguntan: "¿Qué aprenderé?", sino que más bien, por contra, se cuestionan: "¿Será fácil aprobar con este/a profesor/a?" De hecho, tengo amigos/as y compañeros/a que me suelen comentar cuando voy a echar la matrícula y a elegir las asignaturas: "Cógete esta asignatura, que es muy fácil de aprobar. Solo tienes que ir a unas cuantas conferencias que no tienes ni por qué esuchar... y tendrás un aprobado seguro".

¿Y de qué me sirve aprobar a mí si nada he aprendido? ¿De qué me sirve a mí como futuro pedagogo una buena calificiación si al final de mi carrera no sé nada?

¡Dichosas calificaciones! Solo hacen que la gente se centre en el premio (aprobado) o en el castigo (suspenso) que recibirán tras su evaluación. Fomentan, sobre todo, la competitividad por obtener el mejor rendimiento, pero no el mejor provecho para uno/a mismo/a.

Por este motivo, opino que en Infantil, Primaria y Secundaria, no deberían existir las notas académicas (1). Deberían existir una serie de evaluaciones continuas a lo largo del curso (como ya he dicho en otras ocasiones, no estoy de acuerdo con los exámenes como instrumento para evaluar, sino con otros métodos; pero eso lo trataré en otra entrada) que sirvan para orientar al alumnado y hacerle saber cuánto ha aprendido, en qué nivel se encuentra su aprendizaje. Y para eso no hace falta una calificación. Es más, la calificación no orienta, pienso, ni lo más mínimo. ¿Qué me dice a mí una calificación alta sobre mí mismo? Muy poco... llegando incluso a nada. Puede ser que realmente sepa mucho o puede que tenga la suerte de que me hayan preguntado lo único que sabía. Pero en verdad no me dice nada sobre mí. No me aporta nada. Cuando a Juan le decimos "has sacado un 7" y a Ana "has sacado un 4", no le aportamos nada más que un número. Con ello no les decimos "Juan, has hecho esto bien y sabes esto... pero te falta por mejorar en tal cosa", y "Ana, aún te queda por mejorar, pero ánimo, que puedes aprender mucho con un poco de empeño".

No. Con las calificaciones el alumnado se queda con un número, con una simple clasificación: Tú sabes, tú no sabes; tú eres listo/a, tú eres tonto/a. Y no sólo se quedan con una absurda clasificación, sino que además... la clasificación es, para mí, inhumana, ¡y puede ser incluso extremadamente equívoca! ¿Han conocido alguna vez a un/a compañero/a que no sabían absolutamente nada de la materia, pero que copiaron en el examen y obtuvieron una buena nota? Una nota injusta y errónea; una buena calificación que muestra que ese/a alumno/a sabe, pero eso es incierto. Una calificación que no sólo no muestra nada al individuo, sino que da una idea equivocada de él/ella.

Por eso, en lugar de ponerles una nota, una marca, premiarles o castigarles con la calificación, clasificarles, opino que lo apropiado es orientar, guiar, los/as discentes, y no ponerles una etiqueta. Considero más apropiado estar junto a los niños y las niñas, y ofrecerles un buen y verdadero conocimiento de sí mismos/as; orientarles en su proceso de aprendizaje; hacerles partícipes del proceso de enseñanza-aprendizaje; hacerles partícipes de la evaluación, evaluándose también ellos/as, auto-criticándose (de forma positiva y constructiva); ayudarles a darse cuenta de qué saben y qué no; mostrarles cómo pueden mejorar y crecer.

Y así, no tendremos que motivarles para aprender... sino que tan sólo tendremos que mantener viva la llama del interés natural que ya reside en ellos/as.


Notas:

(1)- Con esta entrada me refiero exclusivamente a Educación Infantil, Educación Primaria y a Educación Secundaria, porque en los niveles formativos el aprendizaje ya no es sólo para uno/a mismo/a, sino que además el hecho de que alguien sepa o no sepa influye en las demás personas. Me explico: si yo sé quiénes son Isaac Newon y Simone de Beauvoir, es algo que me repercute a mí; pero si yo obtengo el título de Licenciado (o ahora con el nuevo Plan Bolonia, el de Graduado) en Medicina y no conozco nada de medicina, puedo fácilmente acabar con la vida de otra persona. Por este motivo, en Formación Profesional y en la Universidad, niveles de estudio en los cuales el conocimiento o no de algo puede repercutir seriamente en la vida de los/as demás, sí creo conveniente clasificar de algún modo quién está preparado/a y quién no para ejercer la profesión. 



"El que sólo busca la salida no entiende el laberinto, y aunque la encuentre, saldrá sin haberlo entendido" (José Benjamín).

sábado, 8 de octubre de 2011

lunes, 3 de octubre de 2011

La educación feminista y la libertad de elección.

Los varones y las mujeres no somos iguales. Eso es algo de lo que no me cabe la menor duda. Y es algo con lo que estoy absolutamente de acuerdo con los y las feministas de la diferencia. Lo único en lo que estoy de acuerdo con ellos/as. Y es que hay un factor que olvidan los/as feministas de las diferencias, y es por ello por lo que difiero tanto con estas personas: olvidan que tampoco somos iguales entre todos los varones y que tampoco son iguales entre todas las mujeres. Es decir, que las personas somos individuos únicos e irrepetibles en el mundo.

El feminismo de la diferencia se equivoca en dividir la especie humana en dos grupos, varones y mujeres, y en base a esta dicotomía nos atribuyen una serie de características diferentes a cada sexo. Según las y los feministas de la diferencia, o mejor dicho, según las personas sexistas, los varones somos todos, sin excepción, fuertes, brutos, insensibles, competitivos, agresivos, nos gusta trabajar y no dedicarnos al cuidado de nuestras crias, adoramos a las mujeres maquilladas y con tacones altos, etc, etc. Asimismo, según estas personas, las mujeres son todas dulces, sensibles, débiles, tiernas, rebosantes de amor, sólo piensan en el cuidado de sus hijos/as y nunca en el sexo, etc, etc. Y esto es un error. Lo cierto es que, como dije al comienzo, cada ser humano es un ser único e irrepetible. El simple hecho de nacer hombre o de nacer mujer no determina ni nuestro temperamento, ni nuestros gustos, ni nuestros deseos. En todo caso, en un principio podría condicionar, pero nunca determninar. Nada tengo yo que ver con Adolf Hitler, ni con Stalin, ni con Leo Messi, ni con Orlando Bloom. Nada tiene que ver mi abuerla con Julia Robers, ni con María Montessori, ni con Hipatia de Alejandría, ni con Valerie Solanas, ni con Angela Merkel.

"Yo soy yo y mis circunstancias", decía el filósofo José Ortega y Gasset. ¡Y cuánta razón tenía!

Podría presentarles a varios varones sensibles, tiernos, cariñosos, que se fascinan ante los/as bebés y que están dispuestos a tomar una baja por paternidad... Y, a su vez, podría mostrarles ejemplos de mujeres que maltratan a sus hijos/as, que son brutas, insensibles, competitivas, etc. Por si así lo desea, para hallar pruebas de estas diferencias de carácter individual e impulsados por la cultura y la educación, y no por la naturaleza, le recomiendo, entre otras muchas que podría citar, la lectura de los estudios sociológicos de Margaret Mead. Dos libros que me parecen sumamente interesantes de esta mujer, son: Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas, y Sexo, adolescencia y cultura en Samoa.

Así pues, con esto queda claro que no habríamos de hablar de hombres y mujeres, o mejor dicho, no deberíamos hablar del varón y de la mujer (porque es lo que hacen las personas sexistas y los/as feministas de la diferencia: hablan del varón, refiriéndose al conjunto de los hombres; y de la mujer, generalizando a todas las mujeres, cuando realmente lo que pretenden es hablar por sí mismas. Lo que quiero decir es que un hombre o una mujer deja de ser, para estas personas, un hombre o una mujer, para dar lugar al hombre y la mujer, como conjunto estereotipado). En su lugar, pienso, haríamos bien en hablar de personas, de seres humanos.

Pero lo peor, bajo mi punto de vista, se encuentra no sólo cuando se nos atribuyen una serie de supuestas caracterísitcas que tenemos por el mero hecho de ser varón o mujer. Lo peor viene cuando llegan a más: cuando nos insertan dentro de un papel fijo, preestablecido e inamomible; cuando nos introducen en una serie de roles que debemos cumplir sólo por tener pene y testículos o vagina y clítoris.

¿Por qué yo, por haber nacido varón, he de dedicarme exclusivamente a proveer dinero para mantener a mi familia mientras mi pareja se dedica al cuidado de la casa? ¿Por qué mi pareja, por el simple hecho de ser mujer, debe dedicarse exclusivamente a las labores domésticas? Ojo, por favor, fíjense en que no estoy diciendo que la mujer deba trabajar mientras el hombre debe cuidar a sus hijos/as, ni que esté mal que una mujer sea ama de casa. A lo que me estoy refiriendo es a por qué ese papel fijo debe darse en todo varón y en toda mujer siempre, sí o sí, y sólo porque lo diga la sociedad. ¿Y si yo quisiera coger una baja por paternidad? ¿Y si mi pareja quiere trabajar? ¿Y si ambas partes, mujer y hombre, desean desempeñar ambos roles? ¿Y si ni el hombre ni la mujer quieren tener hijos/as y exclusivamente quieren elegir, libremente, la opción de trabajar? ¿Y si una familia opta por mantener los roles tradicionales pero de forma invertida? Y, por qué no, ¿qué malo habría en que una familia decida tener la postura tradicional?

Por supuesto, existen ciertas diferencias entre hombres y mujeres que sí son generales a cada sexo. Por ejemplo, las mujeres pueden gestar y parir, mientras que los varones no (y esto sin tener en cuenta que no ocurre tampoco este hecho en todas las mujeres. Las hay estériles o infértiles, y eso no las convierte en varones). Ahora bien, este hecho no debería implicar la obligatoriedad de llevar a cabo la función biológica.  Si una mujer no desea ser madre, no desea gestar y parir un/a hijo/a, ¿por qué habríamos de obligarla? ¿Porque es mujer y "es su función"? No. Indudablemente, para mí la posibilidad de hacer algo biológicamente no debería implicar tener que desempeñar la función de forma obligatoria. No quiero pensar lo que debe suponer para una mujer un embarazo no deseado (que no es lo mismo que un/a bebé no deseado/a. Puede no desearse tener la criatura en ese momento pero sí quererle); y mucho menos quiero pensar lo que ha de ser un parto no deseado (parir hay que hacerlo con tranquilidad, con la mente fija en ello, siendo respetada... Y si una mujer no desea hacerlo, no va a estar muy a gusto durante este proceso). Tampoco creo que a todos los varones, por mucho que digan que "a todos los hombres les encanta trabajar y sentirse importantes, aunque eso conlleve no permanecer junto a su cría, les encante pasar veinte horas trabajando y alejado por su familia (creo que la prueba de esto que digo está en que hay varones que piden derechos para los trabajadores y las trabajadoras). O por lo menos, a mí no me gusta (añado que a mí no, porque no quiero generalizar y cometer el mismo error de las personas sexistas).

El hecho de que un varón no pueda gestar o parir, no debería significar que los varones estén obligados a trabajar y a no poder cuidar de su prole. Si ese es el deseo de éste, y, más aún, de la pareja, ¿por qué prohibírselo? Criar, cuidar y educar a un/a bebé no es sólo cuestión de dar el pecho o haberlo parido. También necesitan caricias, protección, besos, cuidados básicos, amor, abrazos... Y esto son tareas que perfectamente pueden desempeñar los varones.

Y es que, al fin y al cabo...

La educación debe estar dirigida, bajo mi punto de vista, hacia la formación del individuo como persona, como ser humano, con una buena base moral, intelectual, física... y debe estar orientada siempre hacia la libertad del mismo. El fin último de la educación, pienso, debe ser la persona misma y no otro.

Empero, en un mundo en el que se segregan a las personas en función de su sexo (varón o mujer), en un mundo regido por las pautas sexistas o de los/as denominados/as feministas de la diferencia, la libertad no es posible, en tanto que el hombre y la mujer han de desempeñar unas funciones que no han elegido por su propia cuenta, sino que se les han sido impuestas por la sociedad, en primer lugar mediante la educación desde su niñez, y seguidamente mediante la promulgación de leyes que dificultan la elección (apenas hay bajas por paternidad, piensan dar una paga a las amas de casa pero no a los amos de casa en caso de haberlos o de querer haberlos, etc).

Por ese motivo opto por el feminismo de la igualdad. Y no es porque piense que hombres y mujeres somos iguales; como ya dije al inicio, somos diferentes. No es porque desee que todas las mujeres, sí o sí, vayan a trabajar. No es porque quiera que todas las mujeres, sí o sí, dejen a sus hijos/as únicamente en manos de sus parejas. No es porque desee que el hombre y la mujer se dediquen a la vez al trabajo y a las tareas domésticas de forma obligada. Ya lo digo y lo dejo bien claro: para mí, tanto el trabajo como el cuidado de una familia son funciones igual de importantes. Si no hubiesen personas a cargo de los niños y las niñas, las pobres criaturas no sobrevivirían. Y, al mismo tiempo, si no hubiesen personas que trabajan fuera del hogar, la sociedad no podría permanecer en pie.

Yo opto por el feminismo de la igualdad, porque es el feminismo que me trata como persona y no como varón, y por ende, no me introduce dentro de un grupo de características fijas, lo cual me lleva a tener la libertad de elegir lo que quiero hacer en mi vida. Opto por el feminismo de la igualdad  porque es el que me trata realmente por igual a una mujer; porque es el feminismo que no me hace desaparecer (para el feminismo de la diferencia no existen los hombres, sino "el hombre"; y tampoco existen las mujeres, sino "la mujer", y has de cumplir con lo que se te dice, porque si no eres un "hombre-mujer" (afeminado) y una "mujer-hombre" (machorra). ¡Qué tontería!).

Opto por el feminismo de la igualdad porque es a éste gracias al cual niños y niñas tienen el mismo currículum en la escuela, es decir, ambos sexos pueden estudiar matemáticas, lengua y literatura, conocimiento del medio, inglés, educación física... en vez de separarlos en "los chicos estudian química y las chicas costura y economía doméstica" (por cierto, no entiendo por qué estas asignaturas no se estudian en el Instituto. Siempre he pensado que a los/as jóvenes nos venría bien que nos enseñasen a desenvolvernos de forma autónoma cuando nos independicemos).

Opto por el feminismo de la igualdad porque es el que me permite estudiar pedagogía y estar con niños/as (tarea atribuida a las mujeres) mientras mi pareja estudia una ingeniería (labor socialmente asociada a los varones).

Opto por el feminismo de la igualdad porque es el feminismo que me permite elegir mi vida como individuo y no mi vida como varón.

A las personas que promuevan que los varones en general y las mujeres en general somos diferentes, en vez de tratarnos como a seres humanos individuales, solamente les pregunto: 

¿Por qué los niños y las niñas no podrían elegir jugar al balón o a las muñecas? 
¿Por qué los niños y las niñas no podrían elegir de qué color quieren vestir? 
¿Por qué los hombres y las mujeres no pueden elegir, sin que nadie les mire mal y les señale con el dedo, a qué quieren dedicarse? 
¿Por qué no una sociedad en la que no haya roles fijos, sino, en su lugar, roles opcionables e incluso rotables?
¿Por qué no una sociedad en la cual al varón y a la mujer se les den las mismas oportunidades, los mismos derechos, y el mismo respeto como persona y no como hombre o mujer? 

¿Por qué no una sociedad basada en el amor, la igualdad de trato y la libertad?

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Elogia a tus hijos/as por su esfuerzo.

Ser Filosofista, del blog Ser Filosofista, me ha pasado por correo un artículo muy interesante en el que se indica que es mejor elogiara los niños y las niñas por el esfuerza que realizan, y no tanto por su inteligencia. Muchas gracias, Ser Filosofista.

Os dejo con el artículo:

"Carol Dweck, psicóloga de Stanford, ha dedicado años a demostrar que uno de los elementos fundamentales de la educación satisfactoria es la capacidad de aprender de los errores (1). Sin embargo, acostumbramos a enseñar justo lo contrario. Enseñamos que si un niño comete errores, es que no es muy listo. El listo no comete errores, y además le elogiamos precisamente por ello, por ser listo. Pocas personas son las que elogian a los demás por su esfuerzo, y no por su capacidad innata.

Dweck realizó un experimento con más de 400 niños de doce escuelas de Nueva York: les sometía a una prueba muy fácil consistente en un puzzle no verbal. Una vez terminado, el experimentador decía la nota al niño, seguida de una frase de elogio. La mitad de los niños eran elogiados por su inteligencia; la otra mitad, por su esfuerzo.

A continuación, se les permitía escoger entre dos pruebas diferentes. La primera opción se describía como una serie de puzzles más difíciles, pero se decía a los niños que si lo intentaban, aprenderían mucho. La otra opción era un test fácil, parecido al que ya habían hecho.


Al idear el experimento, Dweck había imaginado que las distintas formas de elogio tendrían un efecto más bien moderado. Al fin y al cabo, era sólo una frase. Sin embargo, pronto quedó claro que el tipo de cumplido que se hacía a los alumnos de quinto grado influía espectacularmente en su posterior elección de las pruebas. Del grupo de niños felicitados por su esfuerzo, el 99 % escogió el conjunto de puzles difíciles. Por su parte, la mayoría de los chicos elogiados por su inteligencia se decidieron por el test más fácil.Cuando elogiamos la inteligencia de un niño, en realidad le estamos transmitiendo el mensaje: sé listo, no te arriesgues a cometer errores.

Los siguientes experimentos de Dweck también sugieren que este miedo al fracaso también inhibe el aprendizaje. Con el mismo grupo de grupo de niños se les sometió a otra prueba, en esta ocasión muy difícil, para comprobar cómo respondían al desafío. Los que hubieron sido elogiados por su esfuerzo en la primera prueba, trabajaron con denuedo para resolver el problema, implicándose con gran entusiasmo. Sin embargo, los niños alabados por su inteligencia se desanimaron enseguida, porque consideraban sus inevitables errores como señales de fracaso: quizá, en el fondo, pensaban, no eran tan listos.

La serie final de pruebas presentaba el mismo nivel de dificultad que la primera. En todo caso, los alumnos elogiados por su esfuerzo mostraron una mejora significativa: aumentaron su puntuación media un 30 %. Como esos niños estaban dispuestos a aceptar retos (aunque al principio ello significara fallar), acabaron rindiendo a un nivel muy superior. Este resultado era aún más digno de admiración al hacer la comparación con los alumnos que habían sido asignados al azar al grupo de los “listos”: sus puntuaciones bajaron una media de casi el 20 %. Para los niños “listos”, la experiencia del fracaso había sido tan desalentadora que en realidad experimentaron un retroceso".


Nota:

(1) - Les adjunto una entrada que hice, por si les interesa, relacionada con enseñar a equivocarse.

sábado, 24 de septiembre de 2011

El método socrático.

Sócrates (469-399 a. C) es considerado el padre de la filosofía. Frente a los sofistas, quienes se consideraban como maestros sabios, y que se preocupaban fundamentalmente por los temas científicos, Sócrates reivindicó la búsqueda de la verdad, pero ya no tanto sobre la realidad externa, el mundo, sino más bien sobre los valores humanos: lo que era o no justo, lo bueno y lo malo, etc.
A Sócrates le preocupa el ser humano desde todas sus perspectivas; en especial como sujeto moral. Y esta moral, para él, implica:

- Conocerse a uno/a mismo/a.
- Saber qué es bueno y qué es malo.
- Dirigir las acciones humanas al bien.

Es decir, hay que tratar de alcanzar la perfección.

Por ende, para él, el ser humano es un ser imperfecto que necesita aprender, mejorar, buscar la perfección. No es, a diferencia de cómo se consideraban los sofistas, un ser sabio que todo lo conoce. Sócrates decía "Sólo sé que no sé nada".

Y en base a la renovación y a la búsqueda de la verdad, Sócrates constituye un método basado principalmente en la dialéctica, el diálogo, la interactuación entre el maestro o la maestra y su discípulo/a; lo que trae consigo la comunicación docente (no necesariamente institucionalizada), la apertura del maestro o la maestra a sus educandos, las preguntas y respuestas como partes del diálogo, la suscitación de nuevos temas...

Las fases principales del método socrático, en el siguiente orden, son:

-La exhortación: Consiste en persuadir al interlocutor o la interlocutora para buscar la verdad. Por tanto, consiste en motivar al alumnado y hacer que se interese por el tema.

Recuerdo que una vez tuve un profesor de física y química que siempre comenzaba las clases con un experimento. Una vez cogió un cubo de gua y una cucharilla que llenó de sodio puro. Antes de introducir el sodio en el agua, nos preguntó "¿Qué pensáis que sucederá? ¿Se disolverá? ¿Saldrán burbujas?". Luego echó el sodio en el agua y salió una pequeña llama de él. "Oh. ¿Qué ha sucedido? -nos preguntó-. ¿Alguien lo sabe? ¿No? ¿Queréis que os lo explique y luego hacemos más experimentos?".

Este profesor era alucinante (y además este experimento lo hizo bien. Me acuerdo que hubo un día en que le salió mal y acabó echando tanta cantidad de sodio que quemó el techo y tuvo que coger un extintor, jajajaja).

- Después tenemos la indagación: Se refiere a la investigación, a la búsqueda de la verdad. La indagación se divide en dos fases:

-- La ironía, o acción de interrogar para salir de la ignorancia. Ésta fase me encanta. Siempre que explico unos ejercicios u otra cosa, hago preguntas que van guiando al niño o la niña. No me gusta eso de dar las respuestas y que éste/a lo va. Prefiero orientarle y que él/ella dé con la solución. Con esto, no solamente aprende, bajo mi punto de vista, mejor, sino que, además, al ser él o ella quien ha encontrado la respuesta por su propia cuenta, he notado que se siente más motivado/a. He tenido ocasiones en las que el niño o la niña, al encontrar la respuesta al ejercicio, dice: "Me ha salido", y se alegra. Sin embargo, cuando me encuentro en una situación en la que no soy capaz de hacer esto y me veo obligado a explicarlo de forma normal y a hacer yo el ejercicio, los/as niños/as suelen exclamar "Ah, ya lo entiendo. Gracias". La verdad, me gusta más cuando se sienten ellos/as dueños/as de su propio aprendizaje (Nota: Esto es lo que me ha sucedido a mí. No tiene por qué ser algo genérico).

Un ejemplo sería el siguiente: 

Si mis niños/as ven un elefante en un dibujo y me preguntan por él, en vez de responder directamente, les pregunto yo:

-¿Eso es un animal o qué es?
-Un animal, responden.
-¿Y dónde podemos buscar información de los animales?
-Me señalan un libro de animales que hay en la estantería.
-Vamos a buscar.

Sacamos el libro, buscamos y accedemos a la información; entonces empezamos a leer y les explico. Y de paso, mientras van buscando, se topan en el libro con animales nuevos que también les llaman la atención, y con una pregunta sobre los animales, acabamos viendo jirafas, monos, los elefantes, etc.

También se podría emplear un juego que me enseñó Euphorbia, del blog Euphorbia splendens, que empecé a poner en práctica los últimos días antes de irme del centro de prácticas, y que es muy divertido. Se trata de hacer definiciones por turnos. Se preguntan mutuamente "¿Qué es tal cosa?", y cuando le toca al niño o la niña responder, tiene que organizar su respuesta, para lo cual ha de pensar y buscar la información.

-- Por último, la mayéutica. Es la acción de "dar a luz"; "hacer nacer una verdad". Sócrates opinaba que tenemos un alma que proviene del mundo de las ideas. Allí el alma lo conoce todo, pero al venir a la Tierra lo olvida. La mayéutica consiste en hacer aflorar esos recuerdos olvidados. Consiste dar a luz el conocimiento que el alma almacena en su interior. Yo no tengo esas creencias del mundo de las ideas que tenía Sócrates, pero sí opino que, tal y como decía Plutarco, "la mente no es un vaso para llenar, sino una lámpara para encender". Hacer nacer una idea, en vez de introducirla en la mente, me parece lo óptimo, pues con ello se permite un pensamiento crítico, razonado, flexible, nacido del niño o la niña; y no una idea proveniente de la memorización y el adoctrinamiento.

El método socrático es un método que adoro, dado que me permite seguir plenamente mis ideas pedagógicas a la hora de encontrarme con el alumnado. Me permite ser un guía, más que un instructor. Me permite que las clases sean dinámicas, abiertas, participativas tanto por mi parte como por parte de los/as discentes. Me permite, en definitiva, hacer clases más divertidas, y no acabar dando esos sermones aburridos en los que el profesorado habla mientras el alumnado calla y traga.

Aquí les dejo, por si les interesa,  el link del libro Menón, de Platón, en el que Sócrates tiene una conversación con Menón, y emplea su método para indagar sobre la vitud: http://proyectotelemaco.wikispaces.com/file/view/Menon.pdf

jueves, 15 de septiembre de 2011

Todos/as somos egoístas.

Sinceramente, opino que todas las personas del mundo somos, sin excepción alguna, egoístas, y que, por lo tanto, todo lo que hagamos, siempre, siempre, será para nuestro propio beneficio. Ahora bien, conviene que dicte los dos tipos de egoísmo que distingo:

-Egoísmo negativo: Es aquel a lo que denominamos como egoísmo, y consiste en, según el diccinario, un excesivo amor o aprecio que tiene una persona por sí misma, y que le hace atender desmedidamente a su propio interés, sin preocuparse de las demás personas.

-Egoísmo positivo: Considero que surge el egoísmo positivo cuando buscamos realizar un bien a otra persona. Esto es lo que se le denomina altruismo. Pero, ¿por qué lo denomino egoísmo positivo en vez de altruismo? Por la siguiente razón:

Por que todo bien que hacemos a otra persona, en mayor o menor medida, consciente o inconscientemente, de un modo u otro, y aunque parezca mentira, nos supone algún beneficio.

Por muy mal que lo pasemos haciendo algún bien a otra persona (aunque tal acción nos lleve a la muerte), realmente tal situación era lo que más nos convenía o lo que más deseábamos, porque de no haber actuado así, posteriormente nos sentiríamos mal con nosotros/as mismos/as, nos arrepentiríamos y no nos lo podríamos perdonar. Realmente cuando somos altruistas, es porque nos sentimos mejor con nosotros/as; porque de un modo u otro, aunque sólo sea de una manera moral, interna, psíquica, inconsciente, espiritual (como se desee llamar), llevar a cabo esa acción nos reconforta.

Opino que debemos ser conscientes, por lo menos, de que no podemos reprochar siempre y desmedidamente a las demás personas ser egoístas. ¿Por qué? Porque cuando alguien te dice "eres un/a egoísta", realmente te lo está diciendo por puro egoísmo. Esa persona no quiere que seamos egogístas con ella, porque lo que desea lo quiere para sí misma. Cuando alguien te llama egoísta, lo que quiere decir es "No pienses en ti. Piensa en mí".

¡Ojo! Con esto no alego que el mundo deba ser negativamente egoísta. Pienso, sin duda alguna, que lo mejor es aprender a ayudarnos y a compartir; es decir, a ser positivamente egoístas. Pero no olvidar, en primer lugar, que cuando enseñamos el, a mi entender, mal llamado altruismo, lo hacemos por egoísmo, y en segundo término, que jamás llegaremos a ser verdaderamente altruistas (¿Cómo podemos llegar a amar al cien por cien a otra persona si en primer lugar no nos apreciamos a nosotros/as?).

Creo, sinceramente, que la clave está en la fórmula que dejó Jesús de Nazaret:

Amar al prójimo como a ti mismo.

Para mí la clave está en esta expresión, gracias al como. Si amas a alguien como a ti mismo/a, significa que no te amas por encima de toda persona, pero al mismo tiempo tampoco te amas por debajo. No te pones ni en una posición de superioridad ni en una posición de inferioridad. Si amamos a alguien como a nosotros/as mismo/as, será un amor en condiciones de igualdad. Con lo cual, somos egoístas porque nos amamos, pero al mismo tiempo somos altruistas porque también amamos a las demás personas. En resumen, acabamos siendo egoístas de un modo positivo... Hacemos el bien a las demás personas, al mismo tiempo que también nos lo hacemos a nosotros/as.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Yo no me considero superior a mis alumnos/as.

A lo largo de la vida, e incluso actualmente, mucha gente ha concebido y concibe la relación educador/a - educando como una relación de jerarquías, en donde quien educa se encuentra por encima de la persona que es educada. Y, sobretodo, dicha relación se establece a raíz de la autoridad; una autoridad adquirida gracias al poder que se le otorga a los/as educadores/as sobre sus educandos, en la cual se lleva a cabo la voluntad inamovible e incuestionable de quienes educan.

Pero yo no concibo dicha relación como una relación de poder, como una jerarquía en la que una parte domina sobre la otra. Yo veo la relación entre un/a docente y sus discentes como una relación entre iguales; entre dos personas que comparten parte de su mundo, de su vida, de sus intereses, de sus ideas... de sí mismas.

Yo no soy un genio frente a un/a imbécil. Somos, simplemente, dos personas con experiencias diferentes. Y esta es mi única ventaja: que yo tengo, se supone, más experiencia que mis niños/as, y por ende, se supone que soy yo quien puede enseñarles y educarles a ellos/as. Es por ese motivo por el cual nos centramos en ellos/as, por lo que nos fijamos en "su problemática". Una vez que ellos/as hayan adquirido esa experiencia, no habrá diferencia. 

Yo sé sumar, restar, dividir, multiplicar, leer, escribir... y muchas cosas más. A los niños y las niñas que accedan a mí sin conocer tales cosas, tendré que enseñarles. Pero, una vez que les haya enseñado, una vez que conozcan... ¿qué diferencia hay entre ellos/as y yo? Una vez que ellos/as hayan adquirido la experiencia necesaria, podrán sumar, restar, dividir, multiplicar, leer, escribir, etc, igual que yo; y, por qué no, puede que lleguen a hacerlo incluso mejor.

Y es justamente porque se considera que el o la discente siempre aprende y que el o la docente siempre enseña, el motivo por el cual se considera superior/a a quien enseña y educa. Pero una advertencia: considerar esto es un error. ¿Por qué? Fácil: Porque el/la docente también aprende enseñando, y el/la discente también enseña durante el proceso de su educación y formación.

Yo, mientras enseño, aprendo cuáles son mis errores, aprendo a mejorarme a mí mismo, aprendo a perfeccionar mi práctica docente, aprendo a conocer mejor a los niños y las niñas... Aprendo, en definitiva, muchas cosas de mis alumnos/as. Por ende, soy profesor y aprendiz al mismo tiempo. Mis alumnos/as, por su parte, mientras aprenden, me enseñan todo cuanto logro aprender con ellos/as y de ellos/as.

Y por todo ello, no me gusta ejercer una autoridad disciplinaria y dictatorial sobre ellos/as. A mí me gusta que mi autoridad sea lograda mediante la admiración, por prestigio

Si ahora mismo usted está leyendo esta entrada es porque quiere. Nada ni nadie le obliga (al menos, eso espero). Lo hará porque le gusta leer lo que escribo, porque le parece útil, porque lo considera interesante, o quizá porque escribo cosas tan patéticas que le causa gracia leerme. No sé cuál es el motivo que le incita a leer esta entrada o a seguir mi blog, pero desde luego, imagino, no es el miedo ni una causa externa lo que les lleva a ello. Si esto fuese una clase, se podría decir que tengo una cierta autoridad. Mas ésta sería una autoridad lograda no por la fuerza sino porque consideran que seguirla les aporta algo, porque considerarían que tengo algo que puedo mostrarles y que les sería útil.

Y así es como me gustaría que fuese siempre: que cuando alguien quiera aprender de mí, sea porque le gusta, por amor al conocimiento, y no porque soy su profesor y tiene que obedecerme.

De hecho, si algún día tengo algún hijo o alguna hija, no le enseñaré que debe amarme porque soy su padre y me debe respeto (relación por sangre), sino que le enseñaré que si me ama, deberá hacerlo por lo que significo para él/ella, por cómo le trate, por cómo soy (relación afectiva).

Concluyendo:

Entonces, en la relación entre un/a educador/a y sus educandos, en una relación que es simbiótica, en una relación en la que ambas partes aportan y reciben experiencia, en una relación en la cual ambas partes se enriquecen y crecen, en una relación en la que la única diferencia radica en la diferencia de experiencia adquirida, ¿por qué considerar a una parte superior a la otra?

No. Definitivamente, no me considero superior a mis alumnos/as.

martes, 30 de agosto de 2011

Aprenderse al alumnado.

A lo largo de toda mi vida he escuchado decir muchas veces que el mejor o la mejor docente es aquella persona que mejor domina la materia. Y no estoy de acuerdo.

No voy a negar que para que un/a profesor/a pueda enseñar matemáticas a Elena, éste/a debe poseer conocimientos de matemáticas. Mas esto no es suficiente.

En primer lugar, creo que, también:
Para que podamos enseñar matemáticas a Elena, debemos saber enseñar tal asignatura.

Recuerdo que hace batante tiempo, la hermanita de un amigo mío me pidió que le enseñase a dibujar. Cogimos un lápiz y una hoja de papel... ¡y ahí me quedé! Descubrí que sabía dibujar, pero no sabía cómo enseñar a dibujar.
Pero ahí no queda la cosa. No solamente debemos saber enseñar y poseer una metodología. Creo que también:

Para que podameos enseñar matemáticas a Elena, hemos de conocer a Elena.

La Psicología de la Educación nos ayuda a comprender a los y las infantes, y con ello, la Didáctica nos enseña cómo elaborar una buena metodología, cómo enseñar.

No obstante, aunque existen métodos educativos y de enseñanza más eficientes que otros, no creo en un método global que sirva para todos y cada uno de nuestros educandos. Yo puedo conocer un muy buen método, pero dicho método no funcionar con ciertos/as discentes.

Por este motivo, creo que en primer lugar, como base, hemos de aprendernos a nuestros/as alumnos/as, para conocer de qué pie cojean y cuáles son sus puntos fuertes (para lo cual puede emplearse, por ejemplo, una evaluación inicial a comienzo del curso), qué les motiva más y qué les motiva menos, etc.

En resumen:

Creo firmemente que para que podamos enseñarle bien matemáticas a Elena, es más importante saberse a Elena que saber matemáticas.

sábado, 20 de agosto de 2011

La rosa de los vientos.



La rosa de los vientos es un instrumento que se utilizaba en las cartas de navegación. Marca el rumbo del viento y tiene un uso similar al de la brújula, es decir, se puede emplear para orientarse.

No soy, ni me gustaría ser, el típico profesor dictatorial que lleva a sus alumnos/as rectos/as por un mismo sendero, sino que más bien trato de ser una especie de guía, un amigo que les ayude a orientarse y a sentirse más seguros/as, como lo haría una rosa de los vientos.

Por ello, la letra de la siguiente canción del grupo musical Mago de Oz se la dedico a ellos/as, y a mi hermano y a mi pareja... Mis dulces compañeros/as de viaje.  


LA ROSA DE LOS VIENTOS:

Si siembras una ilusión
y la riegas con tu amor 
y el agua de la constancia,
brotará en ti una flor,
y su aroma y su calor 
te arroparán cuando algo vaya mal. 

Si siembras un ideal 
en la tierra del quizás,
y lo abonas con la envidia,
será imposible arrancar
la maldad de tu alma 
si en ella echó raíz. 

Y que mi luz te acompañe,
pues la vida es un jardín, 
donde lo bueno y lo malo 
se confunden y es humano 
no siempre saber elegir. 

 Y si te sientes perdido,
con tus ojos nos has de ver;
hazlo con los de tu alma 
y encontrarás la calma:
tu rosa de los vientos seré. 

Si siembras una amistad,
con mimo plántala,
y abónala con paciencia.
 Pódala con la verdad 
y transplántala con fe,
pues necesita tiempo y crecer.  

Si te embriagas de pasión 
y no enfrías tu corazón,
tartamudearán tus sentidos y, quizás,
hablará sólo el calor 
y no la razón:
 es sabio contar hasta diez.

Y que mi luz te acompañe,
pues la vida es un jardín, 
donde lo bueno y lo malo 
se confunden y es humano 
no siempre saber elegir. 

 Y si te sientes perdido,
con tus ojos nos has de ver;
hazlo con los de tu alma 
y encontrarás la calma:
tu rosa de los vientos seré.

martes, 16 de agosto de 2011

Intercambio de libros.

La lectura es algo que me apasiona, y es muy, pero que muy importante. Constituye una actividad formativa que también puede resultar educativa; además de fomentar la creatividad, la imaginación, invita a la reflexión, etc.

Me gustaría hacer con ustedes un intercambio de libros. Yo les digo el título de algunos de mis libros favoritos, y ustedes, si quieren, a través de sus comentarios, me cuentan algunos de los libros que más les ha gustado. ¿Qué les parece?

Aquí va mi lista:

-Ángeles y demonios, de Dan Brown.

-Cartas para Claudia, de Jorge Bucay.

-Un mundo feliz, de Aldus Huxley.

-Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas, de Margaret Mead.

-La trilogía Memorias de Idhún, de Laura Gallego.

-El Alquimista, de Paulo Coelho.

-Los renglones torcidos de Dios, de Torcuato Luca de Tena.

-Rimas y Leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer.

-Asesinato en el Orient Express, de Agatha Christie.

-El principito, de Antoine de Saint-Exupéry.

-Pedagogía del oprimido, de Paulo Freire.

lunes, 8 de agosto de 2011

La igualdad plena entre hombres y mujeres aún no se ha alcanzado.

Hace unos cuantos días, en medio de una conversación en otro blog, me di cuenta de que cuando estaba en el Instituto, a excepción de una profesora de Filosofía que rara vez hablaba sobre la igualdad entre hombres y mujeres, ningún profesor y ninguna profesora nos habló acerca del tema del feminismo.

Como consecuencia, hasta que no conocí a mi pareja y hasta que no entré en Pedagogía, donde sí estudiamos el feminismo en asignaturas de Sociología y de Historia de la Educación (de haber entrado en otra carrera universitaria, estaría totalmente vacío en estos temas de no ser gracias a algún que otro blog, entre los que caben mencionar el de Basta de Sexismo y  el de Sexismo e Misoginia), crecí creyendo que hombres y mujeres hemos alcanzado la igualdad al cien por cien, y que el feminismo no era más que un movimiento absurdo y atrasado, que perseguía la superioridad de las mujeres sobre los varones.

Tampoco me enseñaron nada sobre lo que han tenido que sufrir las mujeres para llegar hasta el punto en el que se encuentran actualmente (obviamente, me refiero a los países occidentales. Ni qué decir que en lugares como Afganistan, entre otros muchos, la mujer está muchísimo más oprimida). Tampoco me enseñaron que algunos logros femeninos se debieron únicamente al interés de algunas cuantas personas (por ejemplo, en España la mujer consiguió el voto durante la II República no porque se pensase que debía haber igualdad entre ambos sexos, sino porque así ganarían los partidos políticos derechistas al dejarse influir éstas por la Iglesia Católica y por sus maridos. La izquierda, por su parte, por este motivo, se negaba a ceder el voto a la mujer. Una prueba más de que no existe realmente la izquierda ni la derecha, sino unos intereses movidos por el dinero y el poder). Y mucho menos, a excepción de esta profesora que he mencionado, se me enseñó que el feminismo es el movimiento que persigue la igualdad entre mujeres y hombres, y que aquel movimiento que persiga la superioridad de las mujeres sobre los varones es el hembrismo.

Por este motivo, considero que sería apropiado que en las clases de cualquier asignatura, se mostrase de vez en cuando a mujeres matemáticas, físicas, químicas, filósofas, etc; a mujeres que han obtenido un Premio Nobel; a mujeres que hayan inventado cosas; cómo ha sido el progreso de la mujer a lo largo de la historia, etc.

Por ejemplo, siempre pueden mencionarse a Diotima de Mantinea (quien enseñó a Sócrates), a Hipatia de Alejandría (quien se dedicó a las matemáticas, la astronomía, la filosofía), a Hiparquía de Tracia (de la Escuela Cínica), a Olimpia de Gouges (quien creó la Declaración de los Derechos de la Mujer durante la Revolución Francesa), a Mary Wollstonecraft, también conocida como Mary Shelley (escritora de Frankenstein o El moderno Prometeo, entre otras cosas), a Simone de Beauvoir (novelista y filósofa escritora de El segundo sexo), a María Montessori (educadora, psicóloga, médica y filósofa, creadora del método Montessori, un revolucionario método por aquel entonces, basado en el respeto de los niños y las niñas, y de su desarrollo); y a muchísimas mujeres más.

He mencionado a éstas mujeres por una razón: no me enseñaron a ninguna de ellas durante la Educación Secundaria. 

¿Alguien puede explicarme por qué? ¿Por qué gente que ha influido tanto en la historia y en aquello a lo que se dedicó, no se me enseñó en el Instituto? 

Quizá otros/as alumnos/as de otros centros tuvieron la suerte de llegar a conocer a estas mujeres. Pero a mí no me enseñaron a ninguna de ellas. Ni a Diotima de Mantinea cuando estudiaba Filosofía, ni a Olimpia de Gouges cuando estudié la Revolución Francesa, ni a Mary Shelley al estudiar Lengua y Literatura (llegué a conocer a escritoras españolas, como a Emilia Pardo Bazán, entre muchas otras, pero no a ninguna que fuese de otra nación).

¡Y luego dicen que a las mujeres ya tienen lograda la igualdad; que qué más quieren conseguir!

En fin... No, no se le da importancia a las mujeres en las materias escolares, ni tampoco se ha alcanzado una igualdad plena entre hombres y mujeres. Voy a dar paso a exponer algunos ejemplos a continuación, de cómo aún hay mucho que recorrer, de cómo hombres y mujeres todavía sufrimos el sexismo y no se nos trata por igual:

Aún queda por lograr la igualdad entre sexos...

-Cuando se le pregunta a una mujer si pretende tener hijos/as a la hora de presentarse en una entrevista laboral.

-Cuando se mira mal a un varón por cuidar a su hijo/a.

-Cuando se insulta a las mujeres como "machorras" cuando dicen que no piensan vestir nunca con minifalda y tacones, y al mismo tiempo se les dice otras barbaridades si lucen la ropa que la sociedad espera que lleven puesta.

-Cuando un varón es tierno, dulce y cariñoso, muestra sus sentimientos y llora, y ciertas personas le tachan de "afeminado" o "poco macho".

-Cuando se les mira a las mujeres con mala cara cuando dicen no querer tener hijos/as, o también cuando dicen sí quererlos (porque el problema ya no está en que se mire solamente mal a quienes no quieren tener hijos/as. Actualmente haga lo que haga una mujer se la trata mal. Es decir, la cuestión ahora está en que no sea libre de elegir qué hacer con su cuerpo y su vida).

-Cuando en el lenguaje se toma como neutro el masculino.

-Cuando se hacen diferencias entre "juguetes para niños" y "juguetes para niñas".

-Cuando se enfada un/a maestro/a con un niño si le ve jugando con una muñeca.

-Cuando le dicen a una niña que no puede jugar bien al fútbol no porque no tenga cualidades, sino porque es chica.

-Cuando se aborta a una niña por el mero hecho de ser niña.

-Cuando se piensa que todo hombre es bruto, machista, estúpido y maltratador por naturaleza.

-Cuando se agrede a una mujer solamente por ser mujer.

-Cuando se dice que los varones exclusivamente piensan con su falo.

-Cuando no se da valor a las labores del hogar realizadas por muchas mujeres, llegando al punto de decir que las mujeres no hacen nada, que son todas unas vagas y unas aprovechadas de sus parejas.

-Cuando se burlan de un varón que decide quedarse a trabajar en su hogar.

-Cuando en un examen de inglés se le hace escribir a niños y niñas "My mother is cooking a delicious cake" (mi madre está cocinando un pastel delicioso) y también "My father will repair the car tomorrow" (mi padre reparará el coche mañana).

-Cuando se ocultan a las mujeres en las materias escolares.

-Cuando se da por hecho falsamente que un hombre nunca puede ser maltratado por una mujer.

-Cuando se le niega a la mujer a tener un embarazo y un parto digno.

-Cuando se burlan de un chico por estudiar pedagogía o cualquier magisterio, y comentar que quiere cuidar bebés o niños/as.

En definitiva... 

-Cuando se considera que un hombre es, piensa y actúa de un modo determinado por ser hombre, cuando se considera que una mujer es, piensa y actúa de una forma determinada por ser mujer...

-Cuando se adjudican roles a hombres y mujeres diferentes y fijos, agrupando a una mujer el el grupo "mujeres" y a un hombre en la categoría "hombres", en vez de permitirles a cada mujer y a cada hombre ser una persona diferente, única e irrepetible al resto de personas que hay en el mundo.

Y ante esto, ¿qué es lo mejor que podemos hacer? Para mí no cabe duda: educar. Educar de una manera no sexista. Cosa que puede parecer fácil... pero, por desgracia, no lo es.

Pero mientras haya gente dispuesta a seguir adelante; mientras aún permanezcan viva la llama de la esperanza y la razón bien puesta en su sitio... un mundo más justo y equitativo será posible.

¿Un sueño? Tal vez. Pero creo... confío... quiero pensar... sé... que mis sueños son sueños que algún día dejarán de serlo.

lunes, 25 de julio de 2011

La historia de la Gran Torre.

"No hace mucho tiempo, la humanidad se volvió tan caótica que los hombres tuvieron un gran concurso para saber cuál era la profesión más importante en la sociedad. Los organizadores del evento construyeron una enorme torre dentro de un inmenso estadio, con escalones de oro y piedras preciosas. La torre era muy hermosa. Llamaron a la prensa mundial, televisión, periódicos, revistas y estaciones de radio para que hicieran la cobertura.

El mundo se conectó al evento. El estadio se lleno de gente de todas las clases sociales que quería ver de cerca la justa. Las reglas eran las siguientes: cada profesión estaba representada por un ilustre orador, quien debía subir rápidamente a un escalón de la torre y dar un discurso elocuente y convincente acerca de por qué su profesión era la más importante en las sociedades modernas. El orador debía quedarse en la torre hasta el final del concurso. El voto era mundial, a través de Internet.

El concurso fue patrocinado por grandes compañías y países. La clase profesional ganadora recibiría prestigio social, una gran cantidad de dinero y subsidios gubernamentales. 

Una vez establecidas las reglas, comenzó el evento. El mediador del concurso gritó: “¡El espacio esta abierto!”

¿Sabe usted quién fue el primero en subir a la torre? ¿Los educadores? No, fue el representante de mi clase profesional, un psiquiatra.

Subió a la torre y gritó: “Las sociedades modernas se convertirán en fábricas de estrés. La depresión y la ansiedad son las enfermedades del siglo. La gente ha perdido su fascinación por la vida. Muchos se suicidan. La industria de los antidepresivos y tranquilizantes se ha vuelto la más importante del mundo”. 

Entonces, el orador hizo una pausa. La asombrada multitud escuchaba atentamente sus incisivos argumentos.

Concluyó: “La norma es estar estresado, y lo inusual es ser saludables. ¿Qué sería de la humanidad sin los psiquiatras? ¡Un hospicio de seres humanos sin calidad de vida alguna! Como vivimos en una sociedad enferma, declaro que nosotros somos, junto con los psicólogos clínicos, los profesionales más importantes de la sociedad...”

El estadio estaba totalmente en silencio. Muchas personas en la multitud se miraron a sí mismas y se dieron cuenta de que no eran felices, que estaban estresadas, que dormían mal, que se despertaban cansadas y que tenían dolores de cabeza y la mente alterada. Millones de espectadores reprimieron sus voces. Los psiquiatras parecían ser invencibles.

En seguida, el mediador gritó: “¡El espacio esta abierto!” 

Adivine quién fue el siguiente ¿Los maestros? No, el representante judicial; los jueces y fiscales. Subió a un escalón más alto y en un gesto atrevido emitió las palabras que sacudieron a los oyentes. 

“¡Observen los índices de violencia! No dejan de crecer. Los secuestros, los asaltos y la violencia en el tráfico llenan las páginas de los periódicos. La agresividad en las escuelas, el abuso infantil y la discriminación racial y social son parte de nuestra rutina. Los hombres adoran sus derechos y desprecian sus obligaciones”.

Los oyentes asintieron con la cabeza, coincidiendo con sus argumentos. En seguida, el orador fue más incisivo. 

“El narcotráfico hace circular tanto dinero como el petróleo. No podemos destruir el crimen organizado. Si quieren sentirse seguros, enciérrense en sus casas, porque la libertad le pertenece a los criminales. Sin los jueces y fiscales, la sociedad se derrumbará. Por lo tanto, declaro, con el apoyo de la fuerza policial, que nosotros somos la clase profesional más importante de la sociedad”.

Todos se sofocaron con estas palabras, que perturbaron sus oídos y les quemaron el alma, pero al parecer eran incuestionables: otro momento de silencio, esta vez más prolongado.

Entonces el mediador, sudando frió, dijo: “¡El espacio esta abierto otra vez!”

Otro intrépido representante subió a un escalón todavía más alto de la torre. ¿Sabe quién fue esta vez? ¿El de los educadores? No. Era el representante de las fuerzas armadas, quien habló con una voz vibrante y sin tardanza: 

“Los hombres desprecian el valor de la vida. Nos matamos mutuamente por muy poco. El terrorismo mata a miles de personas. La guerra comercial mata a millones con el hambre. La especie humana se ha desintegrado en docenas de tribus. Las naciones sólo son respetadas por su economía y por sus fuerzas armadas. Si quieren paz, tienen que estar preparadas para la guerra. El poder político y militar, y no el dialogo, es el factor de equilibrio en un mundo incierto”.

Sus palabras impactaron a los oyentes, pero eran incuestionables. Entonces concluyó:

”Sin las fuerzas armadas no habrá ninguna seguridad. El dormir sería una pesadilla. Por eso declaro, lo acepten o no, que los hombres de las fuerzas armadas no son solamente la clase profesional más importante, sino también la más poderosa”. 

Las almas de los oyentes se congelaron. Todos estaban atónitos. Los argumentos de los tres oradores eran muy fuertes. La sociedad se había convertido en un caos. En todo el mundo, la gente estaba perpleja y no sabía que posición tomar: si aclamar a un orador o llorar por la crisis de la especie humana.

Nadie más se atrevió a subir a la torre. ¿Por quién votarían? Cuando todos pensaron que el concurso había terminado, pudieron escuchar una conversación al pie de la torre. ¿Quiénes estaban conversando?
Esta vez eran los maestros. Había un grupo de maestros de preescolar, primaria, bachillerato y universidad. Estaban apoyados contra la torre y abrazaban a varios padres.

Nadie sabía que hacían ahí. La televisión los enfocó y los proyectó en una gran pantalla. El mediador les gritó que uno de ellos subiera a la torre. Ellos se negaron.

El mediador los acicateó: “Siempre hay cobardes en una disputa”. Hubo risas en el estadio.
La gente se burlaba de los padres y los maestros.

Cuando todo el mundo pensó que eran frágiles, los maestros, animados por los padres, comenzaron a debatir ideas desde donde estaban parados. Todos estaban representados.

Uno de los maestros, mirando hacia arriba, dijo al representante de la psiquiatría: 

“No queremos ser más importantes que ustedes. Sólo queremos ser capaces de educar las emociones de nuestros estudiantes, formar jóvenes libres y felices para que no se enfermen y no tengan que ser tratados por ustedes”. 

El representante de la psiquiatría recibió un golpe en el alma.

Entonces, otra maestra del lado derecho miró al representante judicial y dijo: 

“Nunca hemos tenido la pretensión de ser más importantes que los jueces y los fiscales. Sólo queremos ser capaces de fortalecer la inteligencia de nuestros jóvenes para que puedan amar el arte de pensar y aprender la grandeza de los derechos y obligaciones humanas, y así nunca tengan que sentarse en el banquillo de los acusados”. 

Al representante judicial le temblaron los pies.

Otro maestro a la izquierda de la torre, aparentemente tímido, miró al representante de las fuerzas armadas y dijo poéticamente: 

“Los maestros del mundo no tienen deseo alguno de ser más importantes o más poderosos que los miembros de las fuerzas armadas. Sólo queremos ser importantes en los corazones de nuestros niños. Queremos guiarlos para que entiendan que un ser humano no es sólo otro número en la multitud, sino un ser irremplazable, un actor único en el escenario de la existencia”. Este maestro hizo una pausa, y añadió: “De esta forma, se enamorarán de la vida y cuando tengan el control de la sociedad, nunca necesitarán comenzar guerras; ni guerras físicas que derramen sangre ni guerras comerciales que quiten el pan. Porque creemos que el débil usa la fuerza, pero el fuerte usa el dialogo para resolver sus conflictos. También creemos que la vida es la obra maestra de Dios, un espectáculo que nunca debería ser interrumpido por la violencia humana”.

Los padres se regocijaron con estas palabras, pero el representante judicial casi se cae de la torre.
Se podía escuchar un alfiler caer en la multitud. El mundo estaba perplejo. La gente no tenía idea de que los simples maestros, que vivían en el pequeño mundo del salón de clases, fueran tan sabios. El discurso del maestro sacudió a los líderes del evento.

Viendo que el éxito de la disputa estaba en riesgo, el mediador del evento dijo arrogantemente: “¡Soñadores! ¡Viven fuera de la realidad!”. 

Un maestro valiente y sensible gritó: “¡Si dejamos de soñar, moriremos!”.

Aquellos que todavía estaban en la torre aprovecharon el momento, y uno de los oradores quiso herirlos aun más: 

“¿A quién le importan los maestros hoy en día? Comparen sus salarios con los de otros profesionales. Vean si participan en las más importantes reuniones políticas. La prensa rara vez los menciona. A la sociedad le importan muy poco las escuelas. ¡Vean los salarios que reciben al final de cada mes!”. 

Una maestra lo miró y dijo con seguridad: 

“No trabajamos sólo por un salario, sino por amor a tus hijos y a todos los jóvenes del mundo”.

Enojado, el líder del evento gritó: 

“Su profesión se extinguirá en la sociedad moderna. ¡Las computadoras los están sustituyendo! No merecen estar en este concurso”.

La multitud, manipulada, cambió de bando, y condenó a los maestros. Exaltó la educación virtual. Gritó, al unísono: “¡Computadoras! ¡Computadoras! ¡No más maestros!”. El estadio repetía delirantemente esta frase. Enterraron a los profesores. Los maestros jamás habían sido tan humillados. Atónitos por estas palabras, decidieron abandonar la torre. ¿Y sabe qué sucedió? La torre se vino abajo. Nadie lo imaginaba, pero la torre estaba sostenida por los maestros y por los padres. La escena fue devastadora. Los oradores tuvieron que ser hospitalizados. 

Después a los maestros trataron de reemplazarlos con computadoras, dándole una máquina a cada estudiante. Utilizaron las mejores técnicas multimedia. ¿Y sabe qué ocurrió? La sociedad se vino abajo. La injusticia y las miserias del alma aumentaron todavía más. El dolor y las lágrimas aumentaron. La cárcel de la depresión, el miedo y la ansiedad aprisionaron a una gran parte de la población. La violencia y el crimen se multiplicaron. La coexistencia humana, que ya era difícil, se hizo intolerable. La especie humana se quejaba de dolor; corría el riesgo de no sobrevivir.

Horrorizados, todos entendieron que las computadoras no podían enseñar sabiduría, solidaridad y amor por la vida. Nunca se les había ocurrido que los maestros y los padres eran la base de las profesiones y sostenían todo lo que es más lúcido e inteligente entre nosotros.

Descubrieron que la pequeña luz que entraba en nuestra sociedad provenía de los corazones de los padres y maestros, que educaban y enseñaban arduamente a sus hijos. Comprendieron que la sociedad vivía en una larga, nebulosa noche y que la ciencia, la política y el dinero no podían terminar con ella. Se dieron cuenta que la esperanza en un hermoso amanecer está en cada padre, madre y maestro, y no con los psiquiatras, los judiciales, los militares y la prensa... No importa si los padres viven en un palacio o en una choza, ni si los maestros dan sus clases en una escuela pobre o suntuosa, ellos son la esperanza del mundo.

De cara a esto, los políticos, los representantes de las clases profesionales y los hombres de negocios se reunieron con los maestros en cada pueblo de cada nación. Reconocieron que habían cometido un error contra la educación. Pidieron disculpas y rogaron a los maestros que no abandonaran a sus hijos.

Entonces hicieron una gran promesa. Afirmaron que la mitad del presupuesto gastado en armas, la fuerza policial y la industria de los antidepresivos y tranquilizantes se invertiría en la educación. Se rescataría la dignidad de los maestros, y prometieron crear las condiciones para que cada niño en la Tierra pudiera ser alimentado con comida para su cuerpo y con conocimiento para su alma. Ningún niño se quedaría sin escuela otra vez.

Los maestros lloraron. Se conmovieron por tal promesa. Durante siglos habían estado esperando que la sociedad tomara conciencia del drama que atraviesa la educación. Por desgracia, sólo abrió los ojos cuando la miseria social llegó a niveles intolerables.

Pero como siempre han trabajado como héroes anónimos y siempre han amado a cada niño, cada adolescente y cada joven, decidieron regresar a las aulas y enseñar a sus estudiantes a navegar a través de las aguas de la emoción.

Por primera vez, la sociedad colocó a la educación en el centro de su atención. La luz brilló de nuevo después de la larga tormenta. Después de 10 años se vieron los resultados; después de 20 años, todos estaban asombrados. 

Los jóvenes ya no renunciaron a la vida. Ya no hubo suicidios. El consumo de drogas se disipo. Ya casi no se oía nada acerca de la violencia. ¿Y de la discriminación? ¿Qué es eso? Nadie podía recordar ya de que se trataba la discriminación. Los blancos abrazaban con afecto a los negros. Los niños judíos se quedaban a dormir en las casas de los niños palestinos. El miedo desapareció. 

Las prisiones se convirtieron en museos. Los policías se volvieron poetas. Los consultorios de los psiquiatras estaban vacíos. Los psiquiatras se volvieron escritores. Los jueces se volvieron músicos. Los abogados se volvieron filósofos. ¿Y los generales? Descubrieron el perfume de las flores, aprendieron a ensuciarse las manos para cultivarlas...

¿Y los periódicos y los canales de televisión del mundo? ¿Qué reportaron, qué vendieron? Ya no las lágrimas y la aflicción humana, sino que vendieron sueños y anunciaron esperanzas".


Fuente: Curry, A. (2010). Padres brillantes, maestros fascinantes. Zenith/Planeta: Barcelona.
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